⁰⁴ Pipsefone y Damiades

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[Dip Mystical Au]

El Inframundo era un lugar oscuro, sin vida alguna en él, solo el alma de los pecadores y muertos, condenados a ser torturados por siempre allí, un lugar sin belleza realmente, plagada de desgracias y lamentos.

Ese era el hogar de Damien Thorn, Dios del Inframundo, hace mucho que gobernaba en ese lugar, la verdad es que ni el recordaba cuánto tiempo había pasado allí abajo, los "días" se le hacían monótonos y sin gracia, desde la última batalla contra su padre Kronos no había tenido nada de diversión y se sentía vacío por dentro.

A éste lugar le falta algo, siempre pensaba el joven rey pero hasta ahora no había descubierto ése algo, solía vagar por la tierra, deleitándose con la vida que había en esta, con los bellos animalitos que corrían por el bosque, con los árboles frutales que florecían y dejaban un bello color por todo el lugar, a él le faltaba ése algo bello que endulce sus días.

Es así como un día en los que paseaba por los terrenos de su hermana, Diosa de la agricultura, observó una figura angelical a lo lejos, algo que sus ojos nunca habían divisado antes, se acercó lo mejor que pudo y se colocó detrás de una roca de gran tamaño para observar aquella figura.

Cabello de oro que bailaba con la fresca brisa de la primavera, cuerpo delgado y bien dotado, fino y hermoso como el más maduro trigo, ojos del color del mismo cielo, tan azules que parecían brillar con el sol, facciones preciosas que lo hacían confundir con alguna ninfa del bosque, pero no era eso...solo era su sobrino Pip Pirrup, hijo de su más "querida hermana" Red, una chicha amargada con la vida misma, no se parecía en nada a su precioso hijo.

Damien había visto a aquel joven cuando solo era un recién nacido, no le llamó mucho la atención, era otro más de los hijos de su hermano, pero ahora que lo observaba más crecido, más maduro, más deseable, le daba tantas ganas de convertirlo en su rey, su compañero de toda la vida, tenía ganas de estar a su lado para siempre, se había enamorado de ese jóven con apariencia angelical.

Pero obviamente sabía que su hermana nunca se lo permitiría, Pip era su hijo más querido y adorado, nunca lo dejaría marcharse al Inframundo junto a él, solo le quedaba observarlo a lo lejos, sin falta lo seguía con la mirada, lo veía cada día cuando recogía la madura fruta de los árboles, como ayudaba a su madre a contar sin falta cada siembra de trigo y eso lo hacía desearlo cada vez más.

Un día en el que como siempre se encontraba observando a tan hermoso ser que estaba fuera de su alcance sintió una extraña sensación a su lado, algo poderoso, algo...familiar.

Algo alarmado de volteó y justo allí, se topo cara a cara con su despreciable hermano - Craig...¿Que haces aquí?, Pensé que no te gustaba bajar a la tierra a no ser qué quieras una nueva amante para dejar tu descendencia - hablo cortante el Dios del Inframundo

- Tienes razón en eso querido hermano, pero hace un buen tiempo me eh dado cuenta que observas mucho a mi hijo Pip ¿Gustas de él o que? - dijo en un tono de burla el otro dios

- ¡¿Que?! De que hablas, eso es impensable, él es...mi sobrino, yo no podría de ninguna manera - se cruzó de brazos y desvió su mirada hacia el campo de trigo cercano

- Vamos hermanito, se que lo quieres, ¿Quieres casarte con él? ¡Adelante! - sonrío el Dios del Olimpo

- ¿Enserio? - pregunto el joven bastante ilusionado

- ¡Claro!, Tienes mi bendición - puso una de sus manos sobre el hombro de su hermano, en señal que tenía su aprobación para casarse con su hijo

- ¡Eso sería perfecto, gracias!...pero ¿Que pasará si Red se entera? Estará bastante disgustada - sacó la mano de el pelinegro de su hombro, no le gustaba su tacto

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