VI

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Las noches en las que no puedo dormir son las peores. Mi mente se pasa el rato pensando y sin dejarme descansar casi siempre.

Los ruidos del campo me desconciertan y a veces me asustan hasta el punto de contener la respiración.

"Solo tengo que descansar" me repito a mí misma.

No puedo

¿Desde cuánto tiempo llevo con esto? Días, semanas, meses...

¿Cuándo podré ser feliz sin tener que ver por otros?

Paro de pensar inmediatamente, y me doy cuenta de que he vuelto a sobrepensar todo.

"Tengo que parar" me escucho susurrar. Sin embargo solo pienso más en lo que ha pasado y me siento débil.

Si tan solo pudiera tener una familia feliz, o amigos de verdad. Una sonrisa verdadera.

Al ver que estoy cayendo otra vez, me levanto. Voy hacia mi mochila y busco mi collar. Es una cadena de oro con dos semicírculos, y en medio, un colibrí.

Lo busco sin cesar, pero no aparece. Con ganas de llorar observo mi cuarto con la mirada, sabiendo que no lo encontraré por la escasa luz.

Intento tranquilizarme y busco en los pantalones que me puse ayer. Tampoco está.

Ese collar me lo regaló mi abuela cuando era niña. Y aunque aún esté con nosotros, ya no nos recuerda gracias al Alzheimer.

Vuelvo a la cama derrotada, seguramente se me calló o me lo quitó alguien. No puedo evitar pensar lo inútil que soy hasta para perder un objeto tan preciado, y suspiro.

Me despierto por la estupenda alarma, que sigue resonando en mi cabeza. Y mientras me desesperezo, abro Instagram y voy a mensajes. Me ha hablado un chico.

-Hola-

Ni siquiera lo conozco

-¿Quién eres?-

-Vi tus fotos de Instagram y te quise hablar. Menudo cuerpo, ¿me quieres matar?-

Rápidamente pongo una mueca de desagrado, y lo bloqueo.

Siempre igual.

Por fin me levanto y me miro al espejo. La gente suele decir que no me tendría que preocupar de mi físico, que seguro que no tengo ninguna inseguridad. Y que si la tuviera, sería idiota. Piensan que me conocen, pero no lo hacen.

Con esos comentarios solo me hieren, me arden sus palabras. Ya no es que tenga inseguridad. Es que si la tengo, no la puedo mostrar porque no tendría razón de tenerla.

Hipócritas.

Será lo fácil que es deshacerse de las inseguridades, de lo que odias.

Lo hacen ver tan fácil que hasta a veces pienso que estoy exagerando.

Ojalá fuera tan fácil sacarse esos pensamientos hirientes, ese peso que tienes en tu interior que cada vez va en aumento, esas lágrimas que se retienen en los ojos y el nudo en la garganta.

Cerrar los ojos y que todo fuera un sueño.

Pero sigue siendo una pesadilla que vive con muchas personas, hasta que las ahoga y las cierra en un vacío en el que no hay esperanza.

Han pasado veinte minutos desde que me levanté, si no me preparo rápido llegaré tarde al autobús.

Escojo ropa sencilla y me encamino hacia la parada,  rato después de bajar me pongo mis auriculares y entró en mi mundo. No noto que hay alguien detrás de mí hasta que me toca suavemente el hombro.

Centro mi atención en el. Pelo castaño, desordenado y ojos castaños. Alto y con una sonrisa me saluda.

-Lo siento por interrumpirte, pero el otro día nos tropezamos y dejaste caer un collar.- Me dice tranquilamente.

Miro hacia su mano y enseña mi colgante preferido.

-Si, es mio. Muchísimas gracias por traérmelo, pero tengo prisa.- Vuelvo a mirar a sus ojos y le agradezco con la mirada y una pequeña sonrisa.- Con tu permiso.- me giro y sigo camino hacia el instituto.

Rebusco en la mochila hasta que sacó una pinza para el pelo y me lo recojo. Cojo el collar y con cuidado lo coloco en su lugar, sintiéndome mucho mejor de no haber perdido tan preciado colgante.

Y me encamino hacia mi clase, espero que el día no sea muy pesado o no se lo que haré.

Fracturas Del Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora