Serie besos - 1

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• Personajes adolescentes

  —Reiko —escuchó que alguien la llamaba

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—Reiko —escuchó que alguien la llamaba. Giró su cabeza hacia el otro lado, así envolviendose entre las sábanas otra vez —Reiko, cariño, Katsuki te está esperando —volvió a removerse en su cama hasta que abrió los ojos, encontrándose con los de su madre —Ya pensaba que te me morías.

—Ai, mamá —se quejó ella riendo —No pienses esas cosas.

La mayor soltó tambien una pequeña risa y se levantó de la cama donde estaba sentada. La castaña también se levantó.

—¿Qué me decías de Bakugō? —preguntó a su madre mientras se cambiaba de camiseta.

—Que está abajo esperándote —le respondió antes de cerrar la puerta de la habitación e irse.

—¿Cómo? —miró la hora en su teléfono y vió dos llamadas perdidas de su amigo —¡Mierda! —terminó de ponerse la sudadera y se cambió de pantalón.

Bajó lo más rápido que pudo hasta llegar al salón, donde estaba el rubio sentado en el sofá. Se detuvo delante suyo con una sonrisa.

—Hasta que despiertas. ¿Conoces los despertadores? —la chica rodó los ojos, aún con su sonrisa.

—Buenos días a ti también —reprimió una sonrisa —Perdón, ¿vamos? —fue hacia la entrada.

—¿Piensas ir así? —se burló el chico, que la había seguido el paso.

—Oye. ¿Que te pasa? He ido peor otros días —llevaba una sudadera morada, casi fucsia, con unos vaqueros azules muy claritos y el cabello revuelto como si le hubiera pasado una ráfaga de viento.

—¡Katsuki tiene razon, cariño! Pareces una payasa —se rió su madre desde la cocina.

—Ya, es que lo soy —bufó la menor yendo hacia la escalera que subía hacia su habitación.

Al bajar se había cambiado la sudadera por una verde militar, unos tejanos negros y sus nike favoritas.

Llegó donde estaba el rubio, lo miró con una sonrisa y él suspiró con cansancio, pero no quiso decir nada. Su madre, por el contrario, si que opinó.

—¿Pero no ibais al parque de atracciones? Con los tejanos vas a ir incomoda —la castaña se mordió la mejilla, intentando no gritar. Volvió a subir, a regañadientes, para cambiarse los pantalones por unos leggins y las zapatillas de deporte.

—¿Ahora sí? ¿Estaís satisfechos los dos? —bufó con cansancio. El rubio sonrió y lo disimuló cubriéndose la boca con la mano y girando la cabeza hacia un lado, simulando que tosia. Su madre se acercó y la peinó un poco con los dedos, luego le tendió una goma para que se pudiera hacer una coleta.

—Ahora sí —sonrió la mayor.

—Vámonos, Katsuki —dio media vuelta yendo hacia la puerta de entrada. Para darle más dramatismo retiró uno de los mechones rosa de su hombro, lanzándolo hacia la espalda.

El arte de amarte - Katsuki Bakugō One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora