parte 1

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La gran tumba de Nazarick era una de las mayores fortalezas de Yggdrasil, fue conocida como la fortaleza impenetrable, pues ni con una alianza de más de 1000 jugadores lograron penetrar en el corazón de Nazarick.

Aquel corazón, la sala del trono, en donde los señores de la tumba, los 41 miembros de Ainz Ooal Gown esperaban a los jugadores que buscaban acabar con ellos y tomar la tumba, aquel corazón nunca fue pisado por invasores, la tumba nunca cayo, y los tesoros que aguardaban en el interior del lugar jamás fueron vistos.

Los tesoros que aguardaban en los pisos más profundos de la tumba, eran un deleite a los ojos, montañas enormes de oro, cristales elementales e ítems de gran valor arrogados por toda la tesorería.

Aquellos tesoros brillaban con intensidad ante los ojos del individuo que se paseaba por el lugar, su cuerpo estaba cubierto por la oscuridad de la noche, su cuerpo esquelético no tenía un solo rastro de carne, y los anillos que portaba en los dedos de sus manos brillaban ante las lámparas y candelabros que colgaban por el lugar.

Aquel esqueleto era el líder del gremio, el amo de la tumba, y el único ser supremo que se quedó hasta el final de Yggdrasil. El hechicero de la muerte Momonga, ahora conocido como Ainz Ooal Gown.

Ahora mismo, Ainz debería de estar en el papel del famoso aventurero Momon, pero ya se encontraba agotado mentalmente, razón por la que decidió volver a la tumba para descansar un rato, pero en lugar de ir a su habitación, se decidió por la tesorería.

Y tras haber dejado atrás a su creación, Actor de Pandora, Ainz se encontró caminando sin rumbo fijo por las montañas de oro e ítems.

Ainz disfrutaba de venir a la tesorería para tomar los ítems que él y sus amigos habían reunido y creado juntos, y que ahora eran los únicos recuerdos que tenia de ellos además de los NPC'S.

Los tomaba para jugar con ellos mientras recordaba las cosas que vivió con los creadores de los respectivos ítems, aliviando su corazón, pero lastimándolo así mismo por ser el único en la tumba.

Tomaba espadas que terminaban cayendo de sus manos al tratar de usarlas, dejaba los arcos en sus lugares al ver que no era capaz de disparar una sola flecha sin hacer caer otros ítems y crear un desorden, y se reía al ver las cosas que sus compañeros habían creado y dejado atrás, como cubos de rubik, y figuras de acción de series o películas.

Estuvo un rato divirtiéndose con esos ítems, hasta que un ítem extraño que se encontraba en una repisa llamo su atención.

Ainz se acercó y tomo aquel extraño ítem en sus manos, era una especie de cilindro algo grande, era de color carnoso y brillante, tenía varios cristales de colores a su alrededor, y en uno de sus lados tenía una abertura un poco estrecha.

Vio con detenimiento el extraño ítem, pensando en él, hasta dar con los recuerdos de su creador.

Al descubrir lo que era y recordar a su creador, Ainz sintió una enorme vergüenza y quiso dejar el ítem por algún lugar, pero los recuerdos y la curiosidad por él, fueron mayores.

-maldición peroroncino... -recordó al creador de este extraño ítem, recordó cuando se lo monstro a varios miembros del gremio, algunos se habían reído a carcajadas, y otros lo habían regañado por tomar eso tan a la ligera.

-un solo error y te habrían baneado al instante... dijo Ainz observando el ítem, girándolo en su mano, impresionado de que hubiera logrado crearlo a pesar de las contramedidas del juego contra del contenido y la conducta +18.

Observo con cuidado el objeto, no parecía tener algún mecanismo o botón para activarlo, pues conociendo a su creador seguro hubiera puesto alguna extraña característica a eso, pero no lo encontró.

Overlord: a media luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora