parte 3

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En la habitación de luces tenues solo era escuchada la respiración agitada proveniente de Albedo, su desnudo cuerpo temblaba de forma débil y sin fuerza alguna tras haber llegado al clímax debido al placer que había tenido por el castigo otorgado por Ainz.

Su gran cuerpo se encontraba ligeramente sudado, la carne de su abundante trasero brillaba en un color rojizo, marcado por las nalgadas que había recibido de Ainz, y desde su vagina habían salido sus fluidos, manchando así la alfombra roja en la que se encontraba.

Sus hermosos y brillantes ojos amarillos parecían nublados, y estos vieron a su amo, sus hermosos labios rosas se marcaron en una cálida sonrisa al haber recibido semejante castigo por parte del hombre que amaba, la felicidad que sentía era demasiada que le inundaba, y sería capaz de correrse solo por eso, por recordar su cuerpo siendo azotado por Ainz, el tacto que había marcado la piel de su trasero, trataba de guardar en su mente esa imagen, la imagen del cuerpo de su amo.

Y así, queriendo guardar el recuerdo de su castigo, sus ojos recuperaron el color al observar cómo, entre las telas que cubrían a su amo, algo parecía luchar por liberarse, algo empujaba las finas telas, y ella solo pudo esbozar una sonrisa más grande, sus instintos hicieron acto de presencia, y buscaba volver a ser castigada.

. . . . . .

Ainz sintió un gran escalofrío subir por su espalda, y termino por caer sentado en el extremo de la cama, su respiración era agitada, y sus ojos veían el hermoso cuerpo desnudo de Albedo, su enorme trasero marcado con su mano, su voz ahogada que buscaba recuperar fuerzas… todo era demasiado para él, que solo podía tragar saliva tratando de componerse.

No sabía bien lo que pasaba, porque había hecho caso a aquella voz que había resonado en su cabeza, que le pedía castigar a Albedo por sus actos, por qué había azotado su cuerpo hasta hacerla venirse sobre la alfombra, hasta hacerla suplicar en su nombre.

Aquella voz desapareció de su mente, y solo quedo la de Albedo que le pedía más castigo, solo pudo llegar a la conclusión de que era obra del ítem que había usado…

Ainz sintió como algo empujaba las telas que le cubrían, y supo rápido que había tenido una erección, su miembro se encontraba en su punto más alto, buscando liberarse de las telas.

“debo… hacer… que se vaya…” –logro pensar Ainz, recuperándose un poco, pero las palabras no lograron salir de su boca, no era capaz de decirlas… no quería que aquel cuerpo lascivo saliera de su cuarto, y poco a poco un deseo egoísta comenzó a surgir dentro de él.

Quería hacerla suya…

“¡no! ¡ella es la hija de Tabula-san! No puedo… no puedo…” –se gritaba Ainz internamente, tratando de alejar esos pensamientos, queriendo borrar la hermosa imagen de aquel cuerpo desnudo… pero no podía.

-…Ainz-sama… -llamo Albedo. Pero Ainz no respondió, su mente comenzó a arremolinarse en pensamientos que buscaban alejar aquel deseo de “atacar” a Albedo, haciendo que no se diera cuenta de que ella, ahora se encontraba frente a él, a la altura de su entrepierna.

Y sin esperarlo, tomándolo por sorpresa, Albedo comenzó a acariciar la erección oculta por las telas. –A-Albedo… -dijo débilmente Ainz al sentir el tacto de la mano de Albedo en su cuerpo, aquellos ojos rojizos vieron como ella pronto comenzó a quitar las telas que le cubrían a Ainz.

Él no sabía qué hacer, se había quedado hipnotizado ante el hermoso rostro de Albedo, la cual le dedicaba una sonrisa lujuriosa hasta que destapo por completo su entrepierna. Albedo estaba estupefacta al ver el glorioso miembro de su amo, la carne palpitante rebosante de energía que demostraba la virilidad de su señor.

Overlord: a media luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora