-¿En quién?-volvió a preguntar Ross.
Lo fulminé con la mirada queriendo taparle la boca en ese instante, las manos comenzaron a sudarme ante la posibilidad de quedar en evidencia.
-En... mi... amigo... que dejé en California-inventé.
-¿Qué clase de amigo? Cualquiera podría enamorarse de un amigo-inquirió.
-Enamoramiento no, Ross-especifiqué de nuevo, Ellington sólo se mantenía en silencio pero atento-. Y es... un amigo, amm... cercano y...-me estrujaba los sesos para poder seguir poniéndole palabras a mi mentira-y... a una amiga también le gusta, entonces...
-Tienes miedo de perder la amistad de tu amiga por haberte fijado en el mismo chico que ella-completó Ross.
-¡Exacto!
-Bueno y, ¿quién se fijó primero en el chico?
-Ella-musité, con pesar.
-Pero tú ya te fuiste de California, ya no importa o ¿sí?-dijo Ellington, quien había estado como una estatua hasta ahora.
-Eemm...-murmuré.
-Igual yo creo que lo hubieras hablado con tu amiga, en vez de especular tú sola las cosas y castigarte a ti misma-interrumpió Ross-. Digo, no era su novio y ella no era tu mejor amiga-se encogió de hombros.
Me solté a reír y ambos me miraron. Si Ross supiera a quién me refería ni siquiera haya dicho lo último.
-¿Qué es gracioso?-preguntó Ellington.
-Nada, sólo que... nada-manoteé con la mano restándole importancia.
-¡Mira, ______!-me dijo Ross- ¿Ese lugar no te parece ideal para una fotografía?-apuntó hacía un edificio a lado de un canal que se extendía magnífico por el este.
-Qué buen gusto tienes Ross-concordé-. Creo que le tomaré una.
Saqué con la mano libre la cámara de mi bolso y luego me quedé en silencio y sin actuar, tímida porque Ross aun mantenía su mano atada a la mía.
-Ross, creo que ______ necesita sus dos manos-farfulló Ellington.
-Oh, cierto. Discúlpame-enrojeció un poco y soltó mi mano a la que inmediatamente le pegó el aire gélido del medio día.
Le sonreí y apunté el lente de la cámara hacía el monumento y saqué la fotografía.
-Un fiore per la ragazza?-musitó alguien detrás de mí.
Me giré y obtuve la imagen de una señora con un canasto de rosas rojas que le hablaba a Ellington, mientras que Ross estaba distraído mirando las palomas.
Ellington me miró y luego me sonrió. Entonces miró de nuevo a la señora.
-Quanto costa una?-preguntó.
-Un euro-dijo la señora.
-Dammi uno.
Ella le acercó la canasta y Ellington escogió una rosa entre el puño y luego, sacó del bolsillo de su pantalón una pequeña moneda.
-Ecco-le dio la moneda y le sonrió.
-Grazie bel giovane-dijo la señora y luego me sonrió a mí para después alejarse e ir a ofrecerle sus flores a la demás gente.
No había aprendido aun italiano, pero al menos, ya estaba un poco más familiarizada con las palabras y pude entender la conversación entre Ellington y la señora. Ella le había ofrecido una rosa, él le había comprado una. Simple. Seguro se la llevaría a Rydel.
-Ten-pero me la ofreció a mí y me dejó en blanco.
-¿Qué?-musité, torpe.
-Es para ti-dijo, como si hubiera adivinado mi pensamiento anterior.
-Gracias-tomé la flor entre mis manos y sentí que el rubor corrió por mis mejillas pintándolas, así que desvié mi rostro y miré a Ross, quien aún seguía entretenido observando el centenar de palomas que volaban en el cielo y otras que caminaban por el suelo de la plaza.
Alcé mi cámara y tomé una fotografía de su perfil justo en el momento exacto en que las palomas volaron. Una fotografía maravillosa. Ross me miró.
-Hey, pudiste haberme avisado-me dijo y yo reí.
-No, creo que saliste más lindo así.
El se sonrojó de nuevo, y luego bajó la mirada percibiendo así la flor en mi mano.
-¿Y esa flor?-preguntó.
-Se la dí yo-dijo Ellington, con más orgullo del necesario.
-Rayos, entonces yo tengo que comprarte un ramo completo-bromeó.
-Lo haces parecer una competencia, Ross-dije, queriendo seguirle la broma, pero lo cierto era que dos hermosos ángeles estaban cortejándome y el tono casual en mi voz no era muy espléndido.
-Claro que no es una competencia-dijo él-, yo no estoy compitiendo con nadie; Ellington no es un jugador, él ya tiene dueña-bromeó Ross, palmeándole la espalda a Ellington.
Ellington sólo sonrió, pero a esa sonrisa le hacía falta... ¿alegría?
-Me haces sentir como un trofeo-dije, haciendo un mohín.
-Non un trofeo. Tu sei una principessa bella e mi piace essere il vostro principe-musitó.
El rostro de Ellington se endureció y su ceño se frunció ante las palabras que Ross había pronunciado. ¿Pero qué había dicho?
-Tell in spagnolo-le farfulló Ellington.
-No, mi vergogno-musitó Ross.
-Qual è il tempo a flirtare con lei? Non capisce-el rostro de Ellington se volvía serio y su voz no tenía ese tono amable.
-Perché so che gli piace l'accento italiano- Ross se encogió de hombros.
-Non vedo il punto-Ellington se cruzó de brazos y luego me miró.
No sabía cuál era mi expresión, pero hasta sentía un signo de interrogación dibujado por encima de mi cabeza. Odiaba no entender nada.
-Ross dice que eres una bella princesa y que a él le gustaría ser tu príncipe-me dijo, pero parecía molesto.
-Stai zitto!-protestó Ross a Ellington, enrojeciendo por completo.
Miré a Ross, enternecida.
-Qué lindo eres, Ross. Gracias-dije, y él enrojeció más. Sin embargo, Ellingtonpermanecía de brazos cruzados y con rostro duro.
La fierecilla apareció de pronto, bailando de alegría por que creía que lo que Ellington tenía eran celos y aunque no quisiera aceptarlo, a mí también me gustaba la idea.