Capítulo 3

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—Avril, querida. — la llama de pronto su jefa, Fiorella. Una mujer de unos cuarenta años, de baja estatura, con el pelo tintado de rojo y rizado a más no poder. Con los ojos tan oscuros que no se les puede distinguir la pupila en ellos. — ¿Podrías atender un momento la tienda mientras yo voy a por los cafés?

—Si, por supuesto. — contestó la morena, creando un arreglo floral.

—Tardo cinco minutos, bella.— y sin más la pelirroja de abundantes rizos, se fue por la puerta, dejando a la de ojos grises completamente sola en aquella floristería.

La muchacha llevaba allí desde las ocho de la mañana entre flores. Para su suerte no se había aburrido, ya que tuvo que hacer cuatro arreglos florales y unos cuantos ramos de flores. Además, Regina, la señora que siempre visita cada mañana la tienda en busca de cuatro amapolas en color amarillo, la mantuvo un buen rato de chachara.

Al cabo de pocos minutos, acabó aquel arreglo que estaba creando. Pero al separarse un poco y apreciarlo con más detalle, se dio cuenta que aquellos tulipanes en color rosa palo, quedaban muy sosos. Como si a aquel puzzle le faltara su pieza.

Fue al frente del mostrador y echó un vistazo a todas las flores que tenía enfrente. Cuando encontró los lirios en color blanco que quería, cogió unos cuantos y los acomodó en su brazo izquierdo como si fueran un recién nacido. Después cogió unos alisos de mar, y los colocó delicadamente encima de los lirios.

Una vez obtenidas las flores que quería, las llevó consigo hasta el mostrador, donde las dejó al lado del pequeño jarrón rosa en el que estaba colocando anteriormente los tulipanes.

Empezó a colocar las plantas como a ella le parecía que quedaba más bonito.

Al cabo de pocos minutos, dio por finalizado aquel bonito arreglo. Se apartó un poco y comprobó que tenía razón. El ramo le había quedado bastante bien. Así por lo menos no quedaba tan simple.

Una vez finalizado al completo el trabajo, le sacó una foto y la subió a la página web de la floristería, para que los clientes conocieran los productos que venden en ella.

Después guardó el arreglo en la trastienda, concretamente en una habitación con aire acondicionado, donde conservaría mejor ya que en ese lugar hacía más frío.

La chica fue al frente de la tienda y se sentó en la pequeña banqueta que había detrás del mostrador. Del segundo cajón, cogió una pequeña libretita amarilla y su estuche naranja con una mariposa multicolor. En ella, guardaba todos sus dibujos desde los seis años.

Abrió la libreta por la última página utilizada, y empezó a observar su alrededor.

Por el ventanal de la tienda, pudo observar como unos niños jugaban con un cachorro de pastor alemán. Se le hizo realmente adorable aquella escena. Un niño rubio con ricitos correteaba de un lado a otro, mientras que el pequeño animal le seguía junto con una niña pelirroja con dos coletas y otro niño moreno con el pelo algo larguito.

Empezó a dibujar aquella escena que le hacía insertar una sonrisa en su cara.

Se centró tanto en aquella escena y en su dibujo, que no se dio cuenta de que alguien había entrado hasta que sintió algo posarse enfrente suya.

—Aquí está tu chocolate caliente, querida. — informó Fiorella con una sonrisa.

—Gracias. — agradeció la muchacha, una vez recuperada del susto de su jefa.

La mujer se dio cuenta de que Avril tenía encima de la mesa su libreta desplegada y algunos lápices y dos gomas de borrar esparcidos por ella. — ¿Hoy que dibujas?

¡Chili! ||Victoria de Angelis||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora