Corazón y en otra vida

192 17 2
                                    

> Día 9 y 10


Habían arribado a su hogar, totalmente agotados por el trabajo extra que tenían que realizar por las nuevas personas que rodeaban la sede.

Ambos hombres amaban su profesión, pero hoy era de aquellos días que solo querían descansar por la sobrecarga de todas las situaciones.

– ¡Oh!, mon amour, ven aquí. – Viktor le dedicó una media sonrisa y caminó encorvado, haciendo que el moreno se sorprenda cuando este lo abrazó, escondiéndose en su cuello.

– Cолнце~

– ¿Si? – Este dejaba caricias en la espalda de su esposo, reconfortándolo al estar al tanto de su estado. En cada movimiento este sentía como el cuerpo contrario se relajaba, creándole una curvatura de labios de pura felicidad, al sentirse útil para su amado.

– Estoy tan cansado... Me siento viejo. – Rio suavemente y se separó únicamente para envolver en brazos a Horacio. – Ahora si te creo que estoy oxidado.

El de cresta reía por el comentario y se aferraba al pecho del ruso, acurrucándose en él, pese a querer seguir realizándolo, se separó para tomar la mano del su pareja, dirigiéndolo a su cama.

– Relájate... Lo haré hoy. – Sonrió para besar la frente, al poder finalmente alcanzarlo. – Voy por la pijama, quédate aquí, no te muevas. – le picó contadas veces, sin llegar a ser brusco, en donde anteriormente se posaron sus labios.

– Voy a sacar tu favorita. – Informó mientras el armario era abierto, tomando así un conjunto celeste y con detalles azules eléctricos.

Regresó al notar que el de pálida piel empezaba a retirar su chaleco. – ¡Hey! Déjate cuidarte, cariño.

– Vale... – Este respondió de manera afirmativa únicamente porque Horacio se lo pedía.

– Nunca te lo había dicho, pero yo también amo esa pijama. Te ves adorable con el pequeño gatito bordado.

– La compré por eso. – confesó con una sonrisa. Aquella prenda fue adquirida solo por el detalle de un felino sentado bordado con hilo de un color zafiro.

Las manos de director iban desabotonando la camisa blanca que acostumbraba a llevar su marido como uniforme, así como el pantalón negro que era de su autoría, mismo que era deslizados por las piernas blanquecinas. Con anterioridad habían sido retirados las calcetas y zapatos respectivamente, dejando sin complicaciones el proceso de desvestir.

– Oxidado dice, pero estás mamado. Ojalá ahogarme ahí.

– ¡Horacio! – no pudo evitar reírse por la ocurrencia de este y un poco avergonzado se tapó lo anterior destacando.

– No me vengas con esas que te he visto hasta los pecados.

El aludido negó totalmente abochornado, dejando que su otra mitad lo vista con delicadeza, aun cuando sus manos no eran para realizar actividades suaves.

Una vez terminado su objetivo, sin miramiento, Pérez empezó a desvestirse, quedando solo en ropa interior. – Anda, a la cama. – al mismo tiempo eran desacomodas las colchas para poder recostarse.

– ¿Vas a dormir así? – preguntó por mera curiosidad.

– Obvio, hace calor. Además, está limpio, me lo cambié en la sede. – Aclaró riéndose al notar la confianza que tenían. – Hoy serás mi almohada y canción de cuna.

– ¿Ah sí? ¿Y qué se debe ese honor? – entre aquella contestación, este se acomodó debajo de las cobijas, un tanto posado en el espaldar de la cama y pegando tres golpes el lado derecho de su lecho en señal de que el moreno se recueste a su lado, quien no tardó más que unos segundos.

Home |PAUSADA| #VolkacioLovingMonthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora