¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
“me vive regalando flores y las lleva él, estoy tan enamorada de vos, mi amor”
Un mes, un mes llevábamos con Iván siendo pareja. Sus fans me tomaron un aprecio raro, en donde de pasar a bardearme empezaron a seguirme por Instagram.
Salí de esa red social que se apoderaba de todo mi tiempo y me giré a mirarlo, él estaba con su teléfono, con el ceño fruncido y mordiéndose su labio inferior. Me acerqué, para abrazarlo y sentir su calor.
— Te quiero mucho, Iván –Apoyé mi cabeza en su hombro, él me abrazó de la cintura, dejando su cabeza apoyada sobre la mía.
— Yo a vos, pichoncito.
Reí— ¿Pichoncito?
— Sí –Rió— Mi pichoncito.
— Tuyo, tuyo –Dejé un besito en su cuello, eso le provocó cosquillas e hizo que suelte una risita. Sonreí por eso.
— Te invito unos doritos.
— Yo invito la gaseosa, ¿Vamos a tu depto?
— Dale, veamos una peli de paso.
— Vamos –Agarré su mano y empezamos a caminar al chino más cercano. No era una zona muy peligrosa, ni tampoco era muy de noche. Mientras elegíamos qué más agarrar... pasaron cosas.
— Dale, gato. Todo en la bolsa o te rompo la jeta –Tiros se escucharon y a alguien puteando, estaban robando el local al que fuimos. Al instante nos tiramos al piso. Uno de ellos llegó a nosotros, estaba tan asustada.
— ¿Qué mira’, chetita? –Giré mi cara a otro lado, ¿Rehenes? No lo sabía, estaba tan asustada que me había olvidado completamente para qué habíamos ido a ese chino. Él agarró su arma y me acarició el rostro con ella, sonriendo— No tengas miedo, bonita –Yo ya estaba llorando.
— Soltala, la tocas una vez más y–
— ¿Y qué, gato? ¿Te para’ de mano’? –Apuntó a Iván con su arma, yo abrí mi boca para decir algo, no podía. De pronto siento un dolor en mi estómago y un fuerte ruido que hizo que quiera taparme los oídos. Miré para abajo, sangre, de mi panza salía sangre, inmediatamente apreté la zona. Miré a Iván, él se estaba tocando el hombro, con cara de adolorido. Nos habían disparado. Sentía que todo me daba vueltas, miré a mi alrededor. Gente corriendo, gritando. Ambos hombres se habían ido. Cobardes hijos de puta.
Un hombre se acercó a mí— Tranquila, van a estar bien.
— Iván –Susurré, girandome a él, no tenía fuerza en mi voz, quería gritar y decirleque lo amo y que siempre lo voy a amar. No quería dormirme, no quería dejarlo sólo. Con lo último de fuerza que tenía agarré su mano, sirenas de escuchaban fuera, gritos y tiros. No me importaba, quería decirle a Iván que lo amaba. Capaz iba a ser la última vez que lo veía en esta vida. Porque sabía que éramos almas gemelas, y al serlo en esta vida lo seremos en muchas más.— Te amo –Dije, casi sin aliento.
— No te despidas, amor, no de mí. Vas a estar bien, vamos a salir de esta, te lo prometo –Intentó acercarse aún más a mí, él también estaba herido. Juntó nuestras frentes mientras agarraba mis manos— Vamos a ir a casa, juntitos. A fumar y a reírnos de esta anécdota tan bizarra –Intentó sonreír, se limpió las lágrimas con la manga de su buzo— No cierres tus ojos, por favor –Agarró mi cara con sus manos, me sentía débil.
— Te amo, Iván –Intenté acercar mi cara a él, él hizo lo demás. Un último beso, eso quería.
— No cierres tus ojos, vas a estar bien. Te necesito, no me hagas esto, te amo, no me dejes solo –Su voz se cortó, pero no pude escuchar más, ya había cerrado mis ojos involuntariamente. No quería, quería seguir con él. Lo único que me alegraba era haber pasado mis últimos momentos junto a él. Junto al amor de mi vida.
iván
Llegamos al hospital, yo estaba herido pero no me importaba. Mi único propósito era saber que ella estaba bien. No me dejaron entrar a verla, cuando las enfermeras quisieron curarme me negué. Quería estar con ella, saber que iba a estar conmigo y que íbamos a volver a casa. Juntos. Un doctor salió de la habitación donde ella estaba, se acercó a mi con cara de pena, ahí supe qué era lo que estaba pasando— Lo siento, muchacho. Hicimos todo lo posible –Y se fué, dejando un vacío existencial en mí.
Ella se había ido y con ella lo único de felicidad que me quedaba. Lloré, lloré por ella. La amaba, era el amor de mi vida. Y sin ella me sentía... Vacío.
Sentí un fuerte dolor en el pecho, no me importaba. Ya no me importaba nada. Me sentía mareado, intenté sentarme pero mi cuerpo no respondía. Estaba estático en el medio del pasillo del hospital. Sentía nauseas y una fuerte jaqueca se había apoderado de mí. Por un momento sentí que me caí y solamente me dejé llevar. Saber que ese fue nuestro último beso me estaba matando, lo único que pude hacer fue dejarme ir, esperando reencarnar a su lado y, de alguna forma, volver a enamorarme de ella.