.:｡♡ﾟ| Las ve como un par de cachorritas, no puede tomarles del todo en serio, y no quiere hacerles daño poniendo a una sobre otra. Pero las alfas bebés ya están ilusionadas y esperan una decisión.
¿Dos alfas y una omega? ¿No es eso peligroso? Pero...
si no les gusta ese tipo de contenido, puedes leer la otra mitad del capítulo que es más soft.
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Jennie abrió los ojos, despertando por el ruido de gruñidos y agitadas respiraciones que sacudieron a su omega, estirándose como una gatita antes de ver lo que sucedía.
Roseanne y Lalisa peleaban, ambas forcejeando entre ellas para girar a la otra y tomar un momentáneo control, para después volver a girar sobre el colchón en busca de dominar. Jennie se quedó levemente sorprendida, porque ambas cachorras estaban desnudas, sus pupilas dilatas de excitación y sus aromas fuertes soltando feromonas que podrían embriagarlo en cualquier momento.
Se quedó ahí, a un lado de ellas casi pegada a la pared observando la manera en que poco a poco la pelea parecía apaciguarse; al menos esa vez, Roseanne logró colocarse encima, entre las piernas de Lalisa, sosteniéndole con firmeza con sus manos encima de la cabeza de la de flequillo, su boca atacando el cuello para inmovilizarla, donde mordió con levedad en una advertencia de permanecer quieta. Lalisa no luchó más, con el pecho subiendo y bajando con rapidez, puños apretados y ojos cerrados, dejando que la alfa mayor dominara esa vez. La rubia balanceó sus caderas, haciendo que sus erecciones sensibles se acariciaran entre sí, arrancando gruñidos de ambas.
Por supuesto, ninguna se había corrido mientras ayudaban a la omega, por lo que Jennie dedujo que buscaban liberarse entre ellas sin molestarla a ella mientras dormía. Sonrió con labios cerrados, sintiéndose extrañamente caliente ante la escena frente a sus ojos; Manobal gemía en suspiros y jadeos, mientras Park solo gruñía y siseaba, moviendo sus cadera para intensificar el contacto entre la húmeda piel de sus miembros. Incluso liberó las muñecas de la menor, solo para rodear su cuello con una mano sin hacer real presión, la alfa menor aferrándose a los hombros ajenos. Las manos de la rubia se deslizaban después en caricias por las firmes piernas de la menor, apretándolas entre sus dedos hasta dejar suaves rojeces.
