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CAPITULO 7

«Aleksander»

ALAI

La sonrisa me llegaba de oreja a oreja, hasta la historia que leía del libro dejó de ser interesante para mí y todo fue culpa de Ander por haberme dicho semejante cosa y así sin más. Me dejó flotando en una nube de algodón de colores y con los ojos soltando corazones por todas partes.

¿Qué tenía ese chico para provocar tantos efectos en mí? ¿Eran sus ojos? ¿Su sonrisa? ¿O tal vez me atraía porque sabía que era prohibido?

Entré a casa y arrojé las llaves en la mesa ratona de la sala principal, Alek se encontraba allí de espalda con un gran bolso deportivo color negro, cargaba algunas cosas que no pude identificar por lo rápido que fue. Cuando se percató de mi presencia cerró el bolso con su cremallera y volteó a observarme con los brazos cruzados, sus músculos cazaron mis ojos y me dejaron con la boca abierta al ver lo bien trabajado que tenía su cuerpo.

Vestía una camiseta negra sin mangas que le quedaba al cuerpo y daba lugar a mi imaginación. Su pantalón era gris deportivo al igual que sus zapatillas. Desde que vivo con él bajo el mismo techo jamás lo vi entrenar fuera de casa más que en su habitación, a lo mejor iba a comenzar a hacerlo desde hoy.

Su cabeza estaba adornada con un pañuelo estadounidense y los mechones de su cabello largo color castaño caían en sus hombros. Tuve que reconocer que me resultaba muy atractivo verlo vestido de esa forma. Sus comisuras se alzaron hacia un costado, una mirada llena de perversidad como la que me dio el primer día que pisé esta casa.

—Necesitas limpiar el piso —habló.

—¿Por qué?

—Es que se te cayó la baba. —Señaló con su dedo la esquina de su boca.

Amplié los ojos automáticamente, no me había percatado que me quedé paralizada por su belleza. Bajé la cabeza, tímida, y carraspeé caminando hasta la cocina aparentando como si él no tuviera ningún efecto dentro de mí.

—¿Y... sales? —pregunté para sacarle conversación.

—Adiós, Alaia.

—¿A dónde vas?

No respondió.

Abrió la puerta y se marchó con su bolso deportivo colgando en su hombro. ¿A dónde iba? Fruncí el ceño ante su actitud, podría decirme al menos que no era mi asunto saberlo, no cerrarme la puerta en respuesta. De mi parte, no me quedé con los brazos cruzados y menos con la duda atorada en mi garganta. Corrí por una chaqueta con capucha, por las llaves y salí corriendo.

Al cabo de un minuto tenía la capucha cubriendo mi alborotado cabello negro. Alek iba por delante a unos cuantos metros hablando por teléfono, sus pasos lo conducían hacia una calle la cual no conocía y me intrigaba mucho. Fui escondiéndome detrás de los árboles o de los pilares altos de ladrillos de algunas casas. No podía creer que en un día había observado en secreto a dos muchachos, me desconocía a estas alturas.

Llegué a una esquina cuando él cruzó la calle, me quedé allí por unos minutos esperando que Alek avanzara unos cuantos pasos más, lo último que quería era que se diera cuenta. Sin percatarme pisé un gran charco de agua de la lluvia de ayer. Mi rostro oscuro se reflejaba allí, se veía sin expresión, aunque las líneas debajo de mis ojos me hacían saber que estaba algo cansada, pero no me interesaba mucho por estar atenta al recorrido de Alek.

Cuando dobló la siguiente calle salí corriendo detrás de él, ya nos hallábamos bastante lejos de casa y en un sitio desconocido para mí. Me quedé cerca de un pilar de la última casa de esa calle y esperé el siguiente movimiento de Alek, para mi sorpresa, cruzando el barrio, había un terreno abandonado donde las antiguas casas estaban cubiertas por vegetaciones. Solo se podía ver más hierbas y árboles que ladrillos y cementos.

Mi última oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora