.:。♡゚| Las ve como un par de cachorritas, no puede tomarles del todo en serio, y no quiere hacerles daño poniendo a una sobre otra. Pero las alfas bebés ya están ilusionadas y esperan una decisión.
¿Dos alfas y una omega? ¿No es eso peligroso? Pero...
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(Extras sin orden cronológico, así a lo random)
por favor diganme donde hay un error para corregirlo :(
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La casa era un caos, un completo caos.
— ¡Ven aquí!
El grito de Roseanne se escuchó por toda la casa, seguida de escandalosas risas infantiles. La alfa corría detrás de la niña que desnuda huía de ella, saltando por los sillones y riéndose del desespero de Park por atraparla. Habían estado así hacía ya un buen rato, cuando la alfa le quitó las prendas para poder bañarla, pero la niña había huido tan rápido como sus cortas piernas se lo permitían, solo volviendo loca a la chica que trataba de agarrarla para que dejase de exhibirse por toda la casa.
— ¿Qué pasa? —Lalisa entró a la sala principal, donde Roseanne seguía correteando detrás de la cachorra. En sus brazos sostenía un bebé, quien chupaba tranquilo de un biberón lleno de tibia leche. Lo mecía con cuidado, arrullándolo.
— ¡Tu hija no quiere bañarse! ¡Dile algo!
Manobal rodó los ojos ante el desespero de Park, quien se dejó caer en el sofá a mirarle cansada por todo el ejercicio que la cachorra le hizo tener.
— Heejin, ¿qué te he dicho sobre molestar a mamá Rosé?
La aludida dejó de correr para lentamente acercarse a su mamá Lalisa, bajando la cabeza y moviendo el pie en un gesto tímido. La niña era una tierna combinación entre los ojos y labios de Jennie, junto al tono de piel y la nariz de Lalisa, además de ese lacio cabello negro que le caía desordenado por sus hombros, un fleco que apenas llegaba a rozar sus cejas levemente tupidas. La niña era adorable, pero sin duda también era un pequeño demonio de tres años. Se la vivía molestando principalmente a Roseanne, porque era un blanco perfecto al caer tan rápido en sus pequeños trucos de manipulación. ¡Pero no podían culparla! Era débil cuando la pequeña ponía sus ojitos brillantes de cachorrito y le hablaba con ese aegyo infantil tan bonito.