2.2 ¿Por qué no muere un corazón roto?

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Cuando llegué a Chiang Mai la visibilidad era tan mala que el piloto tuvo que dar vueltas antes de que el avión pudiera aterrizar. En cuanto entré a mi alojamiento habitual allí, cogí las llaves del coche y salí para buscar un restaurante.

Tenía unas imperiosas ganas de consumir grandes cantidades de alcohol, como si aquello pudiera mitigar el dolor que traía desde el momento en el que Ohm sonrió a una mujer bonita en el aeropuerto de Bangkok.

El cielo de la tarde estaba más oscuro que de costumbre. Conduje por la carretera junto al río Ping tan rápido que, probablemente, estaba excediendo el límite de velocidad. Subí la música para no escuchar tan claramente la voz que resonaba en mi cabeza.

"Sé que mi disculpa no tendrá sentido para ti, Jom"

"Jom, sabes que te amo"

Mis párpados estaban calientes y sentía como las lágrimas se arremolinaban allí. Pero me negaba en rotundo a derramarlas por personas engañosas y crueles. Qué pena que las emociones fueran tan incontrolables.

Mis ojos se nublaron por las gotas saladas que caían de ellos. Traté de frotarlos y prestar atención a la carretera, pero el aire estaba tan lleno de polvo que era imposible ver nada. Mi teléfono sonó y quise agarrarlo para echar un vistazo.

Yo nunca había pensado en el suicidio. Ni siquiera tenía pensado volver a casa esa noche conduciendo si conseguía emborracharme.

Miré el teléfono un segundo y cuando levanté los ojos de nuevo vi el haz de luz viniendo del carril opuesto a la misma velocidad vertiginosa a la que yo conducía. Oí claramente la bocina del coche con el que casi me golpeé.

Mis ojos se abrieron en estado de shock y de un volantazo esquivé al otro coche en la última fracción de segundo. Mi vehículo se salvó de chocar contra el que venía en dirección contraria. Pero se apresuró hacia la barandilla a través de la niebla inusualmente densa. Escuché el golpe contra el agua turbia.

¡BOOM!

Vi un destello de luz como un rayo, tan brillante que tuve que cerrar los ojos antes de que todo mi cuerpo estuviera envuelto en agua.

No quiero morir. ¡No quiero morir así! No quiero que mis padres estén tristes porque crean que su hijo se suicidó en un ataque de mal genio porque le rompieron el corazón.

En medio del pánico, mi cuerpo se desplomó hacia abajo, como si fuera absorbido por un remolino. Ni siquiera sabía si había podido salir del coche o no. Un zumbido desagradable me presionó los tímpanos y traté de luchar contra la fuerza centrífuga, pero fue en vano.

Antes de que el último soplo de aire se agotara y me obligara a tragar agua hacia mis pulmones en lugar del oxígeno que necesitaba, mi cuerpo se detuvo flotando. Estaba en un vacío y no podía escuchar nada, era increíblemente silencioso.

Al momento siguiente una enorme fuerza empujó mi cuerpo. La presión del agua volvió a apretarme los tímpanos y me agarré ambos lados de la cabeza tratando de tapar mis oídos, intentando acurrucarme. Mi cuerpo subió, la potencia desconocida me estaba subiendo con velocidad a la superficie.

¡AH...!

¡AHG...!

¡AHG!

Jadeé por aire llenando mis pulmones mientras sacaba la cabeza del agua. Tosí, asfixiado y moví las manos tratando de no hundirme de nuevo al fondo. Miré a todas partes agobiado, rezando por llegar a la orilla que parecía no estar lejos.

Nadé torpemente hasta el borde, cansado y con dolores en todo mi cuerpo. Me tiré en la tierra húmeda recuperando el aliento que había perdido, deseando de verdad haber estado más atento a la carretera, haber pensado algo menos en la estupidez de P'Ohm. Cuando tuve fuerzas de nuevo, de mala gana, me levanté y miré a todas partes.

El aroma del amor - IFYLITADonde viven las historias. Descúbrelo ahora