Capítulo 5

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Durante los siguientes días, Tartaglia no había coincidido con Zhongli. Por la mañana hasta el atardecer se encargaba de entrenar a los reclutas. De los 30 iniciales solo habían quedado 13, pero todos ellos tenían el potencial y la fuerzas necesarias para avanzar en la escala de poder dentro de los Fatui. Al llegar al que ahora considera su hogar, el banco del norte, su secretaria le daba el papeleo y los mensajes del día, que revisaba en su habitación hasta bien entrada la noche. El pequeño pisapapeles había quedado hermosamente pulido y a veces se encontraba jugando distraídamente con él mientras leía sus informes.
El sexto día de entrenamiento lo había acabado pronto, antes del atardecer, así sus soldados podían disfrutar un poco más del siguiente día, que era libre. Se dirigió al restaurante Wanmin para pedir para llevar y allí se encontró con Zhongli, que hablaba con una chica.
-Vaya, vaya ¿quién lo hubiera pensado? Te gustan jovencitas- dijo mientras posaba su brazo sobre el hombro de Zhongli, colocando el otro en su cadera y rizando sus pies.-Buenas tardes querida- le guiñó el ojo. Ella, en reacción, río con alegría y empezó a hablar en una lengua que no conocía. Cuando la muchacha se dió cuenta de la cara de confusión de Tartaglia, puso las manos sobre su boca.
-Ay, ¡mil disculpas! Hablaba con el Sr.Zhongli en mi lengua natal y a veces no me doy cuenta de cambiar el idioma.- la muchacha se sonrojó un poco y sonrió tímidamente.-Mi nombre es Mao Xiangling, un placer.- fue entonces cuando un pequeño oso se acercó al grupo y gruñó.-Este es mi compañero Guoba, justo ahora estábamos por empezar a cocinar.-
-¡Genial! Llevo todo el día fuera y me muero de hambre.¿Y tú, Zhongli?-
Este, se apartó y le miró de reojo.
-Tengo otros asuntos que atender, pero por favor, disfruten la comida en mi nombre.-
-Venga Zhongli, no seas así, cena conmigo- le puso ojitos de cachorrito, aquellos que sabía que funcionaban con las mujeres difíciles.
-Sí, por favor, me encantaría seguir hablando- dijo la niña. La verdad, Tartaglia quería estar a solas con Zhongli, pero Xiangling no parecía tan retorcida como Hutao, así que le cayó bien.
Zhongli, presionado, al final suspiró y dio su aprobación. Se sentaron en la barra del restaurante y observaron como la pequeña chef cocinaba gracias a su compañero. Era excepcional en su desempeño, tenía gran técnica con el cuchillo, también sabía controlar muy bien la sartén y su temperatura, consiguiendo que la comida estuviera jugosa.
Mientras, Zhongli y Tartaglia bebían y hablaban de trivialidades.
-¡Todo listo!- había preparado una sopa de pescado, pero lo había preparado para llevar así podían comer tranquilamente bajo los árboles de la plaza.-Podemos irnos- estaba saliendo cuando apareció un mensajero de la posada Wangshu.
-Buenas tardes, ¿es usted la señorita Mao Xiangling? Necesitamos su ayuda en la posada, con bastante urgencia- el mensajero apenas podía respirar y sudaba a chorros, probablemente por las prisas.
-¡Sí, claro! Déjeme recoger mis utensilios y le sigo. Lo siento chicos, debo irme. Comeremos en otra ocasión- les cedió los recipientes con la comida y después de recoger sus objetos se fue a toda prisa tras el mensajero, con Guoba pisándole los talones.
A Tartaglia este giro de los eventos le alegró, así que aprovechó la ocasión.
-Ya que somos solo nosotros dos, ¿qué te parece comer en mis aposentos? Tengo una bonita terraza donde podremos sentarnos a observar el atardecer-
-Me parece una gran idea. Además, hace una gran tarde hoy.- levantó la vista al cielo y una pequeña brisa le acarició las mejillas. Sonrió con tristeza, pues llevaba un leve olor a dientes de león.-Una gran tarde-
Se dirigieron al banco del norte y subieron a la habitación de Tartaglia. Los ventanales llevaban abiertos desde que había salido de allí a la mañana, por lo que el ambiente estaba fresco. Desde la puerta, se veía el conjunto de mesa y sillas, del estilo de Liyue, con colores oscuros y flores de color bordó. Se sentaron a cenar y Tartagli pidió que se les sirviera té. En seguida, un empleado tajo las tazas y la tetera y se despidió en silencio.
Cenaron en silencio, observando como el sol se ponía y la gente terminaba sus asuntos y se dirigían a sus hogares. Poco a poco, las luces se fueron encendiendo, al igual que los faroles de las calles. Era la misma vista, pero el ambiente cambiaba al oscurecer. Se volvía más íntimo. Tartaglia aprovechó para robarle un vistazo al perfil de Zhongli, que observaba a los viandantes que quedaban. Tenía las pestañas largas, la nariz era regia y sus labios eran finos. Las puntas de su cabello eran de un color más claro. Puso un mechón de su cabello detrás de su oreja, lo que hizo que se diera la vuelta para mirarlo a los ojos.
-¿Pasa algo, Nobile?- tenía el ceño fruncido.
-No, solo tenias algo en el pelo- sonrió para aliviar la tensión, mientras se levantaba de la mesa.-¿Qué te parece si damos por terminada la cena? Hoy he visitado mucho y me encuentro cansado
-Por supuesto, te dejaré descansar.- se dirigieron al interior y Tartaglia cerró los ventanales; ahora que el sol se había ocultado estaba refrescando bastante.
Fue entonces cuando algo llamó la atención de Zhongli: el mineral de encima del escritorio.
-En agradecimiento a tan excelente infusión, te enseñaré algo- Tartaglia se dió la vuelta para ver la piedra en las palmas de Zhongli. Brillaba ligeramente más intenso que cuando era un pisapapeles, y poco a poco, empezó a flotar hasta llegar hasta el centro de la habitación, por encima de sus cabezas. Empezó a girar despacio y Zhongli, con un pequeño movimiento de sus dedos hizo que empezara a brillar con más intensidad. La habitación se llenó de pequeños rayos de color dorado que llegaban a las paredes transformándose en pequeños dragones alargados que volaban. Era hermoso, Tartaglia estaba sin palabras, maravillado ante aquella visión. Pero sabía un truco parecido, así que colocó sus manos en forma de cuenco y comenzó a recolectar bolas de agua, del tamaño de un puño y luego le dio formas de distintos peces y los mando a nadar al rededor de Zhongli, que lo miró sorprendido. Aquel era un juego que usaba en su hogar para distraer a los pequeños del pueblo para entretenerlos.
Los pequeños peces y los dragones empezaron a formar una extraña danza en la habitación y ellos dos simplemente sonrían. Poco a poco, Zhongli fue haciendo que la piedra bajará de vuelta a sus manos, así que antes de deshacer su magia, Tartaglia hizo que uno de sus pececitos le mordiera la nariz. Este se sobresaltó por el suave roce, pero fulminó con la mirada al otro. Tartaglia río y pensó 'adorable, es tan lindo...'. Y cuando se dió cuenta de este pensamiento, perdió toda su concentración, lo que hizo que los peces explotaran en el medio del aire, mojandolo todo.
Zhongli comenzó a reír.
-Veo que aún te falta experiencia para no perder la concentración- Tartaglia tenía el rostro de un color carmesí brillante.
-Puedo arreglarlo cuando quiera- hizo un mohín con la boca, gesto que solo hacia con su maestra, allá en su hogar natal.
-Estoy seguro de que es así- dejó en su lugar el mineral.- De nuevo, gracias por la cena. Nos vemos, Nobile- se dirigía a la salida y abrió la puerta.
-Mañana no tengo nada que hacer- 'de perdidos, al río'.

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