CAPÍTULO 7: Habitación

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Tras la plática con mi sobrina volví directamente a casa.

El lugar estaba vacío, aún todos apoyaban en el pueblo así que decidí ir a mi habitación.

Como siempre, el lugar lucio lúgubre y apuntó de caerse, tuve la esperanza qué la reciente platica hubiera provocado un cambio, pero resultó no ocurrir nada. Todo seguía igual y entonces una pregunta vino a mi mente: ¿Qué ocasionaba el cambio de las habitaciones? La respuesta más razonable era qué cambiaba con la madurez y ánimos del portador.

Tal cómo había sucedido con Pepa, los años había causado un cambiado adecuado para ella y su esposo, de igual manera con Agustín y Julieta, y lo último no tenía forma de comprobarlo por mi larga ausencia, pero podía deducir que las habitaciones de mis sobrinos también lo hicieron ¿Qué me hacía diferente al resto?

Me senté en la arena cruzado de piernas y brazos para pensar en la razón, por más qué lo intenté no encontraba un motivo. También era un adulto, los años quizás no me habían otorgado una gran sabiduría por estar tantos años alejados, pero... entonces caí en cuenta de algo. Era algo tan simple qué de no haber hablado con mi sobrina quizás seguiría sin notarlo. Yo no había creado ningún vínculo.

Me levanté mirando el cuadro de toda la familia pegado en la pared. Estábamos todos ahí, pero al mismo tiempo yo seguía sin estar del todo. Era como ver al mismo Bruno de joven, con la diferencia qué los años ya le habían caído encima.

Había regresado hace unos pocos meses, y aparte de compartir un lazo de sangre con ellos no sabía de sus vidas, qué habían echó y ellos de igual forma no me conocían, ni siquiera mi madre y hermanas. Había sido así desde qué mi don fue causando más y más problemas.

Salí entonces de la habitación. Al bajar de las escaleras la luz natural se fue haciendo más brillante hasta llegar al pasillo dónde las demás puertas brillan. Todas unidas, el único apartado en un recóndito lugar era yo.

¿Cómo podía volver hacer parte de la familia? Era una pregunta qué me había perseguido por años, y ahora lo sabía. No podía ocultar mi don, de inevitable forma volvería a surgir y si en ese momento terminaba dañando a las personas que más me habían apoyado ya no tendría razón para quedarme aquí.

Fui en busca de mis cuadernos, dónde había relatado mis memorias desde qué escape. Me propuse a encontrar alguna clase de patrón en esas páginas polvorientas, y me encerré en la habitación de Toño, las cosas qué ocurrirían en las siguientes horas solo las sabría cuándo una visión se presentará, trayendo un temor qué no conocería hasta ese momento.

El encanto de una predicciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora