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CAPITULO 5

«Superar el pasado»

ALAI

—¡Suéltame, gilipollas! —Lo aparté de mí dando empujones y golpes con los puños.

—¡Joder! —protestó, poniendo los ojos en blanco a mi comportamiento hacia él—. Que eres dura, ¿eh?

—Mira, que estoy tan enojada que puedo golpearte la cara sin piedad, ¿entiendes?

Alek dibujó una sonrisa enorme y se inclinó delante de mí, ubicó su rostro de perfil y con su dedo índice señaló su mandíbula.

—Sin miedo al éxito, Alaia. Golpéame como jamás hayas golpeado a alguien.

—¡Que soy Alai, imbécil! —Lo empujé por los hombros y empecé a caminar para alejarme de él. No obstante, fue en vano porque me seguía.

Mi enojo iba creciendo a medida que lo tenía cerca. Con esto pude confirmar que jamás íbamos a llevarnos bien y que mi estadía en esa casa sería un infierno, no solo por Aleksander, sino que también mi padre y su nueva familia la cual seguramente sería muy perfecta, justo la que nunca pudo conseguir con mi madre y conmigo.

Atravesé la primera calle y el castaño continuaba pisando mis talones. Yo no tenía idea hacia dónde iría, pero necesitaba estar sola para tener la cabeza fría.

—Créeme que golpear a alguien te libera y mucho. Golpéame y estarás aliviada.

Sin dejar de caminar, volteé y lo encaré sin miedo. Tenía su rostro burlón tostado por el verano frente a mí, listo para oír mi próxima explosión:

—¿Tengo cara de que me importe lo que me digas?

Aleksander se echó a reír, mostrando sus pronunciados hoyuelos en cada mejilla.

—Me encanta ese carácter de mierda que tienes. Joder.

—Lo saco cuando gente como tú me agota la paciencia.

—Yo podría agotarte de otra forma —ronroneó.

Hice un esfuerzo enorme para no decir nada, si le seguía el juego no íbamos a acabar jamás. Doblé por la esquina de la calle y salí del barrio de mi padre. No conocía muy bien la ciudad, la última vez que salí de casa me perdí y tuve un golpe de suerte porque gracias a Ander pude regresar a casa.

No necesité pensar en ese muchacho otra vez porque ya tenía una cara algo tonta y no entendía la razón. ¿Cómo un chico que solo conocía de vista podía hacerme suspirar y lanzar flores por los ojos? Algo especial debía tener.

—¿A dónde vamos? —preguntó Aleksander, explotando esa burbuja en forma de corazón que formé por un instante.

—¿Y a ti quién cojones te invitó?

—Otra cosa que me está encantando de ti es tu boca sucia, espero que seas más sucia cuando tengamos sexo.

—¡Ya para, por favor! —chillé, y él detuvo sus pasos al igual que yo—. Necesito estar sola, ¿vale? Estoy pasando por un momento de mierda. Así que, por favor, lárgate, carajo.

Eché a andar, esta vez con rapidez para que no me siguiera de nuevo. Por suerte, me hizo caso y pude disfrutar de mi soledad. Tenía mucho por digerir, no solo la noticia de que tendría un hermano, sino muchas cosas que cargaba desde hace tiempo de las cuales no hablaba con nadie por miedo.

Y pensar en esos problemas hizo que mi cabeza se alterara a tal punto de ver ese fantasma del pasado de nuevo. Era la tercera vez en cinco días y ya empezaba a asustarme porque eso significaba una sola cosa: necesitaba ir al médico antes de que empeorara. Fui acercándome para hacerme entender a mí misma que nada era real, que solo era producto de mi imaginación. Y allí estaba él, parado en la esquina de la calle, sus manos en los bolsillos de su vaquero oscuro, su frente llena de sangre al igual que su camisa azul, sus ojos llorosos y cargados de enojo.

Mi última oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora