Prólogo

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Como siempre perdón por los errores




La lluvia caía copiosa esa fría noche de invierno. Cualquier persona que estuviera afuera debería de tener una muy buena razón, pues el viento gélido helaba hasta los huesos, al punto de hacerlos dolor. 

Sin embargo, eso no parecía detener a cierta persona, la cual carga un huacal entre sus manos. El objeto de madera estaba relleno de lo que parecían ser cobijitas, además de estar cubierta con una bolsa de plástico para evitar que su valioso contenido se pueda mojar.. Una pequeña bebita de no más de dos semanas de nacida. 

La pequeña va plácidamente dormida, con sus ojitos y puños bien cerrados, pero al sentir que su madre se ha detenido la hace dar un par de pujiditos, pero no al punto de hacerla despertar, solo bosteza mientras se estira un poco. Eso causa que la fémina se enternezca unos momentos, pero al saber porqué está allí, es que delicadamente la infante es sacada de la cajita, la cual ha sido su camita durante su muy corta vida. 



-Perdóname, mi amor, pero es lo mejor para ti.. No quiero que estés en un horrible orfanato como yo.. Y que vivas lo que yo viví. Sé que aquí estarás mucho mejor. - 

Comenta entre lágrimas la mujer. Le duele tener que abandonar a su recién nacida, pero lamentablemente no la podrá cuidar, ya que es de escasos recursos, además de que un cáncer terminal la aqueja, y muy pronto le arrancará la vida. 

Dejar a la pequeña tricolor con algún familiar no es opción, ya que su madre es huérfana de nacimiento, y jamás fue adoptada, además de que el padre de la pequeña nunca dio la cara, siempre que lo iba a buscar, la madre del joven la corría o amenazaba con llamar a la policía.. Así que lamentablemente Azteca siempre estuvo sola. 

Un dulce beso es dado en la frente de la infante, uno que causó que esta abriera sus hermoso ojos dorados por unos segundos, de forma borroso vio a su madre y sonrió para de nueva cuenta volver a cerrar sus orbes al saberse segura junto a la mujer que le dio la vida...Y la cual, para su ignorancia estaban a punto de abandonarla en la casa de una familia mejor acomodada que ella, y la cual Azteca espera puedan adoptar a su retoño..

Gracias a la lluvia que la ha mojado, es que el llanto de la fémina no pueda ser detectado, pues lo que está a punto de hacerla la mata más que la enfermedad que la consume día con día. 

Un par de golpes son dados en la puerta de fina madera, tras lo cual la omega abandona el lugar para perderse en la oscuridad de la noche. 

La pequeña y solitaria infante vuelve a estirar uno de sus brazitos, lo que provoca que el frío viento choque con su puñito cerrado, causando a su vez un fuerte estremecimiento en su pequeño cuerpo. 

Pequeños hipidos comienzan a escapar de la infante, los cuales poco a poco se vuelven un fuerte llanto que rompe con el silencio que reina esa noche. 


Mientras tanto en el interior de esa enorme y elegante morada, un pequeño niño de no más de cinco años duerme plácidamente en su camita. En la habitación contigua se encuentran sus hermanos menores, un par de gemelitos que cuentan con sólo tres años de edad. 

Huo, el mayor de los tres, un pequeño alfa de bandera tricolor en azul blanco y rojo, con seis bonitas estrellas como escudo, se despierta al escuchar un lejano sonido, uno que parece un llanto, y pensando que se puede tratar de uno de sus hermanos se pone de pie para ir donde los gemelos. 

El menor va arrastrando su cobijita, además también abraza a un bonito panda de peluche que su padre (padrastro) Vietnam le dio. 

Una vez en su destino, descubrió que los pequeños alfas rojos están bien dormiditos, y que el llanto no le pertenece a ninguno de ellos, cosa que lo extraña y asusta ligeramente, pero aún así se llena de valor para ir con rumbo a la puerta principal, que es de donde proviene el lastimero lloriqueo. 

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