parte 7

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-espera. –pero Momonga la detuvo.

Albedo se había detenido, y ahora se sentía desanimada, triste. ¿acaso no había logrado satisfacer a su amo? Comenzó a tener dudas sobre sus capacidades, o hasta de su propio cuerpo, pero vio como Momonga se había acostado, y la parte superior de su cuerpo se encontraba inclinada un poco hacia adelante, gracias a la almohada que se encontraba debajo suyo.

Con sus piernas un poco separadas, dejo a Albedo observar su erecto miembro, el cual se movía levemente por la respiración de su amo, y este, le dio una orden. –continua.

Albedo sonrió en felicidad, se acercó con entusiasmo hacia su señor, sus pechos se mecían y aureolas brillaban ante la luz.

Agacho su cuerpo, estando su rostro frente a aquel miembro carnoso, recibiéndolo con besos, comenzando a devorar su punta, entonces, pensó en algo más que podría gustarle a su amo. Se acomodó, y sus pechos lo cubrieron, atrapándolo entre ellos, y comenzó a moverse.

Sus pechos eran movidos de arriba hacia abajo, pero también los presionaba, haciendo a Momonga tomar respiraciones cortas, y Albedo, con gusto, aprisiono la punta del miembro en su boca, succionándolo y presionándolo, su vagina se humedecía, y su cuerpo cosquilleaba.

A Momonga le encantaba la sensación de esos pechos a su alrededor, y la húmeda boca que lo succionaba, quería moverse, quería estar por completo dentro de la boca de la súcubo, pero también quería que ella le sirviera por completo.

Mientras que Albedo, por su parte, soltaba sonidos obscenos al chupar la carne de Momonga, sentía como la punta soltaba algo de líquido, y supo, al palpitar del miembro, que su amo estaba por eyacular nuevamente.

Presiono con más fuerza sus pechos, haciendo que su lengua recorriera en círculos a la punta del miembro, con esos sonidos haciendo eco en la habitación junto a la respiración de Momonga, y entonces lo sintió.

Aquel caliente esperma recorrió su boca, pasando por su garganta hasta llegar a su estómago.

Albedo trago con gusto, busco saborear lo más que podía, dejando el miembro fuera de su boca, y comenzando a lamerlo por todo su largo y ancho, limpiándolo de todo rastro de su liquido blanquecino.

-¿estuve bien? Momonga-sama… -pregunto llena de emoción, con una sonrisa expectante, quizás hasta infantil.

Momonga solo soltó una pequeña risa, para él, había sido algo increíble, algo que nunca pensó que sucedería, apenas obtenía experiencia, pero no por eso diría que Albedo estuvo mal… -eres buena. –le dijo de forma cálida, acariciando su cabeza, como si de una mascota se tratara, aunque paro al darse cuenta de lo raro que era eso.

-de hecho, hay algunas cosas que me gustaría probar.

Y con esas palabras, Albedo se llenó de alegría, pues significaba que podrían seguir entrelazando sus cuerpos, que podría sentirlo dentro suyo, volverla su mujer. –sí, Momonga-sama.
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Albedo se encontraba encima de su amo, dándole la espalda y moviendo su trasero, la carne de sus nalgas presionaban el miembro de Momonga entre sus cuerpos, y ella con emoción se movía de izquierda a derecha, cambiando de vez en cuando, levantándose un poco, haciéndolo recorrer su trasero, antes de aprisionarlo entre ambos de nuevo.

Hacia esos movimientos con ritmo marcado, el movimiento, el calor de su cuerpo, y la humedad que los recorría, hacía que Momonga soltara algunas respiraciones cortas, aunque fuertes.

Albedo se detuvo al sentir la mano de Momonga en su trasero, como si quisiera moverla, y siguiendo sus órdenes, el cuerpo voluptuoso de la coordinadora termino encima de el de su pareja, su rostro nuevamente deslumbraba aquel miembro, mientras que el amo de la tumba tenia ante sus ojos, cerca de su rostro, la vagina de la súcubo.

Sin esperar algo, la lengua de Momonga comenzó a recorrer la piel de la vagina de Albedo, la cual soltaba algunos gemidos placenteros, el tacto y su calor podía sentirlo, mientras la súcubo podía sentir la viscosidad de aquella lengua recorrerle, antes de entrar en ella.

Podía sentir como se movía dentro suyo, girando y recorriendo las paredes de su entrada, mientras ella tomo el miembro de su amo, llenando su boca.

Ambos se estaban sumergiendo en su propio placer, disfrutando del cuerpo del otro, entre gemidos, quejidos y sonidos obscenos, donde, a pesar de las tenues luces de la habitación, ambos eran capaces de ver el cuerpo del otro.

Terminando con ambos llegando al clímax.
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Momonga se encontraba sentado en la cama, mientras Albedo le daba la espalda, estando juntos, mientras ella gemía al sentir la mano de su señor jugando con su vagina, los fluidos salían de ella, su cuerpo sudaba mientras Momonga seguía disfrutando con ella, y con su brazo izquierdo, rodeaba su cuerpo por encima de su cintura, mientras los pechos de Albedo le daban calor.

La súcubo fue soltando quejidos placenteros, sus pechos temblaban ante los nervios de placer, y termino por soltar sus fluidos como cascada, sus jugos cayeron sobre las arrugadas sabanas, mientras Momonga sonreía, dispuesto a jugar con los pechos de su acompañante.
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El sonido de la carne de Albedo chocando con la de Momonga hacía eco en la habitación, alzaba su trasero antes de prácticamente dejarlo caer sobre su señor, sintiendo como su miembro golpeaba su interior, se movía con lujuria, dejándose caer con algo de fuerza al ver a que su amo le gustaba, los fluidos lo estaban volviendo pegajoso, y sus gemidos salían sin obstáculos.

Albedo disfrutaba de esto, y su amado la tomo de sus hombros, acercando sus rostros, haciendo que sus labios chocaran, sus lenguas no tardaron en reaccionar, revolviéndose entre ellas con fiereza, como si una buscara superar a la otra, giraban una a otra, chocaban y se empujaban mientras la súcubo seguía moviendo su cuerpo.

Momonga seguía sin creerlo por completo, podía tener a semejante belleza para si mismo, sentía como ella se esforzaba en cada movimiento para satisfacerlo, sus lenguas volviéndose locas, y sentir aquellos pechos presionándose contra su cuerpo.

Su miembro palpitaba, se sentía caliente, y nuevamente termino por eyacular dentro de la súcubo.
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Ambos siguieron manteniendo su intimidad, a pesar de todas las veces que habían llegado a su límite, sus cuerpos parecían aun tener energía para seguir, y si al principio era preocupante para el amo de la tumba, dejo de importarle, pues era normal tal resistencia ante seres de nivel 100.

Ya nada de eso le importaba, aun si había alguna pequeña parte suya que sentía culpa por lo que le hacía a una de los hijos de sus amigos, no pensaba hacer caso a esa pequeña sensación, él había pasado por muchas cosas, hasta por el abandono de sus amigos, ya no pensaba preocuparse.

Aunque honestamente sintió algo de curiosidad sobre cómo reaccionarían ante esto, pero quiso alejar su imagen, no quería pensar en ellos, pero recordó al creador del ítem que hizo esto posible, a su amigo Peroroncino, y le agradeció…

Albedo estaba recostada al lado de su señor, abrazándolo, dejando caer su busto sobre su cuerpo, mientras lo besaba. Estaba más que feliz, he incluso, con un aire de superioridad, pensando en que ahora tenía algo que echarle en cara a la vampira que protegía los tres pisos, pues sentía que, con esto, ella se declararía la primera esposa.

Sonrió con gusto y atrevimiento con solo imaginarlo, era una oportunidad que no pensaba perder, y de esa forma, la vampira ya no podría burlarse de ella por ser una súcubo virgen, y como buscaba presumirle sus experiencias, aun si eran con individuos del mismo sexo.

Aunque quizás el gusto no le dudaría demasiado tiempo…

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⏰ Última actualización: Jan 08, 2023 ⏰

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