Capitulo 39

339 29 2
                                    

39.

El sujeto me sonrió, estirando sus delgados labios rosados y alzó la mano para saludarme.


-Hola-musitó, bañando al español con un matiz inimitable de italiano.


Sujeté su mano, respondiendo el saludo y le devolví la sonrisa a sabiendas de que la mía parecería turbia.

Como no hablé para nada, Gaspar, volvió a la plática con Ellington.


-Neanche parla spagnolo?-le preguntó, confundido.


Ellington soltó una carcajada que al instante supo contraer.


-Penso che odia questi luoghi, man no te la prendere personale-le dijo él, con amabilidad-. Beh, è meglio andare-el pesar en el rostro de Ellington apareció de repente.


Al menos podía estudiar sus expresiones sino entendía nada de lo que hablaban.


-Ma se siete appena arrivati!-parloteó el sujeto tras la barra.


-Sì, ma fretta-una mueca se dibujó en el rostro de Ellington.


-Okay, okay. Saluto Rydel.


-Chiaro-Ellington sonrió, fugaz.


-Hasta pronto, ______. Me dio mucho gusto conocerte-me dijo con su acento italiano, distorsionando un poco el español.


-Adiós, Gaspar-musité, tímida.


-Arriverdeci-dijo, Ellington, despidiéndose con el movimiento de mano también.


-Arriverdeci, Ellington-dijo él.


Ellington me tomó de la cintura y el tacto cálido de su mano sobre mi cuerpo, llegaba incluso a través de la ropa. La piel se me erizó, como si una lombriz de electricidad me recorriera el cuerpo.

Me sacó de aquel lugar y pude respirar el aire fresco una vez que estaba afuera. Aquel respiro me hizo pensar en Rydel. Me sobresalté.


-¿Qué hora es?-le pregunté a Ellington.


Sacó su celular y miró la pantalla del mismo.


-Las ocho con cuatro-contestó, como si nada.


-¡Rydel ya está en casa!


-Conduciré rápido-dijo.


¿Esa era su respuesta? ¿Acaso me sentía más culpable yo que él? ¿Él se sentiría culpable al menos? Las preguntas revolotearon en mi cabeza con voz propia, mientras me esforzaba a mandarlas todas al rincón de mi mente. Callándolas.


Subí a la Hybrid de Ellington cuando este me abrió la puerta. El tiempo se me acababa; había pasado un buen rato con él, sin embargo para mí pareció sólo la prolongación de lo que dura un suspiro y ahora iba a ponerle final al día, a mi tarde con él.

Manual de lo prohibido (Ellington Ratliff y tu) ADAPTADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora