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El beso robado - Jean-Honoré Fragonard

Fue una pésima idea.

Sin embargo no me doy cuenta de eso hasta que estoy fuera del club, y veo el reloj en mi muñeca, escaneando de reojo a quien fue mi pintor favorito durante mi adolescencia. Se encuentra a mi lado admirando el cielo nocturno como si se tratara de una obra de arte.

En mi estado sobrio, también valoraría el paisaje como una obra de arte.

En mi estado ebrio, lo único que encuentro como una obra de arte, es Luca.

Mierda.

¿Eso salió de mi boca o solo estuvo en mi mente?

Dada la forma casual en la que camina hacia el estacionamiento sin inmutarse demasiado, agradezco que al parecer se haya quedado en mi perversa mente de ebria. Mejor. No necesito que siga con esa sonrisita sensual y que llegue a decir algo que suene como...

—Mierda, Danye...

Un momento.

Me detengo en seco al escuchar ese gemido.

... de una voz que conozco mejor que la mía, ya que está en discos, en YouTube, en todas las plataformas e incluso hace un tiempo se podía pagar para escucharla en un concierto en vivo.

Luca se gira lateralmente para ver por qué me he detenido así de repente, pero no quiero que se dé cuenta de lo que probablemente está haciendo mi mejor amiga ahí, cerca de nosotros, gimiendo. Dios, no quiero ni imaginarlo. Así que abriendo los ojos, le hago un movimiento y empiezo a correr apretando el culo.

Siempre quise caminar como esos corredores...

Bueno, ni idea de cómo se llaman.

Es marcha atlética, niña.

Esa mierda.

Me limpio el sudor en los jeans. Sé que no estoy soñando, pero lo que escuché fue claramente lo que creo que escuché, por lo que sigo ignorándolo a pesar de que Luca me mira con preguntas en su rostro, tomando su mano para salir corriendo por el estacionamiento.

Hace frío, pero...

Ups!

Vuelvo a detenerme.

Yo no tengo auto.

Ni siquiera sabes conducir, claro que no tienes.

Oh, sí, es verdad.

— ¿Te llevo?

Antes de pensarlo demasiado y parpadeando, asiento hacia el pintor.

—Por favor. Lo único que podría manejar sería un carrito del supermercado, y eso que choco contra todo y terminan echándome por desorganizar las latas de comida. —Aplasto los labios, viendo los pocos autos que están estacionados— Y en estas condiciones creo que ni sería capaz de conducirlo. Me vetarían la entrada al pasillo de congelados incluso.

Él ríe, y no hay mejor sonido que me haga sentirme cómoda de nuevo hasta en mi propia piel cuando hace solo unas horas no era capaz de ver nada. Porque tenía los ojos nublados por las lágrimas, quiero aclarar.

Me muerdo el labio inferior sin saber realmente qué hacer, hasta que finalmente Luca camina hacia un Mercedes negro y me abre la puerta del copiloto.

Es caballeroso. Puntos a favor.

Le agradezco por lo bajo y entro, aspirando... sí, aspirando sería la palabra indicada para describir mi acto honorifico de cualquier perro de policía. Huele a mentitas y café. Tal y como él. Nunca pensé que me gustaría el aroma, pero resulta embriagador teniendo en cuenta que no puedo dejar de... sí, aspirar.

Luca se sienta y se gira a mirarme, confundido por mi mueca.

— ¿Qué ocurre? ¿Estás bien? ¿Quier...?

—Eres joven.

Contiene una sonrisa ante mi pregunta, pero no puedo evitar hacerlo. Con la escasa luz que hay en el auto logro ver más de cerca su rostro, la mandíbula marcada, el cómo su labio inferior está más relleno que el superior, el color de sus ojos que luce muchísimo más verdoso que antes, pese al destello miel.

Podría...

—Lo soy.

—Pero no tan joven como yo.

El auto se enciende, y fijo mis ojos en la música que se ha encargado de silenciar al instante, intrigado con nuestra pequeña conversación en el estacionamiento de un club poco después de haberme tomado algo más fuerte de lo común.

Su ceja se arquea.

Es una bonita ceja.

Sí, lo es.

— ¿No tan joven como tú?

—De hecho...—frunzo los labios, haciendo un movimiento por todo su cuerpo. La camisa de botones remangada, el aire simple y al tiempo elegante—, tu alma es vieja, como un museo, pero estás atrapado en este cuerpo sexy y artístico.

¿Acabas de decir...?

—Cuerpo... ¿sexy y artístico...?—Se me corta la respiración al instante en el que repite mis palabras. La cosa es que en sus labios suena mejor, y no quiero buscarle explicación. Seguiré cagándola si lo hago. Opto por sonreírle, encogiéndome levemente en mi asiento, a lo que él ríe mostrando esos bonitos dientes— ¿Te sientes bien, Alice?

—Mejor que nunca—aseguro con la cabeza, las manos y mis ojos. Creo que incluso con mis pies, porque los levanto un poco—. ¿Qué edad tienes?

—Veintidós.

Suelto un suspiro de alivio, dejando caer mi cabeza. ¿Qué tan grande y cómodo es este auto, después de todo? Quiero darle un vistazo, así que empiezo a observarlo todoo, no sin olvidar decir por propia estupidez:

—Ah, por lo menos. Así no iré a la cárcel por estar con un menor.

— ¿Pensabas que era menor que tú?

Queriendo restarle importancia y a punto de cerrar los ojos, subo y bajo la ventanilla. No espero volver a escuchar un solo gemido de la rubia cantante, y tampoco espero que llegue a hacerme preguntas. Soy un peligro ahora.

—Era una posibilidad, ¿recuerdas? —Él me mira, como si nunca hubiese visto algo tan gracioso en toda su vida. Vuelvo a sonreírle, porque me hace sentir cómoda por más tonterías que llegue a decir—. Alma vieja, cuerpo joven...

Sexy y artístico, sí—asiente con las manos en el volante, a punto de retroceder para salir del estacionamiento. No paso por alto el hecho de que ahora su brazo se encuentra a solo centímetros de mi cuello, las venas visibles y las manillas y cadenas brillando a un lado de mi rostro. Trago en seco, sin saber qué decir, mucho menos sé qué hacer ante los pensamientos que me atraviesan— ¿A dónde quieres que te lleve?

Es bueno pintando, también hace esculturas, así que sabe usar perfectamente bien sus dedos. ¿Qué tan bien? Sería una manera excelente de descubrirlo si...

— ¿Alice?

Ah, sí, su pregunta.

Le subo un poquitín a la música reconociendo a 2U, por lo que suspiro hondo. No hay mejor manera que empezar la noche así, ebria, con un chico atractivo a mi lado y pensamientos en mi cabeza que ni siquiera yo me reconozco, pero aquí estoy, viviendo la vida después de haber llorado por pintar un puto punto.

Vuelvo a recostar mi cabeza y ladeo el rostro, viendo esos ojos curiosos sobre todo mi cuerpo, pero en especial mi rostro, así que respondo:

—Donde no haya colores. Ni uno solo, Luca.

No dice nada respecto a mi locura. Se muerde el labio inferior, mirándome, luego gira el manubrio. No sé realmente qué entendió. Pero asiente y me deja casi sonriendo cuando acelera su costoso auto. 

**

Cortito pero especial para que deslicen y sigan leyendo... 

AAAAAAAAAA, PERO LO OLVIDEN COMENTAR, VOTAR Y COMPARTIR SU AMOR POR EL LIBRO <3

Los colores de AliceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora