Era 14 de Febrero, hacía frío y pequeños copos de nieve caían en las calles de Beika.
Sentada sobre las escaleras de algún lugar, Ran escondía su cabeza entre sus brazos mientras recargaba la misma en sus rodillas. Usaba una bufanda de cuadros y un abrigo verde. Había dejado una caja de regalo sobre el suelo.
Llevaba un par de horas ahí, tanto que no quería ni ver los cientos de mensajes que hacían vibrar su celular, porque ya sabía lo que decían: pretextos y disculpas. Nada nuevo le esperaba.
Debía de irse porque nadie llegaría, pero si movía un solo dedo, echaría a llorar a montones en plena avenida, donde paseaban todos los felices enamorados. Aún podía escuchar gente caminando, risas y palabras de coqueteo, también a los vendedores ofreciendo innumerables regalos.
—Idiota... —murmuró.
Siempre sucedía exactamente igual, el detective jamás llegaba a ninguna ocasión especial pero ella siempre esperaba.
De pronto, sintió como alguien se detenía frente a ella.
—¿Ran-san? —preguntó un voz masculina, sonaba desconcertada.
Ella rápido levantó los ojos, olvidando retener unas escasas lágrimas. Ran no respondió una sola palabra aunque sus miradas se cruzaron.
El hombre pasaba casualmente, llevaba una bufanda blanca y abrigo negro, sus manos estaban dentro del mismo. Se veía elegante. Y cuando la miró llorar, su rostro cambió a preocupado.
No pensaba encontrarse con él de esta manera.
Con rapidez, se agachó a su altura sonriendo comprensivo.
—¿Qué ha pasado? —preguntaba al momento que sacaba una de sus manos del abrigo y sin explicación, apartó con su pulgar las lágrimas del rostro de la chica.
—¿Ah...? —balbuceó. Cuando comprendió la situación, Ran se levantó veloz. Seguido, Amuro también se levantó expectante. —¡No! ¡No pasa nada! —decía intentando aparentar una mueca alegre.
Pero el rubio sabía que andaba algo mal, así que volvió a sonreír.
—¿Estás sola? —cuestionó, con cierto aire de tristeza, buscando a alguien cerca de la castaña.
—¿Eh? —dijo confundida. —Estoy sola. —respondió amargamente, bajando su mirada al suelo.
—Ya veo. —murmuró observándola fijamente, pensando.
Un momento de silencio.
—¿Quieres venir conmigo, Ran-san? Tengo que comprar algunos ingredientes especiales para el menú del Poirot. —señaló carismático. —Creo que tú podrías ayudarme.
Sorprendida, también volvió a mirar al rubio.
—¿De verdad...? —preguntó tontamente.
—¡Claro! —de nuevo metió sus manos en los bolsillos y caminó unos pasos lejos de Ran. —¿Nos vamos?
—¡Ah...! ¡Sí! —respondió y fue trás él.
Pasado un tiempo de caminar y caminar entre tiendas, llegaron a un centro comercial. En todo ese rato, hablaron poco, Ran aún sentía el malestar emocional.
—¿Qué necesitas comprar, Amuro-san? —preguntó intentado parecer totalmente bien.
El rubio solo expresó una sonrisa casual.
—Hoy es San Valentín, tenemos un evento especial en el Poirot por la noche. Necesito chocolate, harina, azúcar, entre otras cosas. Voy a prepar un pastel especial. —indicó mientras entraban al centro tomando una canasta.
—¡No lo sabía, Amuro-san! ¡Perdón, debería de irme! —decía Ran preocupada. —Estoy haciendo que pierdas tu tiempo.
—No, Ran-san, no hay nada de que preocuparse. Yo fui el que pidió tu ayuda.
—¿En qué quieres que te ayude?
—Solo acompáñame. —dijo sonriendo cálidamente.
Un poco extrañada, Ran le hizo caso. Charlaron sobre distintas recetas y tips de cocina, la jovencita pronto calmó sus pesares.
Cuando comenzaba atardecer, ambos volvieron caminando al café.
—¿Y bien, Ran-san? ¿Cómo te la pasaste hoy? —preguntó el rubio un tanto atrevido.
Ran puso un rostro contento.
—Espero que vuelas a invitarme a hacer tus compras, Amuro-san. ¡Eres realmente un buen cocinero!
El hombre rió y un silencio que prevenida la despedida se hizo presente. El sol, cerca de irse, brillaba sobre Beika. Fue en ese momento cuando Ran notó los pequeñísimos capullos de flores de cerezo que empezaban a emerger.
¿Sería el augurio de un nuevo porvenir?
—Se hace tarde, Ran-san. —dijo Amuro, que miraba su reloj y pronto dirigió sus ojos nuevamente a la chica, los dos mantenían sus rostros contentos.
Amuro se aproximó a ella y extendió su mano sobre su cabeza, dándole unas palmaditas.
—Sin duda, es mejor verte sonreír, Ran-san. —murmuró alegre.
Y ella no pudo ni de cerca evitar el sonrojo en su rostro, pero mantenía aquella sonrisita.
—Nos vemos. —se despidió él, dando media vuelta. —Dile a Mouri-sensei que les invitaré un poco pastel si vienen por la noche.
Con un extraño sentimiento, la karateca no dudó ni un segundo en buscar un regalo entre sus cosas.
—Esto... ¡Amuro-san! —lo llamó nerviosa.
—¿Sí...? —el hombre no tuvo tiempo de reaccionar cuándo Ran corrió a él y le entregó un chocolate casero en sus manos.
—¡Sé suponía que hoy vería a la persona que le daría ese chocolate... Pero él nunca vino! —hablaba tan rápido que resultaba difícil interrumpirla. —¡Así que, por favor, aceptalo! —exclamó y después se dio la vuelta corriendo tan veloz como pudiera su casa. —¡Gracias por lo de hoy! —gritó.
Furuya se preguntaba que acaba de pasar, pero por otro lado, estaba contento de que la hija de su maestro no llorará más.
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Cherry Blossoms.
FanfictionFuruya Rei X Mouri Ran. San Valentín. Extrañamente, hay pequeñas flores de cerezo por toda Beika, pero cae nieve. Una vez más, Ran espera a una persona que no llegará. La dirección de su corazón jamás había dudado en años, hasta ese momento, cuando...