IX

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–Despierta, mi Majestad –me susurró Hades en el oído.

Abrí los ojos al instante, apretando más mis brazos alrededor de su pecho desnudo, para conseguir entrar en calor. Hice un sonido de molestia y escuché su risa.

El sonido más melodioso del mundo entero.

–Debemos entrenar.

–Ya entrenamos ayer –me quejé.

–Es una rutina diaria, querida.

Negué, abrazándolo más fuerte.

–Podemos permanecer así todo el día –sugerí–. Juntos, abrazados...

Dejé un beso en su cuello.

–No vas a convencerme, Charis.

Bufé y me separé, dejando que él saliera de la cama y se vistiera. Aprecié como caminaba hacia mi armario y sacaba ropa interior y observé cómo volvía hacia mí. Sujetaba mi camisón en una mano e iba sin camisa, me mordí ligeramente el labio y él se sentó a mi lado. Desvelé mi cuerpo tras las mantas y extendí los brazos hacia arriba, dejando que pasara la ropa por mi cabeza. Tardó unos segundos en hacerlo, echando una mirada a mi torso antes de cubrirme.

–Estás tiritando –se percató–. Pediré un té, ¿necesitas algo?

–Puedo ponerme el resto yo sola, tranquilo.

Asintió y lo seguí con los ojos mientras abandonaba mi dormitorio y tomaba su camisa del suelo.

Resoplé y me envolví en las mantas, paseando por la habitación enrollada en ellas. Tomé en mis manos un vestido negro y bajé al salón. Hades esperaba en la mesa, acariciando a Nótt tras las orejas. Me senté a su lado y él se quedó mirándome unos instantes.

–Hoy practicaremos con armas –informó.

–Bien –respondí irónica, dándole un sorbo a la taza.



Las espadas no eran tan ligeras como yo creía, y usar un arco era verdaderamente un suplicio. Si no hubiera sido Hades, mi entrenador habría desistido después de ver lo inútil que era con un armamento, pero él se quedó hasta que aprendí a controlarlo un poco, al menos lo básico.

Íbamos andando de vuelta al castillo cuando le pregunté:

–¿Cómo fue la guerra?

Su boca se abrió y cerró varias veces. Sus ojos también se cerraron con fuerza y frunció el ceño, como si recordara algo doloroso. Llevé mi mano a la suya y la entrelacé, él soltó una bocanada de aire.

–Horrible –contestó finalmente–. Yo era joven y... Es solo masacre, Charis. Es terror por los tuyos y por ti mismo, por todo lo que pueda pasar.

–Lo siento –susurré.

–No te disculpes.

Adonis estaba en el sofá del salón, leyendo un libro. Soltó un gruñido cuando Nótt corrió hacia él para hacerse hueco y lo obligó a apartar las piernas.  Me crucé de brazos antes de hablar:

–¿No hay tareas?

–Ha venido Caiden. Otra vez –dijo con hastío–. Pídeme que le prohíba la entrada y seré muy feliz.

Hades dio un paso hacia el pasillo, decidido, y yo lo detuve del brazo. Adonis nos lanzó una mirada, extrañado.

–¿Qué demonios os pasa a vosotros dos? –preguntó–. Estáis muy raros y... juntos. Y hasta he visto al Señor Tinieblas sonreír.

Fuga de estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora