La tentación

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REBECA: Piero, son las 12 y media. Ya es tarde -dije sin ganas-.

La verdad es que no quería que se fuera, pero era egoísta por mi parte decírselo, así que me quedé con las ganas.

PIERO: ya...

Le miré un poco apenada y volví a acercarme para abrazarle como buenamente pude.

PIERO: pero la verdad esque estoy muy bien contigo, no me apetece irme.

Me hizo gracia su ocurrencia ya que era lo mismo que yo pensaba, así que hundí mi cabeza en su pecho y reí flojito para que él no se diera cuenta, aunque no fue posible ya que me pilló y se rió conmigo aún sin saber el porqué lo hacía.

PIERO: ¿qué pasa? -dijo riéndose-.

REBECA: que has dicho justo lo que yo estaba pensando -dije levantando la cabeza y tapándome la boca con la mano para no parecer una loca riéndome-.

PIERO: ¿eso qué significa?¿qué quieres acostarte conmigo? -dijo de broma riéndose, lo cuál provocó que mi risa se volviese mucho más intensa al igual que la suya-.

REBECA: no seas mal pensado -dije de forma creída mientras seguía riéndome-, sé que quieres que nos liemos pero no soy fácil de roer.

Piero me lanzó una mirada atrevida, pero no dijo nada, solo se quedó viendo como me reía sin parar y cada vez lo hacía más al ver la cara que se le había quedado.

Después de este ataque de risa, decidimos tomar una decisión.

PIERO: bueno entonces, ¿qué te parece si voy a por unas cosas a mi casa, me pongo el pijama y vengo a dormir contigo?.

REBECA: me parece una buena idea Barone -dije en un tono pasota-.

PIERO: con que con esa nos vemos, ¿eh?.

REBECA: no sabes nada aún.

PIERO: touché -dijo chasqueando los dedos-. Ahora vuelvo bella, no me cierres la puerta.

Me hacía gracia la confianza que nos habíamos tomado de la nada, pero esque en realidad era divertido nuestra relación.

A los pocos minutos volvió en pantalón gris de chándal con una camiseta celeste enorme y unas chanclas azules oscuras.
Estaba muy guapo, y eso que ya lo había visto de diferentes formas en fotos, pero en persona se veía mucho más guapo, y esque así era siempre.

Traía además sólo las llaves, el móvil y un cargador consigo.

REBECA: ¿a por qué cosas ibas? Sólo te has cambiado de ropa -pregunté confundida pero riéndome a la vez-.

PIERO: ¿no te basta sólo mi presencia?.

Por un momento supe que era sarcasmo pero igualmente pero por un momento le miré de arriba a abajo y por intuición me mordí el labio inferior, este chico tenía algo de su ser que me llamaba demasiado la atención, pero aún no había descubierto el qué.
Tendría entonces que descubrirlo de una forma o de otra.

PIERO: ¿qué tanto me miras? -dijo acercándose a detrás del sofá, donde estaba yo sentada-.

REBECA: a tí -dije cuando se acercó del todo a mí-.

PIERO: bueno, ¿vamos?.

Cogí el mando de la tele y la apagué para luego dirigirme con él al cuarto.

PIERO: ¿este es tu nidito de amor?.

REBECA: perdón por no haber puesto unas velitas antes, esque no he comprado -dije bromeando con él, a lo que él solto una pequeña risa y me contestó-.

PIERO: está genial así.

Fui a coger mi pijama del cajón de debajo del armario y me dirigí con este al baño para cambiarme.

Me cambié el pantalón y la ropa interior y me puse un sujetador parecido a los deportivos para dormir y luego traté de ponerme una camiseta encima holgada, pero no pude.

Abrí el pomo de la puerta en sujetador y pantalón y tuve que llamar a Piero.

REBECA: Piero... Esto... ¿Me podrías ayudar?.

PIERO: claro, dime -dijo entrando al baño-.

Me vió que estaba en sujetador y que tenía la camiseta en la mano, así que me trató de ayudar.

PIERO: no vayas a mover el brazo -dijo mientras me indicó que me sentara sobre la tapadera del váter-.

Me pasó cuidadosamentela manga por el brazo y luego me pasó el otro.

PIERO: ven, vamos a ver como apañamos para que no lo muevas por la noche -me tomó de la mano y fuimos de nuevo al cuarto-. Acuéstate, ahora vengo.

Desarmé la cama y me senté a esperarlo, hasta que vino con tres cojines del sofá.

Se quitó la camiseta delante mía mientras yo le miraba realmente asombrada y luego se tumbó a un lado de la cama.
Se notaban sus musculados abdominales y su bien trabajado pecho.

PIERO: ¿qué? -dijo cuando se acostó y vió que no dejaba de mirarle-.

REBECA: no nada, que se nota aún más que te cuidas mucho.

PIERO: me gusta cuidar mi imagen.

Me traté de acomodar los cojines pero no encontraba buena postura y terminé frustrándome, pero él arregló este problema.

Se tumbó del lado que yo tenía el brazo bueno y colocó a mi otro lado, un cojín debajo de mi hombro y debajo de la almohada y otro bajo mi codo.

PIERO: quizás así estés más cómoda.

REBECA: gracias -contesté sin poder dejar de verlo-.

PIERO: de nada bella, ahora a descansar.

Se acostó de lado mirándome y yo no pude evitar seguir viéndolo, aunque era un poco difícil ya que yo estaba boca arriba, pero no le dí importancia alguna.

Él se incorporó un poco aún quedando tumbado al lado mío, pero apoyando su cabeza sobre su mano y apoyando su codo en la cama.

REBECA: ¿pasa algo?.

PIERO: nada que sea importante.

Nos quedamos un rato jugando con nuestras miradas, sólo se escuchaban nuestras respiraciones tranquilas.
Sólo éramos él y yo.

Se acercó lentamente a mí, perfectamente me dí cuenta que podríamos estar a punto de besarnos, y no supe como reaccionar, pero no hizo falta reaccionar de ninguna forma. Ya que nuestros labios no llegaron a rozarse en ningún momento.

Simplemente teníamos los rostros muy cerca, tanto que ambos podíamos notar la respiración del otro sobre nuestro rostro.

Mi miraba se dirigía una y otra vez de sus ojos a sus labios y viceversa. Y esque estábamos muy cerca de todo y a la vez muy lejos.

REBECA: Piero...

PIERO: tranquila, todo será a su debido tiempo.

Y entonces supe que estaba caería en la tentación, pero no esa noche.

Tras unos minutos cortos pero a la vez largos de miradas en las que corrían los sentimientos puros y reales, nos quedamos dormidos.

Viaje a ItaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora