CAPITULO 4

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—Muy bien alumnos, hoy tenemos examen sorpresa—los lamentos de los niños del salón se escuchan y hacen eco—cada uno se sentará en una mesita, para evitar que se copien las respuestas, ¿De acuerdo?

—Si maestro—hacen coro todos

—Cada uno tomara un papelito y el número que le salga es el número de mesita dónde se sentarán, ¿entendido?

Después de varias personas delante de mi, tomo mi papelito y lo abro, Número uno.

—me tocó en la mesita uno.

—Muy bien lana, siéntate en la mesita uno.

Tomo mi pequeña mochila y me siento en mi mesita.

—¡Si! Me tocó el 2—me observa, y sonríe y yo le devuelvo la sonrisa.

Se acerca a mi, pero en vez de ir a la mesita detrás de mí se sienta en mi mesita.

—¡Es atrás!—grita la morena que me a torturado todo este tiempo.

—¡Sientate dónde tú quieras! ¿Quieres sentarte ahí?—pregunta el maestro ignorando a la morena.

—Si, me quiero sentar junto a lana.

—¡Se llama Ailana!—vuelve a molestar la morena.

—Yo le digo cómo yo quiero, aparte le gusta, ¿Verdad lana?

—Si—el enrojecimiento llega a mi cara y solo sonrió.

Se sienta junto conmigo y rompe el silencio que quedó entre nosotros.

—Siempre te cuidaré lana.

....

Nuevo día, nueva aventura, la caminata a sido larga, no soy buena escalando, pero mi padre acostumbra a traernos a caminar a unas cuevas cerca de el pueblo, siento mis pies cansados pero si digo algo me regaña papá, a él le gusta que estemos en forma, pero yo no nací para eso.

—¿Ya vamos a llegar?—pregunta mi primo agitado de tanto caminar

—Ya casi—Responde mi papá.

—Hoy vamos más lejos, normalmente es abajo donde nos quedamos— hablo quejándome de la gran montaña que estamos subiendo.

—Ailana camina.—me regaña mi padre.

Subiendo la gran montaña, se puede apreciar perfectamente el pueblo, la gran iglesia, departamentos grandes, y sus casas al rededor.

Los árboles de la gran montaña me abrasan y el frío llega junto con la noche.

—Dormiremos en la casa de campaña de un buen amigo. —habla mi padre levantándose de la pequeña fogata que habíamos formado hace un rato.

—¿Cuál amigo?—pregunta mi pequeño sobrino.

—Vengan es por acá—La familia comienza a caminar, mamá lleva una mochila con comida para la cena y mi padre otra con sábanas y cobertores para abrigarnos, mi primito Eduardo lleva su botella de agua y una mochila, mi prima Gissel lleva un mochila pequeña, probablemente lleve solo unas cosas de uso personal.

Llegamos a la cabaña, en su interior parece obscura pero por afuera la ilumina una pequeña luz amarilla de un foco un poco viejo.

Mi padre se acerca y toca una pequeña manila que hace un poco de ruido, a los pocos segundos la puerta se abre.

Un hombre moreno y alto aparece, me parece conocido pero no logro descifrar quien es.

—Humberto ¿Cómo estás?—saluda el sujeto a mi padre.

—Alejandro, buenas noches muy bien

—¿Como la pasaron? ¿Les gustó la fogata y las luces?

—¡Si todo es muy bonito! Y la pasamos increíble—responde mi padre.

—Adelante

Pasamos a la cabaña, y es iluminada, noto que mi padre se va a hablar con el hombre, y todavía tengo la duda de quién puede ser.

Me siento en uno de los sillones de la pequeña sala, y aparece una mujer a lado de mi madre.

—Maria, buenas noches—Saluda la mujer.

—Hola Rosy buenas noches.

—Sientanse como en casa.— Hace una pequeña pausa para mirarnos a mi y a mis primos—Ailana, tan grande que ya estás, tenía mucho tiempo sin verte.

Le doy una sonrisa ¿Está mujer me conoce?

—Hola—fue todo mi saludo.

La hora de la cena llegó nos sentamos al rededor de la mesa y mi madre preparo un platillo que le queda riquísimo, mis padres platicaban con la mujer y el hombre, y toda la noche e querido decifrar quienes son.

—¿Puedo pasar a su baño?—por fin en dos horas hablo.

—Claro nena, es por este pasillo, la primer puerta.

—¡Gracias!

Voy directo al baño, el pasillo es largo pero me detengo casi a la entrada, todo parece muy antiguo y valioso, hay cuadros pero mi miopía no me deja ver quiénes están en ellos, tomo la manija de la puerta del baño y entro, prendo la luz en un pequeño botón, es limpio y huele muy bien, todo parece carisimo y no accedo a tomar nada.

Una puerta rechinar hace que me distraiga y coloqué mi oreja en la puerta para así escuchar, los pasos de alguien se acercan lentamente, la manija de el baño da lentamente la vuelta.

—Esta Ailana ahí dentro—habla Rosy desde afuera.

—¿Quien?—la voz de un masculino, mi corazón se mueve, pero no tengo idea de quién es.

—Ailana, la hija de Humberto.

—Ah, está bien, ¿Mamá podemos hablar?.

Los tacones de la mujer resuenan en el pasillo pero logro escuchar un poco la conversación.

—¿Puedo ir? Prometo regresar temprano.—el masculino habla

—No ya te lo dije.

—Solo es un rato, aparte ya casi es 24 y ese día dijiste que no saldría, festejaría hoy, regreso temprano lo prometo.

—¡Esta bien! Te quiero aquí a las 12:00 ¿Entendido? Saludas cuando salgas.

—Si mamá.

Se alejan, solo escucho como saluda a las personas que están en la casa y cierra la puerta, Miles de pensamientos llegan a mi
Junto con el 24.
Tristeza, remordimiento, culpa, todo.
Necesito tiempo, pero no lo tengo, me recargo a la puerta pegando mi cabeza en ella.

¿Por qué no lo e buscado?

¿Soy cobarde?

Tengo miedo eso es todo.











Cómo van? Les gusta? Quien es ese chico?

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24 De Febrero (Alessandra Hernández)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora