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A los catorce años, un accidente le arrebató su capacidad auditiva.

Tras el suceso, su padre se convirtió en una sombra en su hogar, presente en cuerpo pero ausente en espíritu. De ser el centro de su adoración, Chifuyu se transformó de la noche a la mañana en el hijo discapacitado.
La situación devastó a la familia. Chifuyu esperaba más apoyo de su padre, pero nunca le reprochó su distanciamiento; su madre, en cambio, sí lo hacía a diario. Chifuyu creía que su padre ya tenía suficiente con su propio dolor.

Aprender lengua de señas y adaptarse a un mundo sin sonidos fue un desafío. La ausencia de ruido lo hizo mil veces más inseguro de lo que ya era. Hablar se volvió una tarea ardua sin poder escuchar su propia voz, así que eventualmente dejó de hacerlo. Con el tiempo, se acostumbró a comunicarse solo con señas, y al perder la audición, sus otros sentidos se agudizaron, lo cual fue de gran ayuda.

Siete años más tarde, ya adulto, Chifuyu decidió que era hora de dejar atrás a sus padres y la casa que compartían.

La relación con su padre nunca mejoró; hablaban poco y con los años se distanciaron aún más. Su partida fue menos dolorosa de lo esperado, excepto por el dolor que causó a su madre, quien había sido su mayor apoyo tras el accidente. Chifuyu había enfrentado sus problemas solo, sin el consuelo o las palabras de aliento de su padre. Su madre lo intentó, pero sus torpes palabras a menudo empeoraban las cosas.

Y así, en un abrir y cerrar de ojos, se encontró en una nueva ciudad, completamente solo. El sentimiento le era familiar, así que no se quejó.

Llegar a su departamento fue un desafío, pero tras unas horas, lo logró. En la recepción tuvo dificultades para comunicarse con la encargada, pero finalmente recibió las llaves de su nuevo hogar y las instrucciones necesarias. Frente a la puerta de su departamento, la nostalgia lo invadió.
Recordó cada momento antes del accidente, pues nunca revivía voluntariamente los recuerdos posteriores. Su vida se había dividido en dos: antes y después del accidente.

El “antes” simbolizaba la felicidad, los días de risas y aventuras adolescentes.
El “después” era un recordatorio de que la adolescencia no es sinónimo de inmortalidad y que la adrenalina no te hace a prueba de balas.

⸻ ¿Vas a hacer algo o vas a quedarte mirando la puerta otra hora? ⸻ dijo una voz detrás de Chifuyu. No escuchó la voz, pero sí sintió la vibración de los pasos. Estaba dispuesto a ignorarla hasta que sintió una mano en su hombro.

Se sobresaltó y se giró hacia la fuente del contacto, encontrándose con un joven de cabello largo y oscuro.

El joven dijo algo más, pero Chifuyu no lo escuchó.

Baji estaba confundido, preguntándose si había sido grosero y por eso el otro chico no respondía. Estaba a punto de hablar de nuevo cuando Chifuyu levantó las manos y realizó un movimiento desconocido para Baji.

⸻ ¿Eres mudo? ⸻ preguntó Baji.

Chifuyu, con una expresión de aburrimiento, sacó su celular y usó una aplicación que convertía texto en voz para explicar.

“Soy sordo”, dijo la voz artificial, Chifuyu en sí no había entendido su pregunta pero imaginaba que era algo relacionado a eso, siempre lo era.

Baji se sintió estúpido y avergonzado.

⸻ Oh, lo siento… ¡Ah, no puedes escucharme! ¡Perdón! ⸻ Baji buscó desesperadamente cómo disculparse.
⸻¿Por qué me disculpo de nuevo? Cállate, idiota.

Chifuyu lo observaba con una mueca de confusión, considerando seriamente entrar a su departamento, pero se quedó al ver a Baji sacar su celular y teclear algo rápidamente antes de mostrarle la pantalla.

Era la aplicación de notas.

“Soy Keisuke Baji, disculpa por eso.”

Chifuyu tecleó en su celular y la voz artificial llenó el pasillo.

“Chifuyu Matsuno, hola”, supuso que era correcto presentarse.

Conversaron de esa manera durante quince minutos más, y Chifuyu descubrió que Baji era su vecino de enfrente. Después de despedirse, Baji entró a su departamento y Chifuyu volvió a su situación inicial, frente a la puerta de su hogar.

Entro después de unos segundos, solo llevaba un par de maletas; el resto de sus pertenencias llegaría al día siguiente. Dejó sus cosas en la entrada y exploró el lugar, vacío pero ya se sentía más en casa que en su antiguo hogar durante los últimos siete años.

Este era su nuevo comienzo y esperaba fervientemente que todo saliera bien.

𝗦𝗶𝗴𝗻 𝗹𝗮𝗻𝗴𝘂𝗮𝗴𝗲, 𝗕𝗮𝗷𝗶𝗳𝘂𝘆𝘂 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora