Capítulo VI

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Binghe tragó ruidosamente al mirarlo. Apenas unas gotas de sudor se asomaban en su frente.

­—¡Estás herido! ¿Por qué no lo dijiste antes?

Shen apartó su agarre.

—¿Cómo me llamaste?

El joven guardó silencio, ¿de verdad iban a perder el tiempo en eso?

—No he tomado discípulos en siglos y seguiré así por mucho tiempo más. Así que... ¿por qué...?

—Te dije que te daría todas las respuestas, pero ¿cómo puedes pararte con una herida así en tu espalda? ¿Fue la bestia de antes? Hay que revisarla.

Cuando intentó volverlo a tocar, Shen se movió ágil y apareció varios metros alejados de Binghe.

—Vaya osadía se ha sembrado en ti en todos estos años.

Binghe se apresuró a responder:

—No soy osado, estoy preocupado. Por favor, acércate, déjame ver. Estamos todavía dentro de la ciudad, podemos ir a buscar un médico y...

La grulla avanzó de nuevo veloz, lo tomó del cuello y al segundo siguiente Luo Binghe sintió cómo el mundo giraba ante sus ojos. Apartó la vista cuando notó como sus pies dejaban el suelo y ahogó un grito cuando se vio apartado de la ciudad... Muy, muy lejos.

—¡Shizun!

Gritó intentando rebasar el ruido del viento en sus oídos. No obtuvo respuesta, solo sintió el frío colarse en su ropa. La grulla lo tenía sujeto con una pata desde el cuello de sus túnicas. Agitaba las alas y el pico se erguía perfecto y silencioso rompiendo cualquier impedimento.

Binghe nunca había volado de esa manera, no temió que su señor lo intentase asesinar desde esa gran altura, así que solo le tomó un momento antes de ponerse a ver el paisaje nocturno. Pasaron minutos que antes habían sido casi horas y llegaron de nueva cuenta a la zona de la neblina densa.

Con cuidado, el chico fue dejado en el suelo y la grulla revoloteó solo una vez antes de brillar y transformarse de nuevo en el hombre.

—Querías mi ayuda para limpiar este desastre, ¿no es así?

Luo Binghe guardó silencio, su corazón estaba demasiado excitado por todos los acontecimientos del día, cuando viajó para aquellas agresivas tierras, luchar contra el oso, ver aparecer a la preciosa grulla de cresta roja. Aún con todo eso, no podía entender qué era exactamente lo que la hacía ponerse tan mezquina, ¿qué hizo él para hacerlo enfadar tanto?

Pronto lo descubriría.

—Tu espalda...

Dijo, sin importarle en responder lo que antes le habían preguntado.

—No hagas un revuelo, ahora colócate en este lugar.

Señaló con un dedo un punto cualquiera. Luo Binghe no tardó nada en guardar silencio y hacer lo que le indicaban. Todavía podía ver la preocupación en sus ojos, Shen Qingqiu quería pedirle que mirase a otro lado, que la mirada que le prodigaba le estaba ocasionando un revuelo en el pecho. Todavía no podía olvidar el dolor que le había quedado la noche de los fuegos artificiales.

Tragó saliva, deseando pasarse esa amargura, pero ni así funcionó. No quería su lástima, no quería su compasión, solo quería terminar lo que empezó.

—Concentra la energía en tus pies, haré un hechizo, así que no puedes moverte, si lo haces la formación se romperá y podrías salir herido.

—Si, shizun.

La grulla y el primogénitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora