Capítulo I

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Se abre un paisaje blanco, el viento gélido en lo alto de las montañas golpea de nuevo el rostro juvenil de quien sube con mucho esfuerzo, pero con gran decisión.

Golpea una roca con su báculo de madera para recobrar el aliento, le duele el pecho al llenársele los pulmones del frío invernal. Sabe que el camino ha sido muy largo, ha sido muy peligroso, que él, es solo un humano. Pero, es precisamente esto lo que los hace tan especiales, esa fuerte determinación de supervivencia.

Tras unos segundos de descanso, reanuda su andar. A su alrededor, se alzan 8 montañas más, todas ellas con faldas verdes pero blancas cuestas que amenazan con una muerte terrible a cualquiera que no le tenga el suficiente respeto a la naturaleza. Todas y cada una de ellas, fueron visitadas por el mismo muchacho obstinado, su cantimplora ya no lleva agua, sus raciones de comida ya se han agotado, pero él no se ha detenido. Es demasiado el peso de la esperanza que lo mantiene a flote en aquella tormenta de malos giros de la vida.

Y es que este joven, ha sufrido mucho. Es fuerte, apuesto y prometedor, pero su corazón es tan endeble y suave como el tofú y cálido como el aceite dulce de durazno.

Sube un poco más, su pie resbala, pero logra estabilizarse al alcanzar una rama cercana. Su respiración está agitada, pero tras unos segundos se arroja impulsado por la imagen en su mente: una madre enferma que lo espera en casa.

El viaje y su búsqueda han sido solo por una noble causa: rogar a los cielos por una cura milagrosa para la mujer que lo ha criado, que lo llenó de besos en las noches tristes y lo acunó en sus brazos cuando el llanto acudía a él.

—¿Has escuchado sobre la leyenda de los Su Shuang?

Binghe dejó de mordisquear el último dumpling de su plato y su oreja casi cual felino se alza ante la mención de un ser místico.

—¡Claro! Son las grullas que acompañan a los inmortales y dioses en la isla mágica de Peng Lai.

—Exacto, se dice de estos seres que sirven a los inmortales, proveen de entretenimiento, se dice que sus bailes son tan hermosos que son los únicos que pueden hacer que Han Xiangzi* y Lü Dongbin* dejen de beber.

*(Dos de los ocho inmortales)

—¿Me estás haciendo perder mi tiempo de descanso para contarme historias para niños? ¡Vete a freír arroz si no tienes algo mejor que hacer!

El hombre fingió molestia mientras dejaba ir al pobre camarero a descansar, se volvió a sentar en su taburete de madera cerca de la puerta y continuó fumando desde su pipa de jade barato. Binghe termina su comida, paga por ella y se retira con una reverencia simple.

Los Su Shuang no únicamente son grullas de hermoso plumaje y grandes habilidades artísticas, también se dice que poseen los conocimientos de la inmortalidad, la abundancia y sapiencia universal. Son capaces de crear ríos y proveer comida, curar enfermedades y enseñar grandes lecciones bajo la piel falsa de un humano.

Y es a ellos, a quien Binghe busca.

Ellos... Tienen la capacidad de la curación completa, justo lo que necesita su madre. Tras aquella tarde en la que escuchó descaradamente esa pequeña conversación, confirmó de nuevo, tras 3 días de viaje que debía continuar su búsqueda.

Pero, claro, los seres míticos no se encuentran a la vuelta de la esquina o bajo la tercera piedra del camino o en la primera montaña que subas. Las grullas celestiales, las diversiones de los grandes inmortales solo vagan en el mundo humano por un lapso corto, si acaso un centenar de años, desaparecen tres siglos y luego vuelven a hacerse presentes. Los pocos escritos que hablan de estas bestias celestiales dicen que brotan cual tallo de bambú de los ojos de agua que se encuentran en las profundas altitudes de las montañas. Claro está, los ojos de agua que se encuentran en las montañas muchas veces están congelados, pero esto no es impedimento para la divinidad, estos animales, harán que el hielo se derrita enseguida y emergerán. Sin embargo, son seres vigilantes y prudentes, solo salen cuando lo consideran realmente necesario o algo es sumamente interesante para ellas.

La grulla y el primogénitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora