Capítulo VII

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Las risas de los comensales hacían que la mente de Victoria divagara por el paraíso. El humo de los cigarrillos y la música clásica de fondo aumentaba el ambiente de diversión y fomentaba a seguir bebiendo con tus amigos.

El bar se llenaba de personas y parejas que pedían más tragos a los camareros que se lucían con los malabares al servir las bebidas. Pero había una dulce chica sentada en la última mesa de la esquina, con sus brazos recostados sobre la mesa y bebiendo su séptimo trago de su quinta botella.

Dejó el vaso sobre la mesa y recostó su cabeza sobre su brazo. Se sorbió la nariz antes de limpiarse las pequeñas lágrimas que reposaban en sus ojos.

Estaba sola, pero así lo prefería ella. No quería hablar con nadie, ni mucho menos con su pareja.

El sentimiento de culpa y rabia se combinaban dentro de ella y la única forma que encontraba de sanarlo, era bebiendo.

Algunos tipos pasaban por su mesa y veían a la bella joven bebiendo sola. No desaprovechaban y deducián que podía haberle ocurrido.

—¿Su novio la habrá dejado? – preguntó una chica a su amiga.

—Seguro habrá fallecido algún pariente. – comentó un joven a su grupo de amigos.

—Luce ardiente. – rió un sujeto.

—Creo que la plantaron. –mencionó otro.

Victoria hacía oídos sordos. Sin consciencia de sí misma, se incorporó para darle otro trago a su bebida. Suspiró. Reposó su espalda contra la silla y miró el techo en busca de calmar su agitada mente.

Eran demasiados sentimientos en un día.

Se frotó los ojos con la manga de su suéter, en busca de parar el sentimiento de culpa.

Su cabeza dolía, pero con cada trago que tomaba parecía aliviarse. Necesitaba beber para calmar ese horrible sensación quemándole la garganta.

Tomó la botella con la poca fuerza que le quedaba y se sirvió el vaso hasta dejarlo lleno.

Las últimas gotas cayeron de la botella y notó que se había vaciado. Con su poca consciencia que le quedaba, levantó la mano en busca del mesero.

Este llegó apresurado con su papel y lápiz a la mano, se paró a su lado y esperó a que dijera su pedido. Victoria, con la embriaguez encima, enseñó el número 2 con su mano para que entendiera que deseaba 2 botellas más.

El mesero captó de inmediato y se apresuró en traer 2 botellas de cerveza para dejarlas frente a su vista.

Victoria sonrió y asintió su cabeza con un puchero. El mesero se fue y ella siguió con sus tragos largos directos a su sistema.

Rió al dejar limpio el vaso.

Las lágrimas caían por sus mejillas pero las risas se apoderaron de su boca. ¿Acaso había perdido la cabeza?

Su sistema no funcionaba correctamente, un ataque de pequeñas sonrisas fueron el reemplazo de su cordura. Se sirvió otro trago y le resultaba gracioso ver como el vaso se llenaba hasta el tope.

Su rostro se apoyó en la mesa, con su mejilla contra la madera. Su mirada estaba perdida en ver las burbujas adornando la parte superior de su vaso.

Dio una última risa antes de su mano fuera a su bolsillo derecho, y con la torpe sincronización de sus dedos, sacó su teléfono y lo tendió sobre la mesa.

Lo vio fijamente durante unos segundos y entornó su mirada al ocurrírsele una tonta idea. Ebria, desbloqueó su teléfono y fue directo a la casilla de llamadas, presionó firme el primer número que salía en su historial y se lo colocó en la oreja con una sonrisa sobre sus labios mientras se incorporaba.

Déjame Amarte | ASP #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora