Capítulo 24

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Viraha.

Riad, Arabia Saudita.

George.

El sol está a nada de volverme loco.

El calor nefasto que hace me va a matar y mis pies empiezan a calentarse. El collar en mi cuello con la palabra Viraha resalta sobre mi camisa negra gracias a los rayos del sol que hacen que la pieza bañada en oro se vea fenomenal. Agradezco a Dios que no se me ocurrió la idea de ponerme pantalones pegadizos porque de lo contrario mi cuerpo estaría pidiendo a gritos que me los quitara.

De tantos viajes que he hecho en los últimos meses, este es por mucho el más agotante. Cada día que salgo a la calle siento como el sol está dispuesto a acabar con mi existencia, sin importar que lleve sombreros, paraguas, gafas o lo que sea. Ni en Kuala Lumpur y Teherán me sentía así.

—Señor, su padre lo espera —abordo la camioneta de vidrios polarizados cuando uno de mis guardaespaldas me indica. Sé que no es un viaje largo porque nos dirigimos al centro, pero tengo unos meses sin ver a mi padre y eso me pone de malas porque su relación conmigo jamás ha sido buena.

El vehículo se pone en marcha cuando mi acompañante toma asiento a mi lado y decido ignorarla. Justo ahora no tengo cabeza para sus provocaciones.

—¿Cuándo te vas a quitar ese collar? —la rusa voluptuosa de largas piernas y blazer negro señala mi pecho.

—No es tu problema, Calina —le corto.

—No quiero que tu padre lo vea... —su acento ruso sale a relucir

—A ti no tiene que importarte, el significado solo lo sé yo —la miro seriamente, sus ojos grises me ven molestos —. Y si tú lo sabes es porque eres una entrometida, así que mejor mantente callada y enfócate en tus asuntos o haré que te dejen en medio de la nada.

Pone sus ojos en blanco y se enfoca en ver por la ventanilla. Ese gesto me recuerda a la mujer que no he podido sacarme de la cabeza por más que quiero, esos ojos azules y ese cuerpo de ninfa, esa inteligencia y seriedad llena de belleza, de poder y dominio. Esa mujer de la cual no volví a saber porque ella así lo quiso.

Razones me sobraban para irme de Italia tan repentinamente como lo hice, no podía posponer más mis asuntos, tampoco mi decisión de alejarme del país mediterráneo, la cual fue porque principalmente quería alejarme de ella; de Gianna Salvatore. Y aunque volví porque quería saber de ella, quería verla y explicarle el porqué de mi ausencia, pero no fui oportuno, por eso le dije a Ferrara que le entregara mi carta, jamás recibí respuesta por parte de ella y eso me hizo entender que ya no quería saber nada de mi.

¿Me dolió? Mi cerebro diría que no, pero mi corazón desmentiría tal negación. Si me marché fue porque creía que al no verla más ya no sentiría nada por ella, porque al principio comenzó siendo atracción sexual y, para mí mala suerte, terminé sintiendo cosas por Gianna. Ya no podía verla sin imaginarme más situaciones con ella, de alguna forma su caracter y su forma de ser me fueron atrayendo, porque jamás se quedaba callada cuando le decía algo, siempre hacia cosas para enfadarme y digamos que mi forma de ser no es la más sutil del mundo. Nuestras personalidades eran similares, por eso chocaban tanto.

La última vez que la vi en la fiesta de la boda de Lia Mendelev mi idea era pasar un buen momento con ella, no estaba en mis planes poner un pie en Venecia, no obstante, fui por ella, porque quería verla una última vez. Todo aquello se fue al demonio cuando la encontré besándose con el imbécil de Matteo Ferrara, de tanto sujetos ¿tenía que besarse con él? Aún me sigue dando rabia aquel recuerdo. Quién diría que esa sería la última vez que vería a Gianna, supe de su accidente pero de mada más sino hasta cuatro meses después porque necesitaba resolver los problemas en los que estaba. Siempre me reprocho el no haber sido lo suficientemente bueno como para buscar una fuente que me dijese lo que estaba pasando con ella. Duré tres meses incomunicado, sin ver algún periódico y si quiera ver las noticias, como odié aquel tiempo.

TRADIMENTO © [MQH #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora