Overthink

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Día 7: Overthink (Sobrepensarlo).

Las razones por las que su novio le hubiera rechazado un beso en la mejilla podían ser muchas. Tal vez el que hubiese dejado de amarle no fuera la más viable, pero sí la que terminaba por tener un mayor peso en comparación con las demás excusas en las que conseguía pensar.

Y, sin embargo, parecía ser que su cerebro no cansaba de darle mil y una ideas diferentes, cada una peor que la anterior.

Seguramente hay alguna explicación.

Incluso puede ser que no se haya dado cuenta. Es decir, Víktor a veces suele ser un poco distraído en cuestión de entender señales.

Así que Horacio se aferró a aquella idea, pensando que tal vez el inclinarse en contra del hombre mientras mantenían una conversación con su grupo de amigos no era el ambiente más ideal para que su novio entendiera que quería darle un beso en la mejilla. Eso explicaría el por qué se hubo alejado y luego preguntado a él si todo estaba bien.

Se preocupa por ti. Tal vez pensó que necesitabas algo.

Pero era así, necesitaba darle un beso. Necesitaba de las muestras de cariño que le demostraran que no había dejado de amarlo... y si realmente le importara, se hubiera dado cuenta de ello.

Así fue como Horacio se convirtió en un mar nervioso de nuevo, perdiéndose en sus pensamientos y provocando que dejara de prestar atención a la conversación. Afortunadamente nadie se dio cuenta de ello, y no era para menos, la habilidad que había desarrollado para soltar comentarios aleatorios en los momentos adecuados era producto de haberse zambullido en su propia miseria más de una vez durante largos años.

Creándose escenarios imaginarios.

Sufriendo por los posibles escenarios que la mayoría de las veces no se hacían realidad.

Reaccionando de forma arisca, producto del daño que se había hecho a sí mismo.

¿Pero qué podía hacer cuando las consecuencias ya estaban hechas?

Sabía que Víktor algún día se cansaría de él, de su inseguridad, del miedo al abandono y de la constante necesidad de que le recordara que todo estaba bien y de que no había dejado de amarlo.

Porque muy seguramente llegaría el día en el que recibiera una respuesta positiva a aquello último.

Y nada podría hacer, porque la voz en su cabeza simplemente se regocijaría diciendo:

Te lo dije. Te dije siempre de todas las señales. Siempre estuvo ahí.

A pesar de que supiera que no era verdad, que todas las señales en realidad habían sido inventos suyos, producto de cada mala vivencia que había experimentado.

Pero de nada valdría, porque a final de cuentas, habría tenido razón.

Angstruary - VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora