♣18.La Bruma Mágica♣

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Alec estaba sentado junto a la barra. La posada era pequeña pero iluminada y limpia. En una esquina del salón algunos jugaban animados a las cartas. Los observaba en silencio y sonrió nostálgico. La dueña, una mujer regordeta de mediana edad se le acercó y le puso delante una enorme jarra de metal con adornos naturalistasmientras le sonreía.

— No quieres acompañar esta cerveza de calabaza con un delicioso asado que tengo allí detrás. — le hizo una mueca cómica y Alec rió. Siempre trataban de sacar mucha plata a los forasteros.

— Venga, sírveme dos raciones. — contestó siguiéndole el juego.Ella volvió a sonreír y se fue canturreando alguna canción en otra lengua. Alec la vio desaparecer en la trastienda.

— Ya estoy... — se sobresaltó cuando Elizabeth le pegó en el hombro de pronto, con mucha alegría. Se volteó para verla sonreírle con esa manera tan maravillosa que tenía de hacerlo y se quedó disfrutándola.El corazón se le aceleró en el pecho. — Tienes cara de tonto Alec... — el sonrió y se le acercó despacio para besarla con ternura.

Elizabeth le devolvió la sonrisa con un suspiro cuando sus labios se separaron. Le encantaba perderse en ese riachuelo de verde claro que eran sus ojos felinos cuando la miraban con intensidad. Suspiró otra vez y se sentó en la banqueta junto a él.

Él continuaba mirándola. Se había quitado la túnica elemental, debía pasar desapercibida en su compañía, y optó por ponerse uno de los pantalones de cuero, muy ajustados, que usaba para los entrenamientos, una camisa blanca también sujeta a su figura esbelta por el chaleco de hebillas ycubriéndola totalmente, la larga capa de terciopelo negro. Se recogió su cabello en una cola de donde escapaban algunos mechones rebeldes. Alec la contempló extasiado y con delicadeza colocó uno de aquellos rebeldes detrás de su oreja.

— Me encanta como te ves mi elemental. — Elizabeth hizo una mueca incrédula — ¿Qué has hecho con el color del cabello?

— Tu hermana me ha dado una poción para ocultarlo, aun se ve claro pero lo he mezclado y prácticamente no se nota. — él abrió los ojos en gesto de asombro y agarró su jarra de cerveza para dar un gran trago.

Elizabeth lo observaba y le estremecía su virilidad. Ya no podía escapar del amor y el deseo ardiente por aquel hombre, tenía la magia de hacerla sentir con solo su presencia y le encantaba ese nuevo mundo de sensaciones. Su mezcla de salvaje y tierno a la vez le recordaba a las descripciones de los naturalistas, pero demasiado atractivo para ser solo uno de ellos. Los Shinning fueron de estirpe real, no era la única vez que la realeza se mezclaba con el don de la Guerra. Había sido una maravillosa alianza de amor en tiempos muy antiguos cuando HavensBirds era más libre,cuando para el Concilio ellos no eran considerados monstruos porque no peligraban sus intereses.

Notó que Alec también se había cambiado de ropa. Se recogió su melena cobriza atándola en la nuca.Se puso una camisa y una chaqueta verde, a juego con un pañuelo también verde atado al cuello de forma sexy. Parecía un noble y a Elizabeth esto le causó risa y excitación a la vez.

— He pedido asado, debemos comer. — habló al fin mientras se limpiaba restos de espuma de su barba.

Ella apoyó las manos sobre la mesa y se quedó pensativa. Sintió una extraña inquietud en su interior. Había tomado una decisión muy delicada y no dejaba de sentir la sensación de que había sido muy a la ligera.Parecía que su energía interior protestaba contra su razón. Gracias a la Diosa, Alec estaba a su lado.Habían transitado todo el camino hasta aquella comarca, cerca de Puerto Verde, y él no había dejado de darle ánimos y acompañarla en su decisión. Se sentía muy feliz por aquel regalo. Era la primera vez que se sentía protegida e importante para alguien que demostraba su adoración.

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