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Día 10: Traitor (Traidor).

Después del esfuerzo de haber pasado las pruebas puestas por Emilio, finalmente se habían ganado la confianza de la mafia. Sin embargo, Horacio había notado que las intenciones de Gustabo no seguían siendo las mismas después de todo ese tiempo.

Y Horacio lo confrontó, preguntándole si realmente había cambiado de opinión acerca de Conway, de la CNP y todo lo que vivieron como policías. Gustabo le respondió que no había cambiado de opinión, sino que simplemente estaba siendo sincero consigo mismo.

Le habló acerca de los maltratos, de la vida que merecían y que por fin podrían alcanzarla estando del lado de la mafia. Si se quedaban como policías, seguirían siendo los mismos imbéciles para todos, y eso no podía aceptarlo.

El menor lo pensó, consideró lo que su amigo, casi hermano, le había dicho, y se dio cuenta de que tenía razón. A pesar de todos sus esfuerzos nunca fueron valorados, y no es que quisiera la casi adoración de todos como Gustabo parecía desear, pero incluso las únicas dos personas importantes para él seguían viéndolo por encima del hombro. No se merecía eso.

Así que idearon un plan.

Tuvieron que arriesgar sus vidas al contarles la idea a Nadando y los demás, pero Gustabo había usado hábilmente sus dotes de convencimiento para asegurarles que estaban de su lado, y que serían muy útiles como informadores.

Para esto tuvieron que dividirse, Gustabo haciendo un acto convincente sobre abandonar su puesto de policía, y Horacio mostrándose dolido ante la decisión de su hermano. A final de cuentas, sería más convincente de esa forma, aunque la parte más arriesgada se la llevaría el menor de ellos.

Así continuaron, Horacio trabajó en asegurar la confianza de las cabecillas del Cuerpo Nacional de Policías. Habiéndose quedado Gustabo fuera de la organización, el menor ya no tenía a su habitual compañero, así que fue haciéndose más cercanos a otros agentes bajo la identidad del subinspector Dan, pero quien terminaba siendo más importante era el Comisario Primero Víktor Volkov.

Vokov ya había sido informado acerca de su identidad, y gracias a ello la relación de compañerismo que se había puesto en pausa comenzó de nuevo. Horacio realmente disfrutaba la compañía del hombre de quien seguía enamorado, y la culpa le carcomía con mayor fervor conforme los días pasaban. El comisario había adquirido de vuelta la confianza en el subinspector, y Horacio se creía cada vez menos merecedor de ella, pero no era capaz de hacer nada al respecto, tanto por la presión de continuar con el plan establecido como sus propios deseos egoístas de sentirse cercano a él.

Fue el día del golpe final cuando se arrepintió de permitirle a su corazón creer en aquellas ilusiones.

Le comentó a Conway, Volkov, Freddy y Michelle que Gustabo le había pedido hablar con él tratar de solucionar las cosas entre ellos antes de que llegaran a un punto de no retorno entre la mafia y el CNI, pero no se opuso ante la sugerencia de que lo acompañaran en caso de que algo saliera mal.

La emboscada entonces fue un éxito para la mafia, pero Horacio no contaba conque sería Volkov el que tomara la posición más cercana a la suya, adentrándose en la discusión falsa que estaba teniendo con su hermano.

El comisario trató de protegerlo, convencerlo de que Gustabo no estaba siendo sincero con sus palabras, y que la mejor decisión sería detenerlo, que lo ayudaría con eso, que con los demás podrían terminar con la mafia que amenazaba a la ciudad.

Lo que el ruso no sabía era que sólo él quedaba en pie.

Horacio había escuchado la confirmación por la radio de la mafia que Conway, Freddy y Michelle habían recibido sus respectivas balas en la cabeza, y que tendría el honor de darle el tiro de gracia al jodido comisario que había sido de tanta molestia para ellos.

—Hazlo, Horacio. —dijo Gustabo con su desquiciante tono de voz, pareciendo que incitaba a su hermano a que le disparara. El menor sabía que no era a él a quien debía dirigirle la bala.

—¡No tienes que hacerlo, Horacio! ¡Apártate y lo haré yo mismo! ¡No tienes que vivir con esta carga en tu conciencia!

Gustabo entonces le sonrió burlonamente a Horacio.

—Qué pena, el ruso cree que la historia de amor que han tenido ha sido cierta.

Horacio sintió la pena en su corazón crecer, porque aunque su hermano no supiera, para él era sincera.

—¡Hazlo! —Insistió Gustabo, ahora con mayor enojo presente en su voz, acompañado de los gritos de los demás miembros de la mafia que se escuchaban a través del auricular en su oído.

Y con las manos temblorosas sosteniendo la pistola reglamentaria, Horacio dio media vuelta, cambiando el objetivo al que apuntaba.

El sonido de una bala siendo disparada atravesó el campo, y aunque Horacio sintió que el impacto destruyó su propio corazón, el único que fue afectado fue su amado comisario, cuyo cuerpo inerte cayó con pesar sobre el seco pastizal.

Angstruary - VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora