Las flechas de cupido

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– Basta, Cолнце, tenemos que ir al trabajo. – regañó mientras recogía las flechas de plástico que fueron anteriormente lanzadas a su espalda mientras se peinaba.

– No quiero~

– Lo sé. – Rio suavemente y se acercó al que portaba un arco de juguete en sus manos, objeto que era demasiado pequeño para el fuerte hombre que realizaba un gesto fingido de empezar a llorar.

– Ven. – Este abrió los brazos para que el teñido fuera a ellos, lográndolo con una sonrisa dedicada a él realmente hermosa, una de las imágenes que Viktor quisiera enmarcar.

El moreno se acurrucó en su lugar, el cual ya era de conocimiento de ambos, sus acciones automáticas evidenciaba lo cotidiano que era dicho movimiento.

La pose de la barbilla en la coronilla de Horacio, quien acurrucado en el hueco de cuello contrario aspiraba la mezcla de aromas del ruso, mientras este los sostenían con un abrazo al torso, firme y suave a su vez.

– ¿Alguna flecha sirvió? – interrogó cuando ligeramente dividió a mirar los luceros que lo tienen completamente loco.

– ¿A qué te refieres?

– Pues... – Este tímidamente dibujó con su dedo corazones en el pecho de su delante. – ¿Alguna flecha sirvió para que te enamoraras de mí?

– Horacio... – Besó la frente de este para que sus ojos se conectarán. – Creo que cupido hizo demasiado bien su trabajo, pero tú haces que este sentimiento se intensifique, tienes un no sé qué que hace que te ame más. – Sonrió solo al ver la expresión contraria – ¿Podrías por favor dejar de enamorarme? Que mi corazón va a explotar únicamente viendo tu sonrisa.

– No, no puedo. – Contestó besando el mentón de su pareja. – Porque yo me siento igual.

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