Me apoyé en el borde del barco, respirando con dificultad y soltando algunos jadeos. El sudor corría por mi frente mientras mis músculos dolían, especialmente los lugares donde me habían golpeado. Mis brazos y piernas temblaban por el esfuerzo que estaba haciendo durante las últimas horas. Aunque realmente no tenía idea de cuantas horas habían pasado desde que comenzamos con este estúpido entrenamiento, pero de igual manera se sentía como una eternidad. Definitivamente no aguantaría todo este ritmo.
Con pesadez levanté mi cabeza para mirar a Jennie, ella ni siquiera lucía cansada. Seguía con la misma energía de cuando empezamos. Apenas se le notaba una ligera capa de sudor y sus movimientos eran tan rápidos y precisos como al principio.
Tomé una gran bocanada de aire, logrando caminar unos cuantos pasos hasta llegar a mi vara de madera. La castaña la había arrancado de mis manos con un eficaz golpe, provocando que saliera volando a donde estaba justo ahora. Una vez que la recogí me tambaleé un poco pero aún así enfrenté a la chica. Sonriendo se acercó a mí lentamente, colocó la punta del objeto de madera sobre mi pecho y dió un pequeño enpujoncito que fue todo lo que bastó para hacerme caer.
Cerré mis ojos cuando mi espalda golpeó la madera del suelo, maldiciendo fuertemente por el dolor. Por suerte no me había golpeado la cabeza. Me mantuve allí, sabiendo que no tendría fuerzas para levantarme así que sólo dejé escapar un suspiro.
ㅡ¿Ya terminaste? ㅡpreguntó Jennie.
Su voz sonaba mucho más cerca que antes, entonces abrí uno de mis ojos para poder observar donde se encontraba. Me sorprendió ver su rostro asomado por encima del mío, ella se había colocado de cuclillas apoyando los brazos en sus piernas de una forma relajada. Sus ojos estaban curiosos sobre mí.
ㅡ¿Tú ya terminaste?. Parece que quisieras matarme ㅡdije sin apartar la vista de ella.
Pareció pensarlo por un rato pero luego negó con la cabeza sonriendo. Devolví la sonrisa un poco más débil, podía sentir mis párpados cada vez más pesados y de pronto la cubierta no parecía tan mal lugar para dormir. Estaba apunto de cerrar mis ojos cuando su dedo en mi mejilla me lo impidió.
ㅡNo te duermas, no podría cargarte hasta mi cama si lo haces ㅡhabló en voz baja.
Asentí sin hacerle caso, dedicándome a cerrar los ojos. Escuchaba como me llamaba pero su voz se oía lejana. Me quedé dormida en la cubierta.
Abrí mis ojos lentamente, removiéndome en mi lugar y sintiendo mis músculos adoloridos. La luz entraba en la habitación por las pequeñas ventanas brindando un poco de iluminación. Con cuidado me senté en la cama, sin poder evitar maldecir debido al fuerte dolor de espalda. Mi vista viajó por todo el lugar dándome cuenta de que de nuevo estaba en el camarote de Jennie. En ese momento me percaté de que ella no estaba en la habitación, ni una sola señal de ella.
Me tranquilicé un poco al pensar que ella probablemente estaría durmiendo en el camarote de Jisoo. Aunque luego mi cabeza empezó a formar ideas de que tal vez en lugar de ir con la pelinegra ella habría elegido ir con Eunwoo. Por alguna razón eso me molestó.
Aún molesta me puse de pie demasiado rápido y me lamenté por eso. Debería de tener más cuidado a la hora de hacer movimientos. Comenzaba a creer que cualquier movimiento que hiciera podría llegar a romperme, incluso respirar. Decidí caminar despacio hasta la puerta pero como se estaba haciendo costumbre mis piernas temblorosas cedieron. Caí sobre mi trasero cerca de la cama y soltando un suspiro apoyé mi espalda contra ella.
Pensando en que hacer recordé el golpe que Jennie me había dado a un costado con esa vara de madera, entonces me levanté un lado de la sucia blusa para examinar el lugar. Efectivamente, allí se encontraba una gran marca morada con un tono algo verde alrededor. Seguramente mi espalda estaba igual, hasta me atrevía a decir que peor. Acomodé de nuevo mi blusa y dejé escapar otro suspiró mirando el techo, donde se escuchaban algunos pasos. Volví a cerrar mis ojos todavía cansada de tanta actividad de ayer en la noche.
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Sueños de agua | Jenlisa
Fanfiction↪Lalisa Manobal nunca imaginó que al abrir los ojos despertaría en un lugar extraño, mucho menos que lo haría en la cubierta de un barco, atada a un mástil. Con 23 años, ella se convertirá en una esclava más de la tripulación al mando de la capitana...