6.2 Feliz día de la atadura

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Pasaron los días. El asunto de Fong se desvaneció entre el ajetreo típico de una hacienda de estas dimensiones, siendo reemplazado por historias más coloridas, llamativas, alegres y animadas.

Era el día de Navidad o "el día de la atadura" como lo llamaban el tío Ouzuya y alguno de los trabajadores. El ambiente era frenético desde primera hora: cada uno trabajaba diligentemente, como una máquina bien engrasada.

El olor a comida navideña impregnaba cada esquina de la casa, no solo gracias a la cocina occidental, sino a la propia cocina tailandesa que se elaboraba para el servicio.

Ouzuya y yo nos apresuramos a llegar lo más pronto posible a las pocilgas, para acicalar a Hope y pudiera deslumbrar a todos en su gran debut durante la carrera de cerdos organizada por la empresa forestal del Señor Robert en el club de extranjeros.

Hoy sería el día en que el Señor Farang participaría en dos de las competiciones organizadas: polo y tiro al plato. Deambulaba de aquí para allá, supervisando hasta el más mínimo detalle, lleno de energía y seguro de sí mismo. Si gana, todos saldremos beneficiados.

Se podría decir que su optimismo nos contagió algo de emoción al tío Ouzuya y a mí, que nos encontrábamos arreglando a Hope con los últimos detalles; comprobando que la jaula estaba en orden y sobre todo, guardándonos de dejar preparado los plátanos y el Banana Bread, nuestra arma secreta recién horneada en la cocina occidental de la casa.

Muchos trabajadores vinieron a ofrecer sus bendiciones para pedir que Hope ganara la carrera antes de partir aquella tarde hacia el club deportivo, ya que la carrera de cerdos sería el colofón final al evento antes de la fiesta.

Me encontraba pletórico: iba montado en una carreta original usada por el servicio, tirada por dos grandes bueyes que nos arrastraba a toda prisa por un camino de tierra bordeado con ruedas de carretas.* No era un escenario ficticio montado para los turistas en las atracciones de época, era real y lo estaba viviendo en directo.

*N/T: Según la investigación de erbaifo las ruedas de carretas suelen llevar un borde exterior en chapa de hierro para proteger la madera de los radios, por lo que si las cortas por la mitad y las pones a lo largo del camino una al lado de otra, tienes lo más parecido a lo que hoy conocemos como quitamiedos.

Durante el trayecto pude ver varios carruajes tirados por caballos y carretas de búfalos, pero apenas nos cruzamos con algún coche.

A ambos lados del camino había, dispuestas de forma periódica, casas antiguas de madera rodeadas de huertas habitadas por aldeanos. Pude apreciar con cierto placer que algunas estaban bellamente edificadas, siguiendo las tendencias de la arquitectura occidental.

Al principio pensé que jamás había transitado por ahí pero al cabo de un rato, una extraña sensación de familiaridad empezó a embargar mi mente. Al ver varios árboles de caucho dispuestos a ambos lados del camino, fui consciente de que sí lo reconocía. Es el "Camino de los Árboles de Caucho" que conecta Chiang Mai con Lamphun y que en mi época sigue aún en funcionamiento.

—¡Ay,mira! —grité emocionado—. ¡Nunca los había visto así!

—Si... están por todas partes —respondió el tío Ouzuya con indiferencia.

Lo que tenía ante mí eran altos y frondosos árboles de caucho, mucho más abundantes en número de los que se conservaban en mi época. Las sombras de sus grandes troncos se proyectaban sobre el suelo en impresionantes y hermosas formas. Pero, obviamente, no podía decirle al tío Ouzuya que mi emoción residía, precisamente, en el hecho de que ya había estado aquí... o más bien, estaría aquí en el futuro.

El aroma del amor - IFYLITADonde viven las historias. Descúbrelo ahora