Los ojos de Lyon se demoran sobre mí menos de un segundo. De inmediato se despide de todos los que lo saludaban y se pierde a toda velocidad por las gigantescas puertas de entrada.
Mi primer impulso fue llegar a él, preguntarle cómo ha estado, decirle lo mucho que lo he extrañado y cuánto lo necesito. Pero la voz de la razón me obliga a mantener a raya mis piernas y los deseos imperiosos de dirigirle la palabra. Fue mi culpa. Todo lo que está sufriendo su familia, es por mi causa y soy el último ser en la faz de la Tierra con el cuál él quiere cruzarse.
Todas las mirada acusadoras siguen los pasos que voy dando en dirección a la entrada. Se sienten como un montón de manos intrusas y morbosas que se agarran a cualquier parte de mi cuerpo y tratan de asfixiarme. Me jode tanto saber que no puedo evitar toda esta mierda. No puedo cambiar lo que vivo todos los días.
Huir de toda esta basura sería lo ideal. Comprar un pasaje sin retorno al rincón más oscuro del mundo, y olvidarme hasta de mí misma, suena al puro cielo. Pero no puedo.
Huir está fuera de cuestión, así como hablar o pedir ayuda. Estoy confinada en esta cárcel psicológica. No hay barrotes ni esposas y mucho menos esperanza de libertad condicional.
Existen tantos tipos de prisión. Todas sin duda, son terribles, pero la mía, se está llevando lo mejor de mí, gota a gota.Siempre trato de convencerme de que la soledad es la mejor compañera, pero en realidad es un monstruo implacable sin alas, que te obliga a mantener los pies en la tierra y a no esperar nada de nadie. Ni siquiera de tí misma. Lo devora todo.
Continúo caminando, apurando los pasos para evitar el murmullo molesto que se ha creado. Voy con mi mente puesta en llegar lo más pronto posible a mi salón.
— McFaden.
Me detengo de golpe. Con un gesto de extrañeza escudriño la cara del Director, que me espera justo en la puerta de mi salón. Nunca más había cruzado palabra con él, desde que me tuve que tomar un año de licencia a causa del "accidente", como lo llama Agatha.
Mis estudios están pagos y mi padre se encargó de hacer las suficientes donaciones como para que le dedicaran un edificio a su nombre; así que no entiendo su aparición ante mí.
—Director ¿Sucede algo?
—Espero que no, pero le voy a pedir por favor, que me acompañe a mi oficina —Extiende su brazo en gesto displicente, mostrándome el camino que ya conozco.
Un poco aturdida asiento y sigo sus pasos que se me antojan demasiado lentos y firmes. El Director Koblasky es un hombre relativamente joven, con una mirada de alguien que ha vivido demasiado. Tiene un gusto exquisito para la ropa y gestos refinados, aunque no es muy agraciado en su físico, su atractivo radica en la inteligencia que brilla en sus pupilas esmeralda.
Su oficina es amplia. Reconozco que ha habido algún cambio en la disposición de los muebles, pero todo lo demás se mantiene igual.
El mismo olor a pino, el escritorio de nogal justo a las espaldas del ventanal. El vitral en la parte superior del mismo que se levanta casi hasta el techo, recreando una escena bíblica. Nunca he podido reconocer cuál.
Es una mujer sentada bajo una palmera. Delante de ella hay una multitud atenta. Se le ve resuelta, con una fortaleza inmensa en la mirada, como si pudiera enfrentarse a una legión entera.
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Indigna.
Fiksi UmumHellen McFaden, pasó de ser conocida como "La reina de Besant Hill" a "La perra de Besant Hill" Odiada por todas las chicas, venerada y a la misma vez despreciada por los chicos. Detrás de ese rostro hermoso y de su innegable talento, se encuentr...