Mi nombre pronuncia otro nombre,
mi cuerpo abraza un cuerpo muerto
que no ha sabido vivir.
El tiempo desasna mis pasos
en el espiral del olvido.
Ya no hay espacio donde plantar mis palabras,
alguien completó el poema
que dejé inconcluso sobre la mesa de los inviernos.
Me entran todos los silencios
y soy un eco débil ante los gritos del mundo.
He vivido creyendo ser un rey,
pero mi único reino es la huella
que dejan mis pies.
El tiempo demuele dioses
y es el polvo quien se extiende con el aire;
todo se reduce a la nada.
Palpo mi rostro y no es mío,
quizás lo fue en un tiempo que ya olvidé,
lo único que reconozco son estas lágrimas
y este dolor incomprensible.
Aquí adentro tengo una jaula
y un pájaro que canta tristezas.
El tiempo me ha succionado
en su negro agujero,
pero una parte de mí aún resiste.
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POEMAS PARA NO MORIR DE SOLEDAD
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