Capitulo 23

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-¿En quién?-volvió a preguntar Ross.

Lo fulminé con la mirada queriendo taparle la boca en ese instante, las manos comenzaron a sudarme ante la posibilidad de quedar en evidencia.

-En... mi... amigo... que dejé en California-inventé.

-¿Qué clase de amigo? Cualquiera podría enamorarse de un amigo-inquirió.

-Enamoramiento no, Ross-especifiqué de nuevo, Ellington sólo se mantenía en silencio pero atento-. Y es... un amigo, amm... cercano y...-me estrujaba los sesos para poder seguir poniéndole palabras a mi mentira-y... a una amiga también le gusta, entonces...

-Tienes miedo de perder la amistad de tu amiga por haberte fijado en el mismo chico que ella-completó Ross.

-¡Exacto!

-Bueno y, ¿quién se fijó primero en el chico?

-Ella-musité, con pesar.

-Pero tú ya te fuiste de California, ya no importa o ¿sí?-dijo Ellington, quien había estado como una estatua hasta ahora.

-Eemm...-murmuré.

-Igual yo creo que lo hubieras hablado con tu amiga, en vez de especular tú sola las cosas y castigarte a ti misma-interrumpió Ross-. Digo, no era su novio y ella no era tu mejor amiga-se encogió de hombros.

Me solté a reír y ambos me miraron. Si Ross supiera a quién me refería ni siquiera haya dicho lo último.

-¿Qué es gracioso?-preguntó Ellington.

-Nada, sólo que... nada-manoteé con la mano restándole importancia.

-¡Mira, ______!-me dijo Ross- ¿Ese lugar no te parece ideal para una fotografía?-apuntó hacía un edificio a lado de un canal que se extendía magnífico por el este.

-Qué buen gusto tienes Ross-concordé-. Creo que le tomaré una.

Saqué con la mano libre la cámara de mi bolso y luego me quedé en silencio y sin actuar, tímida porque Ross aun mantenía su mano atada a la mía.

-Ross, creo que ______ necesita sus dos manos-farfulló Ellington.

-Oh, cierto. Discúlpame-enrojeció un poco y soltó mi mano a la que inmediatamente le pegó el aire gélido del medio día.

Le sonreí y apunté el lente de la cámara hacía el monumento y saqué la fotografía.

-Un fiore per la ragazza?-musitó alguien detrás de mí.

Me giré y obtuve la imagen de una señora con un canasto de rosas rojas que le hablaba a Ellington, mientras que Ross estaba distraído mirando las palomas.

Ellington me miró y luego me sonrió. Entonces miró de nuevo a la señora.

-Quanto costa una?-preguntó.

-Un euro-dijo la señora.

-Dammi uno.

Ella le acercó la canasta y Ellington escogió una rosa entre el puño y luego, sacó del bolsillo de su pantalón una pequeña moneda.

-Ecco-le dio la moneda y le sonrió.

-Grazie bel giovane-dijo la señora y luego me sonrió a mí para después alejarse e ir a ofrecerle sus flores a la demás gente.

No había aprendido aun italiano, pero al menos, ya estaba un poco más familiarizada con las palabras y pude entender la conversación entre Ellington y la señora. Ella le había ofrecido una rosa, él le había comprado una. Simple. Seguro se la llevaría a Rydel.

-Ten-pero me la ofreció a mí y me dejó en blanco.

-¿Qué?-musité, torpe.

-Es para ti-dijo, como si hubiera adivinado mi pensamiento anterior.

-Gracias-tomé la flor entre mis manos y sentí que el rubor corrió por mis mejillas pintándolas, así que desvié mi rostro y miré a Ross, quien aún seguía entretenido observando el centenar de palomas que volaban en el cielo y otras que caminaban por el suelo de la plaza.

Alcé mi cámara y tomé una fotografía de su perfil justo en el momento exacto en que las palomas volaron. Una fotografía maravillosa. Ross me miró.

-Hey, pudiste haberme avisado-me dijo y yo reí.

-No, creo que saliste más lindo así.

El se sonrojó de nuevo, y luego bajó la mirada percibiendo así la flor en mi mano.

-¿Y esa flor?-preguntó.

-Se la dí yo-dijo Ellington, con más orgullo del necesario.

-Rayos, entonces yo tengo que comprarte un ramo completo-bromeó.

-Lo haces parecer una competencia, Ross-dije, queriendo seguirle la broma, pero lo cierto era que dos hermosos ángeles estaban cortejándome y el tono casual en mi voz no era muy espléndido.

-Claro que no es una competencia-dijo él-, yo no estoy compitiendo con nadie; Ellington no es un jugador, él ya tiene dueña-bromeó Ross, palmeándole la espalda a Ellington.

Ellington sólo sonrió, pero a esa sonrisa le hacía falta... ¿alegría?

-Me haces sentir como un trofeo-dije, haciendo un mohín.

-Non un trofeo. Tu sei una principessa bella e mi piace essere il vostro principe-musitó.

El rostro de Ellington se endureció y su ceño se frunció ante las palabras que Ross había pronunciado. ¿Pero qué había dicho?

-Tell in spagnolo-le farfulló Ellington.

-No, mi vergogno-musitó Ross.

-Qual è il tempo a flirtare con lei? Non capisce-el rostro de Ellington se volvía serio y su voz no tenía ese tono amable.

-Perché so che gli piace l'accento italiano- Ross se encogió de hombros.

-Non vedo il punto-Ellington se cruzó de brazos y luego me miró.

No sabía cuál era mi expresión, pero hasta sentía un signo de interrogación dibujado por encima de mi cabeza. Odiaba no entender nada.

-Ross dice que eres una bella princesa y que a él le gustaría ser tu príncipe-me dijo, pero parecía molesto.

-Stai zitto!-protestó Ross a Ellington, enrojeciendo por completo.

Miré a Ross, enternecida.

-Qué lindo eres, Ross. Gracias-dije, y él enrojeció más. Sin embargo, Ellingtonpermanecía de brazos cruzados y con rostro duro.

La fierecilla apareció de pronto, bailando de alegría por que creía que lo que Ellington tenía eran celos y aunque no quisiera aceptarlo, a mí también me gustaba la idea.

Manual de lo prohibido (Ellington Ratliff y tu) ADAPTADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora