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— ¡Hoonie! –los ojos del mayor se volvieron dos medias lunas en cuanto sonrió, contagiando al pelinegro.

— ¡Hola, hyung! –se acercó más a él y entonces el silencio los invadió.– y bien...

— ¿Quieres saber qué está haciendo Jake, verdad? –inquirió con diversión.

— Si, por favor. –pero ni siquiera el puchero en sus labios logró que Park fuera capaz de revelarle algo.

Jay soltó una pequeña carcajada, antes de tomar de la mano de Park y comenzar a guiarlo a quién sabe donde.

— Lo lamento mucho, pero por más que quiera, no puedo decirte nada. –le sonrió con pena antes de empezar a caminar de espaldas, no muy rápido para no correr el peligro de caerse.

El menor lo siguió atento, mirándolo sin entender mucho. Aunque bueno, ya había dejado de entender todo desde que leyó la carta que tenía Jakehoon en su collar.

» Son lindos, ¿No? –inquirió Park deteniéndose, dirigiendo su mano al tronco de un árbol de cerezo que estaba ahí.– Los árboles de cerezo.

— Sí, lo son. –sonrió viéndolo de manera atenta.

Lo miró unos segundos, imaginándose sentado bajo él junto a Jake, quizá en algún improvisado picnic, siendo ellos dos solos en el mundo, ninguna interrupción. Sí, incluso podrían caer sobre ellos algunos pétalos como los que caían sobre él en ese momento.

Espera, ¿Qué?

𝖢 ➪ 𝖩𝖺𝗄𝖾𝗁𝗈𝗈𝗇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora