parte 5

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-por favor… hágame suya… Ainz-sama…

Ainz vio como era llamado por Albedo, como ella le mostraba su abundante trasero mientras lo movía de lado a lado, sus grandes pechos se mecían en respuesta de sus movimientos, sus ojos amarillos brillaban y sus alas daban pequeños brincos en excitación ante su pedido.

Estaba perdido, hipnotizado por aquel hermoso cuerpo que tanto le llamaba para tomarlo como suyo, perdiéndose lentamente…

“hazlo… hazlo… vamos, no ocurrirá nada malo, ninguno de ellos alzara su voz si cometes esta acción, ellos no estarán aquí…”

-Ainz-sama… por favor… Ainz-sama…

“y si lo hacen ¿Qué importa? Ellos abandonaron la tumba, te dejaron solo, y te lo entregaron todo, ellos te pertenecen ahora… hazlo… hazlo… hazlo…”

Ainz respiraba con pesadez, sintiendo escalofríos al mirar a aquel trasero marcado por su castigo, mientras aquella voz luchaba por devorar su mente…

“ellos me abandonaron… los abandonaron…” –fue pensando con dolor en su mente, ¿acaso era verdad? ¿acaso ellos abandonaron todo eso porque quisieron? –“si les hubiera importado… hubieran ido, aunque sea una última vez… en el cierre...” –su mente se fue perdiendo…

-al carajo…

-¿Ainz-sama…? ¿ocurre al---¡!

La inocente pregunta de Albedo fue cortada por su inesperado grito, sintió un ardor en su trasero, en sus nalgas, Ainz la había nalgueado una vez más, y en eso, sus gritos se hicieron presentes al ir sintiendo los azotes de su amo a su carne.

Albedo enrojeció, busco esconder su cara en la almohada, ahogando sus gritos ante las nalgadas, pero en eso, Ainz la tomo de su cabello, tirando de él, haciéndola levantar su rostro. –ese sonido me está gustando, así que no quiero que te escondas. –dijo Ainz con autoridad en su voz mientras azotaba el trasero de la coordinadora varias veces.

Veía como la carne de esas nalgas temblaban ante su mano, como una vez más aquel rojo volvía a formarse en ese trasero, uno del que ahora pensaba disponer para si mismo.

-Ainz-sama… ¡ah! –gemía y gritaba al sentir como su trasero era azotado.

La carne de sus nalgas temblaba al impacto de la mano de Ainz, se tornaban rojos y su vagina se humedecía, soltando gotas de sus fluidos ante cada golpe.

-¡Ainz-sama! ¡Ainz-sama! ¡Ainz-sama! –gritaba.

Su trasero de movía con fuerza ante las nalgadas, sus alas brincaban en espasmos y su voz parecía romperse, sus lágrimas comenzaron a fluir y senos saltaban de lado a lado mientras sus pezones se endurecían.

-¡maldita sea! ¡Tabula-san! ¡¿Por qué la hiciste con un trasero tan grande? –se quejo Ainz con su amigo, y el sonido de las nalgadas se presentaba, los gritos y gemidos de Albedo penetraban sus oídos mientras la escuchaba llamarlo.

Chorros de los fluidos vaginales de Albedo caían a cada nalgada recibida, sentía escalofríos al ser azotada, como si una corriente fuera desde su trasero y pasara por todo su cuerpo, apretaba los puños con fuerza, enrollándolos en las sabanas y su saliva caía sobre la almohada.

-Ainz…sama… -llamaba con su voz entrecortada.

Ainz por su parte, había parado su ataque contra el trasero de la coordinadora, veía como la carne de sus nalgas se habían vuelto rojas, brillando ante las débiles luces de la habitación, respiro profundamente, y su vista se dirigió hacia la parte más baja de Albedo.

Vio cómo su entrepierna estaba húmeda, soltando sus fluidos sobre sus sabanas, y solo pudo pensar en jugar con ella.

-Ainz---¡SAMA----¡ -grito en sorpresa al sentir como su vagina fue tocada por su señor.

Aquellos dedos pasaban por lo largo de su vagina, recorriéndola antes de volver a iniciar con aquella caricia, sentían su suave piel y la entrada de su cuerpo estremecerse ante su señor. Sentía como sus dedos se humedecían con los fluidos que salían de ella, impregnándolos con su olor.

-Ainz-sama… mas… mas… -decía Albedo mientras sentía su cuerpo cosquillear.

Esos dedos que la recorrían la hacían temblar, sentía aquellas leves carisias como un gran premio, haciéndola soltar ruidos obscenos a la par que sus jugos, y pronto, sintió como ellos entraron.

-¡Ainz-sama!

Ainz no escucho, estaba hipnotizado por la gran sensación que envolvía sus dedos, lo estrecho de la intimidad de Albedo, su calor y humedad, era extraño pero agradable, sentir sus paredes y jugar con ellas.

Cada vez que Ainz movía sus dedos dentro de Albedo, esta soltaba sus jugos y presionaba sus paredes internas contra ellos, incluso moviendo su cuerpo, buscando que su amo no abandonara su interior. –Ainz-sama… Ainz-sama…

Aquellas carisias y jugueteos continuaron por algo de tiempo, hasta que la coordinadora se desbordaba en un éxtasis, y Ainz solo podía estar impresionado ante las veces en las que Albedo había llegado al orgasmo por solo sus dedos, preguntándose el cómo sería una vez que estuviera dentro de ella…

El solo pensar en estar dentro de la coordinadora le emocionaba, seria capaz de tener a una gran belleza para sí mismo, podría disfrutar de ella, jugar con ella, hacer lo que quisiera.

Ainz estaba decidido, habiendo mandado al carajo su raciocinio.

“da igual si ellos se quieren quejar… ellos los abandonaron… ¡yo me quede con ellos!” –grito en su mente, haciendo a un lado todos los pensamientos que le decían que parara, no pensaba hacerlo, él ya había tomado su decisión. -“yo me quede aquí, ¡fui el único! ¡¿Qué tiene de malo si quiero disfrutar de sus cuerpos?! ¡Ellos me dejaron todo en la tumba, incluyendo a estas mujeres!” –su mente se fue oscureciendo, aquellos amados recuerdos no solo se volvían dolorosos, también molestos.

Él ya había aceptado que sus amigos no regresarían, que es posible que nunca lleguen a este nuevo mundo, aunque parte de él se aferraba a una esperanza, ahora esa pequeña parte suya se fue desvaneciendo...

La imagen de las hermosas NPC´S que habitaban la tumba inundo su mente, y un egoísta deseo le consumió… si alguno de sus amigos estuviera aquí, quizás se abstendría de hacer lo que quería, quizás también le entregaría a algunas de las hermosas mujeres…

Pero eso solo era un “quizás”, no era la realidad, su realidad, ahora era una gran vista del trasero de Albedo, remarcado con sus azotes, con los fluidos de su vagina desbordándose, impregnando sus sabanas…

Ahora, pensaba disponer de todos los placeres que la tumba le ofreciera…

Overlord: a media luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora