Partners in Crime

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Un grupo de amigos estaba reunido en una de las casas de ellos después de insistirle mucho a sus hermanos de que los dejaran hacer una pijamada.

--¿Qué dices, Robin? No es posible --negó una pelinaranja a su amiga, quien mantenía un libro en manos.

--Sí que lo es --contradijo la pelinegra a su amiga. --Pero yo no sé tanto latín como quisiera.

--¿Quieres hacerlo? --se sorprendió uno de sus amigos.

--No realmente, pero no estaría mal poder saber lo que pone --volvió a ver el libro, pasando algunas páginas con extremo cuidado.

--Yo conozco a alguien que puede ayudarnos --mencionó el dueño de la habitación.

--¿En serio, Luffy? --se sorprendió Robin.

--Sí --sonrió. --Además, yo sí quiero invocar uno.

--¿Estás loco! --gritó con miedo uno de los más miedosos del grupo.

--Sí, tiene que ser divertido --rio el aludido. --¿No tenéis curiosidad? --miró al resto.

--La verdad es que no --habló tumbado su mejor amigo.

--A menos que invocara a una bella señorita no me importa, y con la suerte que tengo me tocaría al hombre más robusto que exista en el infierno --tronó la lengua.

El resto solo negó.

--Aburridos --formó un puchero. --Déjame el libro, Robin --extendió los brazos.

--Lleva mucho cuidado, Luffy, no hay otro igual en el mundo, es una reliquia que conseguí encontrar en mi última expedición por Egipto --cedió el libro al pelinegro tras advertirle.

--No soy tan torpe --susurró con un puchero, delineando los dibujos de las hojas con el dedo. --Es viernes, mañana os tenéis que ir, el lunes o el martes te lo devolveré cuando haya invocado al demonio o en su defecto cuando mis amigos lo hayan transcrito a nuestro idioma --miró a la arqueóloga con una sonrisa.

Robin sabía que cuando Luffy prometía algo lo cumplía, así que decidió confiar en él.

--Está bien, Luffy, pero recuerda, lleva mucho cuidado --enfatizó.

--Sí, sí --asintió y volvió la vista al libro, pasando hojas con cuidado hasta que llegó a uno que le gustó.

Tenía un dibujo peculiar de un esqueleto animal, parecía felino, pero no lo distinguía.

Tomó un papel cercano y lo colocó entre páginas para marcarlo, luego cerrando con cuidado el libro y volviendo a la conversación sin quitar el libro de su regazo.

Cuando fue entrada la madrugada todos ya estaban durmiendo salvo por Luffy, quien con la linterna de su móvil miraba el resto de páginas del libro.

Encontró otra interesante en la cual había veinte dedos haciendo un círculo y cuatro ojos con marcas negras. Puso otra hoja para marcarlo y continuó mirando.

Esta vez el que llamó su atención también era un círculo, pero en vez de tener dedos tenía tres rayas semicirculares hacia derecha e izquierda y una vertical en el centro. Puso otra hoja y continuó.

Ninguno más volvió a llamarle la atención, el resto parecían ser demonios de bajo nivel o ángeles de apariencia extraña.

Cerró con lentitud el libro, apagó la linterna de su móvil, lo puso a cargar y se tumbó en el suelo con el libro a un lado mientras miraba el techo, al final cerrando los ojos y acabando durmiendo en poco tiempo.

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En la mañana fue despertado por un manotazo de su amigo, quien se movía mientras dormía.