Capítulo dieciséis

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Matías no vive en el campus.

¿La razón? No tengo idea. Pero dice que no le agrada. Que no le agradaría tener que ducharse en un baño compartido. A mi, eso me da igual, mientras mantenga buena higiene.

Tengo muchas preguntas pero solo puedo resolverlas a la par que él quiera decírmelas y que no lo desespere.

- Puede ser que seas callada en una primera impresión, pero vaya que cuando tomas confianza no te para el pico.- me dijo un día, en una cafetería.

Obviamente él no quería que estuviera de fisgona cuando había tanta gente alrededor.

- ¿Me perdonas?- le dije, en tono "arrepentido".

Se rió por lo bajo y tomó un trago a su bebida.

Es aficionado del café. Lo veo con una dosis diaria y siempre le comento que no es bueno a su corta edad hacer eso. Pero le da igual. Parece que a la vez, todo y nada le da igual.

Celia no sabe nada aún. De hecho, nadie a parte de Aria, sabe nada de nada.

En las pocas semanas que él se ha mostrado caritativo conmigo, ha ido desvelando poco a poco la razón de su existencia, cosa que agradezco mucho. Pero casi todas nuestras conversaciones, las tenemos en su departamento, a unos minutos de Frezio.

- Es tu culpa que esté aquí ¿lo sabes? - me dice, muy malhumorado. - Tuviste que elegir la escuela de fresas, hijos de papi. - me dice en tono acusatorio.

- Ey, no es mi culpa. Patrick...eh. - él desvía la mirada ante la mención de su nombre.- Bueno, él siempre quiso que fuera a esa escuela.

Él asiente, en signo de comprensión y continúa haciendo cosas en su habitación. Es muy pulcro, más de lo que imaginaría a cualquier persona serlo. Incluso a mi misma y vaya que crecí con la abuela "pulcritud".

Yo siempre espero en su silla de escritorio, desordenando sus cosas y jugando con sus figuras de acción de Marvel que probablemente tiene desde pequeño.

- ¿Puedes no...?- me dice, volteando a ver mis manos. - Solo quédate quieta.

- No soy un perro, Matías. -

Y repetimos esa rutina una y otra vez.

- Tienes que recordar no hablar de esto. - me dijo, el primer día que conocí su apartamento. - Nada puede salir de estas cuatro paredes y debes recordar que de ser así, estás en peligro. Más bien, estamos ¿lo entiendes?-

Ese día, me quedé hasta la madrugada, preguntando sin cesar e intentando mantener la calma ante lo que me estaba diciendo. Soy buena guardando secretos. Pero sentía que podía explotar con tanta información que se me estaba dando.

Tuvimos que preparar dos tazas de café para cada uno, e incluso encargamos la cena. Pero entonces comprendí una cosa: Matías tampoco lo sabía todo. No sabía la razón de por qué habían tenido que escapar de su vida anterior ni realmente de qué estaban escapando.

Podía hacer suposiciones, pero ni a él se le había dicho todo.

- Espera. Espera. - le dije, en un punto de la noche.- Patrick...ese día que me vino a visitar, ¿dices que te vió afuera de la enfermería?-

Él asintió.

- ¿Hizo algún gesto de sorpresa o algo?-

- No que yo recuerde, no. - me dijo, cautelosamente.

- Tu ya sabías que él sabía dónde estabas.- adivino.

- Sí, sabía que él estaba al tanto de que no había muerto. -

Querido hermano...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora