6.3 Feliz día de la atadura

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Al día siguiente, me ocupé diligentemente de mantener limpios a los cerdos y las vacas sin quejarme ni una sola vez. Solo me dio una pena horrible el futuro que tuvo Hope: de ser la mascota favorita del sr. Robert pasó a estar en una lata. Qué maldita tragedia. Sin embargo, no dije nada, ni siquiera mostré tristeza para evitar perturbar el estado de ánimo del señor innecesariamente.

Esa tarde, decidí coger un bote para devolverle el reloj a Khun Yai. No era prudente tener conmigo algo tan caro durante mucho tiempo. Tenía miedo de perderlo o que me lo robaran.

Remé a lo largo del río, tratando de mantener la distancia de la línea de flotación y de ir de forma estable. Había mejorado mucho durante ese tiempo, así que no necesité de la presencia de Ming para no estrellarme contra las columnas de los pabellones ajenos.

La brisa fresca sopló, trayendo consigo el aroma de los árboles. Respiré hondo, sintiendo mi corazón en calma.

Llegué a la propiedad de Khun Luan Thep Nititham y miré, desde mi posición, al pabellón. Khun Yai no estaba allí sentado leyendo como de costumbre, y debo admitir que me sentí un poco decepcionado. Sin embargo, decidí continuar con mi tarea y atraqué en los escalones del kiosko. Miré hacia arriba antes de ascender por los peldaños.

No muy lejos de allí, en la colina del campo de hierba, Khun Chan, el hombre mayor que veía a menudo con Khun Yai, estaba apuntando con un palo a un trabajador para que moviera a un lado la gran fuente de loto.

Dudé por un momento antes de carraspear para llamar la atención del hombre. Cuando el señor Chan se giró a verme, se acercó.

—Oh, es Khun Jom, ¿ha pasado algo? ¿A qué se debe su visita?

—Encontré el reloj de bolsillo del señor en el Gymkhana Club —informé, sacando del bolsillo el dispositivo y desplegando la tela donde lo había envuelto para enseñárselo —. Así que decidí traerlo. —El hombre observó el aparato antes de asentir.

—Sí, es realmente el reloj de Khun Yai... —Dudé de si debía dárselo para que él lo entregara.

No tenía por qué hacerlo, el hombre estaba ocupándose de muchas cosas en esa casa y parecía poco probable que fuera un ladrón. Pero, aún así, la paranoia surgió en mi mente. Por mucho que conozcamos las caras de la gente, no conocemos sus corazones. Afortunadamente, no tuve que darle muchas vueltas porque el señor Chan decidió por mí.

—Khun Yai está con un profesor extranjero en la casa pequeña. Espéreme aquí un momento e iré a avisarle. —Sonreí felizmente con un asentimiento.

El hombre se alejó y me senté a esperar en el pabellón. La zona estaba sombreada por un enorme árbol, la hierba cubría el suelo como una gruesa y suave alfombra; pensé que sería muy cómodo acostarse allí. Por un momento quise levantarme y recoger las plumerias que destacaban en el césped verde, pero me contuve a esperar a que Khun Yai viniera primero.

Recordé lo que el señor Chan había dicho sobre el profesor extranjero y pensé que seguramente se trataba de un profesor de inglés. Khun Yai habló en inglés con la gente del club sin timidez ni interrupción, por lo que debía ser fluido en el idioma en algún punto.

Khun Yai apareció caminando hacia el pabellón. Estaba vestido con una camisa de lino blanca y unos pantalones de raso, se veía casual y familiar, como siempre que le miraba. Esperé hasta que llegó a mi lado, saludándome con la mano.

—Ayer me entristeció que Hope no ganara la competición —dijo con pesar. Le miré fijamente, un poco avergonzado.

—Ya, yo también lo lamenté... Pero lo hecho, hecho está —comenté, tratando de no parecer deprimido. El gran maestro Khun Yai me miró con aquellos ojos grandes, oscuros y brillantes como una piedra de jaspe negro pulido. También vi un rayo de comprensión que resultó alentador.

—Me dijo el señor Chan que el padre Jom encontró algo mío —intervino el muchacho con una sonrisa.

—Ah, sí —contesté saliendo de mi ensimismamiento—, cuando se marchó, se le cayó esto. Afortunadamente lo encontré y no sufrió ningún daño. —Saqué el reloj, cuidadosamente envuelto en un paño.

Khun Yai extendió la mano para recogerlo, pero en lugar de agarrar la cadena de metal, puso una de sus palmas en el dorso de mi mano mientras la otra cubría la parte superior. Levanté mi cabeza para mirarle, un poco sobresaltado por el repentino contacto.

El calor pasó de sus manos a mi piel. El contacto duró mucho tiempo, como si quisiera demorar el momento de separar sus manos de la mía. Parpadeé, pero la expresión de Khun Yai no cambió en absoluto; como si agarrarme de esa manera fuera algo normal para él. ¿Esto es algo normal? ¿Es normal que me coja la mano así? ¿Estoy pensando demasiado?

—Este artículo tiene un gran valor sentimental para mí —susurró Khun Yai—. Es un regalo de mi tío, si hubiera desaparecido, sería una lástima...

—Bueno, afortunadamente pude mantenerlo a salvo —respondí. Vale, está bien, digamos que es normal que nos quedemos así, con nuestras manos unidas, toda la tarde.

—Así es —El gran maestro asintió levemente, sus ojos de ónice parpadearon—. Ahora tendré que darle una pequeña recompensa.

—No, no, no es necesario —me apresuré a interrumpir—. Khun Yai perdió algo y yo se lo devolví. No he venido aquí buscando ninguna recompensa. La última vez usted me salvó a mí y yo no le recompensé con nada...

—¿Qué pasa si insisto en darle, con amabilidad y cariño, una recompensa por traer el reloj de vuelta? ¿Será capaz de rechazar mi buena intención? —preguntó, sonriente.

¿Quién demonios puede discutir con algo como esto? Le miré atónito por unos segundos porque era incapaz de encontrar un argumento para rebatir sus palabras.

—No quiero dinero —confesé, con franqueza.

—Entonces, ¿qué es lo que quiere el padre Jom? —Un agujero de gusano, puertas interestelares, naves espaciales, cualquier cosa que me lleve de nuevo a mi tiempo, pensé

— No se me ocurre nada, gran maestro... Quizá podría pensar en algo que quiera y decírselo la próxima vez que nos veamos, ¿le parece bien?

—Sí, pero tienes que prometerme que no lo olvidarás. No me hagas tener que ir a buscarte a la casa del sr. Robert para pagar tu recompensa —bromeó.

Sonreí pensando que debía ser la única persona del mundo a la que tenían que perseguir para dar un regalo.

—Sí, lo prometo —contesté.

Hablamos un poco más, pero nada demasiado importante. Tuve que marcharme de allí antes de lo que me hubiera gustado porque no dejaba de ser el sirviente de otra casa, no tenía ningún derecho a quedarme allí.

Sin embargo, esos pocos minutos que pasamos juntos fueron suficientes para que mi frustración por la derrota de Hope se desvaneciera. El gran maestro Khun Yai era como una fuente de energía cercana a lo que yo llamaría felicidad. Cuando estaba cerca de él, parecía que ningún sufrimiento era demasiado grande.

Regresé a casa, sin olvidarme de recoger unas cuantas plumerias que habían caído de los árboles. En aquel momento, no fui consciente de que las palabras que ambos habíamos dicho acerca de las recompensas, cobrarían un significado tan importante y profundo tiempo después. 

Porque en ese entonces no sabía que las cosas que yo pediría no tendrían nada que ver con el oro y las posesiones; y tampoco sabía que él estaría dispuesto a dármelas.

***

Traducido por Ren8880  y Yuu y editado por erbaifoMollyvonne

En esta tercera parte, una servidora (mollyvonne) se murió con la última frase.

Pido perdón por no haber publicado ayer, tuve una semana muy dura. 

Un abrazo y todo nuestro cariño.

El aroma del amor - IFYLITADonde viven las historias. Descúbrelo ahora