CAPÍTULO TRECE.

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Papá estaciona el auto y yo me bajo para caminar hasta la puerta de la casa y soltar un pequeño bostezo, busco entre mis bolsillos las llaves para poder abrir, pero esta se abre de repente y las cejas fruncidas junto con sus ojos juzgones de mi mamá, me dan la bienvenida.

— ¿Tú crees que esta casa es hotel como para irte y llegar cuando se te de la gana? — suelto un suspiro y muerdo mi labio inferior para no decir algo inapropiado, paso a su lado rozando su hombro descubierto y papá me sigue, mientras le murmura algo — ¿De dónde vienen?

— De mi trabajo — digo cansada y me voy a mi habitación, sin esperar ningún tipo de respuesta de su parte.

Paso por la habitación de Leandro y miro la manija deseando tener valor y abrir la puerta, para poder oler así sea su loción.

Niego suavemente con mi cabeza e ingreso a mi habitación cierro la puerta y me coloco la pijama, me acuesto, coloco la alarma y cierro los ojos para poder dormir.

No sé cuánto tiempo pasa desde que cerré los ojos, pero no puedo evitar removerme y sentir escalofríos al oír mi nombre provenir de algún lado.

"Luna"

"Luna"

Abro los ojos, al escuchar la voz lejana de Leandro pronunciar varias veces mi nombre, miro a mi alrededor y un paisaje enpobrecido y gris se expone ante mis ojos.

Hay árboles secos al igual que lo que supongo yo, es un riachuelo, el pasto bajo mis pies está tornado de un verde opaco, casi del mismo color cuando las hojas de los árboles empiezan a secarse al caer de el , el cielo está totalmente nublado y es casi imposible no temblar ante el frío viento que me abraza y recorre mi cuerpo de pies a cabeza.

O eso es lo que puedo sentir.

Miro a mi al rededor al escuchar a Leandro hablarme nuevamente, pero está vez su voz la oigo tan sombría, que me perturbar y asusta.

Tanto es el miedo, que una especie de angustia se instala en un santiamén sobre mi pecho; camino en la dirección de la que proviene la tormentosa voz ignorando por completo el miedo que me dice que deje de caminar, me detengo cuando finalmente lo veo sentado sobre una desgastada banca café de madera, luciendo como la última vez que lo ví con vida, ojeroso y cansado.

Camino en su dirección y me paró frente a él, su cuerpo no luce como cuando lo encontraron flotando en el río, no tiene la cabeza rota, el rostro y el cuerpo hinchado o la gran línea que atravesaba su cuello y exponía parte de su tráquea.

"Luna"

Susurra y un escalofrío me recorre de pies a cabeza.

— ¿Estás bien? — no puedo evitar preguntar o que mis ojos se tornen aguados.

"Estoy muerto"

La hostilidad en su voz me hace sentir incómoda.

— ¿Qué necesitas? — cuestiono — ¿No puedes descansar en paz?

"Necesito que dejes de meterte en dónde no te llaman, renuncia a ese trabajo y deja de preocuparte por mí, ya no estoy vivo"

— Pero te extraño — limpio las lágrimas que se escapan de mis ojos sin avisar y suspiro — Necesito saber quién te hizo esto y porqué...

"No me extrañaste estando en vida, ¿Ahora me extrañas estando muerto? Te voy a dejar clara una cosa Luna, no necesitas saber nada y si de verdad me quieres y deseas que encuentre paz, deja de buscar y sigue con tu vida"

Cierro los ojos con fuerza y niego.

— No puedo.

"Pues tienes qué, y si no dejas el tema por el bienestar de todos, por tu culpa no voy a poder descansar en paz como tú y mi mamá lo desean"

Mentiroso.© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora