7.1 Carbón viejo, carbón nuevo

111 12 11
                                    

Desde la Navidad de 1927 hasta el día de hoy, día de Año Nuevo de 1928, mi vida continuó siendo la misma; esta percepción venía reforzada porque mis tareas de trabajar duro todos los días apenas sufrieron modificación apreciable y que se me seguía negando volver a mi tiempo en el futuro.

Durante esta época del año, el clima se volvía bastante fresco por las mañanas: a primera hora era posible encontrar algo de escarcha en la parte superior de la hierba, haciendo que todo pareciera una estampa más propia de lugares nórdicos repletos de nieve y si echabas el aliento, podías observar el vaho fruto de la condensación.

Hoy, a primera hora de la mañana, la señora Madre, fue al templo a realizar méritos y orar por la buena salud del niño que esperaba y estaba a punto de nacer.

Vestía una larga falda y una bata sin mangas envuelta sobre un sabai. Llevaba el cabello recogido en un moño decorado con horquillas doradas y portaba un ramo de flores pequeñas. Su rostro se veía hermoso y brillante.

No la acompañé pero oré en mi corazón para que el niño que esperaba, el pequeño ratoncillo mestizo, fuera fuerte y saludable. "Sé sensato" recé, "y no cometas el error de tener varias amantes como tu padre".

Al ver a Mei con una canasta saliendo de la casa también tras la Señora Madre, salí de detrás de los arbustos y llamé su atención disimuladamente. Al darse cuenta, se detuvo y se dió la vuelta.

—Ai Jom, ¿ocurre algo?

—Quiero que se lleve esto antes de que se suba al automóvil para evitar que la Señora Madre enferme.

Le entregué los diez paquetes tejidos con hojas de plátano y pandano. Por lo general, se los entrego a la tía Kham Tip a última hora de la mañana, después de que el señor Robert se haya ido a trabajar, pero al saber que la Señora Madre saldría hoy temprano, me apresuré y esperé para poder dárselos.

—Jommy, eres tan constante y atento —comentó mientras extendía sus manos para recogerlos—, te levantas temprano todos los días para tejer estos paquetitos.

—Hum —asentí—. Vamos, date prisa —dije, apresurándola, mientras la sirvienta asentía.

Desde que supe que la Señora Madre se despertaba con náuseas matutinas, le entregaba todos los días estos paquetitos para que los colocara cerca de donde fuera a estar. Las hojas de Pandano ayudan a aliviar las náuseas gracias a que poseen un olor muy suave y se puede hacer con ellas galletas y zumo.

Si se la pone en la muñeca, parecerá que lleva una guirnalda o se puede doblar si tienes ciertas habilidades en papiroflexia, como era mi caso, y convertirlo en un pequeño capullo de rosa. Esto lo aprendí gracias a la insistencia de una de mis maestras durante la primaria.

—¡Qué belleza! —comentó Ming, una vez que Mei se dio la vuelta. Lo miré, sorprendido, a los ojos—. Mei se ve realmente hermosa hoy. Tan hermosa como una mujer norteña plenamente desarrollada.

Era lógico que Ming estuviera prendado de Mei: sus modales eran exquisitos y era una joven verdaderamente agradable a la vista.

—Ming, eres una buena persona —sonreí—, pero tu amor es platónico.

Se volvió de repente y clavó sus ojos bien abiertos en mí. Se levantó airado dispuesto a patearme, aunque fue más rápido y salí corriendo de allí para esconderme. Ming se alejó gruñendo. He de confesar que solo me metí con él por lo bien que me cae.

Recuerdo que una vez me comentó que su sueño era criar pollos y tener una casa con jardín que poder cuidar. Por desgracia, las deudas de sus padres truncaron su sueño y terminó trabajando aquí. Ojalá tuviera suficiente capital para empezar, pero dudo que pueda reunir unos cientos siquiera.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 27, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El aroma del amor - IFYLITADonde viven las historias. Descúbrelo ahora