CAPÍTULO NUEVE

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Alexander estaciona el carro en una acera de manera que no le genere problemas para otros vehículos y camina hasta estar al lado de Luna.

— Es un lugar muy bonito... — le escucha murmurar, mientras que, de manera distraída mira a su alrededor y aprieta su bolso contra sí misma. Alexander observa embelesado la manera en la que sus ojos se mueven de un lado a otro admirando el tenue azul grisáceo del cielo, que trata de sobresalir sobre las nubes casi negras, que avisan una posible lluvia.

— Sí, lo es — dice, tomándose el atrevimiento de tomarla del antebrazo suavemente para que no se ponga en alerta o a la defensiva, y la guía por un caminito de piedras blancas,  adornadas a sus costados  con un césped de un verde intenso.

Mientras caminan el viento se hace un poco más fuerte y el estómago de Alexander ruge, exigiendo algo para comer — ¿Quieres algo de comer?

Ella se queda en silencio, como si dudara y luego niega suavemente con su cabeza.

Él aprovecha para observarla y darse cuenta de varias cosas no están como deberían: su cabello no luce como lo hace normalmente y aunque sus crespos están ahí, lucen resecos y sin definición, sus labios no lucen igual de apetecibles y brillantes que siempre, no tiene ese labial de color cereza que hacen que brillen y destaquen, si de por si resaltaban por lo gruesos que eran, ahora ya no, ahora lucen resecos y agrietados, y finalmente está su morena piel, ahora  carece de brillo e hidratación es como si el encierro y el luto le estuviera pasando factura.

Y no de buena manera.

— ¿Segura? — cuestiona dejando de observarla — El señor de allí vende unas arepas con queso muy ricas.

—No, por ahora no quiero comer nada — arruga su nariz mientras niega y se encoge en su lugar, haciendo visible su incomodidad — gracias.

—No tomes a mal lo que te voy a decir, — menciona Alexander con cuidado, observando como los pómulos se le marcan de una manera poco saludable — pero te ves muy delgada, se ve que no estas comiendo bien, ¿Segura que no quieres algo de comer o beber?

Aquella preocupación, solo hace que a Luna se le revuelva el estómago.

Le choca ver la preocupación de otros por ella.

— ¿Puedo preguntarte algo? — responde a cambio y aunque su cara demuestra seriedad, el cansancio de su rostro es evidente. Alexander sin saber que responder y elevando su ceja izquierda, asiente — ¿Puedes llamar a tu hermana?

Aquello lo desconcierta.

— ¿Para qué? — busca entre sus bolsillos el celular, pero sus ojos se mantienen fijos en ella.

Luna eleva sus hombros y camina hasta encontrar una banca de concreto y se sienta ahí, siendo consciente de que Alexander la observa en busca de una respuesta. — Creo que es tiempo de que me dé la cara — frota sus ojos con suavidad y luego relame sus agrietados labios — Si la llamas tú, ella va a venir.

— Pueden hablar en la universidad — él, un poco nervioso, se excusa para no tener que hacerlo, al notar su evasiva, ella rueda sus ojos — Es más fácil.

— Yo sé —  muerde con fastidio sus labios y corta el contacto visual, toma uno de sus rulos y empieza a jugar con el de manera distraída, como si tratara de evitar decir algo — Pero me siento un poco incómoda contigo — La boca de Alexander se abre un poco, formando un pequeño círculo, las cejas se elevan al oírla y el cuerpo se le tensa — No me malinterpretes, pero eres el hermano de mi amiga del cual solo sé su nombre y en dónde trabaja— vuelven a mirarse, pero esta vez ambos luciendo incomodos — ni si quiera sé qué porque acepte venir contigo...

Mentiroso.© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora