Locura

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Nadie sabía la razón del alboroto que estaba causando el director del FBI. Las personas a cargo de la sede veían con desaprobación el monitor de la pantalla y sus ceños se fruncían en demasía al ver el punto blanco que a gran velocidad se dirigía a su localización.

Viktor no había comentado nada y su media sonrisa solo delataba su estado de ánimo, burlesco veía los localizadores de la facción vecina, la cual perseguía a su esposo. Negó divertido para voltearse y correr a la entrada de su trabajo, en espera de Horacio.

El derrape y las sirenas fueron dignas de película de acción, haciendo reír al alto hombre que se acercaba al moreno, quien con rapidez se sacaba sus implementos para ejercer su labor.

Con una enorme sonrisa adornando su rostro, pronunció:

–¡Vamos, corre! Sácate el rastreador y tira la radio. – A pesar de su confusión acató la orden y sus acciones aceleradas exclusivamente fueron detenidas por unas manos ansiosas que quitaban lo anterior mencionado. –¡La poli ya está aquí! – exclamó eufórico – ¡Sube al coche!

Cuando entraron a la zona, ellos iban de salida, gracias a su conocimiento previo, rieron a carcajadas por las acciones y cada tanto el peligris volteaba a mirar si lo seguían. Únicamente cuando el
entusiasmo bajó, el teñido le explicó la situación.

– Quería una cena con mi esposo en la playa y no me la dieron por las buenas así que...

– ¿Estoy siendo secuestrado entonces? – preguntó burlón, mientras se acomodaba en el asiento del copiloto.

– Para ellos, sí, pero yo no te obligué. – Movió su cabeza de lado a lado, juguetón. – Te extrañé. – Comentó dándole una mirada rápida, ya que la carretera estaba muy transitada para besar las mejillas de un sonrojado Viktor.

– Yo también – sonrió ligeramente para ver el camino, que gracias al atardecer era completamente hermoso.

–No me diste mi besito de buenos días así que la cena solo es pizza y vino. – Horacio miró de reojo a quien negaba divertido.

–¿Te lo puedo dar cuando lleguemos?

–¿Por qué no ahora?

–Porque estás conduciendo, Cолнце.

El afanoso ser aparcó el auto de una manera nada legal y señalando su cabeza indicó el punto donde su marido posaba sus labios cada mañana antes de ir a trabajar.

– Ahora mi día está completo...

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