Hanahaki

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Día 9: Hanahaki.

—¡Él realmente te ama! ¡¿Qué acaso no lo ves?! —Exclamó Blake, su voz quebrándose en la última sílaba, las lágrimas empañando por completo su rostro.

—¡Lo hago! ¡Por supuesto que lo hago! —Respondió Volkov, tomando al chico por los hombros en un intento de callar sus sollozos.

El miedo expresado en los ojos del menor podía ser un reflejo del propio temor que estaba sintiendo el ruso en aquel momento. La tristeza y desesperación que asolaba su corazón se podía comparar en ambos, pero claramente a uno de ellos era más fácil de expresarlo que a otro.

—Por supuesto que lo hago... —Repitió, ahora con un tono más apagado—. ¿Acaso me crees estúpido? —De sus palabras comenzó a destilar el veneno del resentimiento que sentía contra sí mismo, encontrando el punto de fuga en el pobre chico que se encontraba ahora atrapado entre sus manos—. ¿Acaso crees que no me preocupé desde aquel día?

El día en que Horacio había dicho lo que sentía.

Había sido un día normal para el Comisario, encontrándose de forma aleatoria pensando en la fiesta que habían tenido con todo el cuerpo, y a la que por alguna razón había aceptado asistir. Pensando en lo fácil que se había sentido convivir con sus compañeros más cercanos, Conway y Rodríguez, pero sorprendentemente a la lista se había agregado el alumno Horacio.

Pensó que podría intentarlo. Intentar entablar una amistad con él.

Pero todo cambió cuando escuchó a un trío de alumnos hablar acerca del enamoramiento de Horacio.

Y Volkov temió el terrible desenlace que aquello tendría

—¿Acaso crees que no noté lo triste que se volvió después de que yo los escuché hablar en los vestidores?

Cuando tuvo que guardar de nuevo su corazón.

Porque Volkov no podía permitir que aquel estúpido enamoramiento continuara, y aunque juraba que para el menor sería un flechazo pasajero, no podía quedarse de brazos cruzados sin hacer algo al respecto.

Por supuesto que fue doloroso ver el brillo apagándose con sus malos tratos, con sus intentos infructuosos de que Horacio dejara de quererlo.

—¿Acaso crees que no vi las señales?

Cuando el verdadero infierno comenzó.

Los avistamientos de pétalos habían alarmado a los agentes pertenecientes al CNP, temiendo lo peor de alguno de sus compañeros. Pero Volkov era el que más temía aquello, porque los pétalos no pertenecían a otra flor más que a su favorita.

—¿Que no vi su salud empeorar cada día más?

Porque lo que comenzó como un día libre a la semana se convirtió en dos, en tres. Las horas de patrullaje disminuyeron para ser cambiadas por trabajo de escritorio, excusándose con tonterías para los demás, pero no para él quien sabía la verdad.

Y las imágenes de sus recuerdos inundaron más que antes su mente, cada palabra refrescando en su memoria los sucesos vividos. Ver a Horacio con sus ojos apagados, la mirada triste y ojeras abultadas en su rostro cada día más deteriorado.

El monstruo de la culpa entonces encontró su camino a casa, arrastrándose desde los pies del Comisario para deslizarse de forma dolorosa hacia su corazón, prendiéndolo fríamente entre sus garras.

Blake sintió el agarre en sus hombros disminuir de fuerza, siendo que ahora Volkov se sentía débil con el dolor de todas las emociones que lo consumían.

—¿Acaso...? ¿Acaso crees que no lo intenté? —Murmuró apenas, apartando la mirada para dirigirla hacia el suelo, donde sentía que su corazón estaba.

Pero aquellas palabras sorprendieron al menor, sus ojos abriéndose en demasía y sintiendo sus lágrimas detenerse ante lo inesperado. Aguantó la respiración sin darse cuenta, como si su cuerpo activara algún mecanismo de pausa para no interrumpir al otro en lo que diría a continuación.

¿Cómo no hacerlo?

Si aquel chico había llegado para partir todos sus esquemas. Por supuesto que incluso él mismo había dudado. Había dudado de la única constante que seguía estando en su vida: la de saberse distanciado de todo y de todos, satisfecho con su soledad.

¿Realmente podría ser capaz...?

Y lo intentó.

Deshaciéndose de las barreras autoimpuestas entre ambos, decidió darle una oportunidad. Darse una oportunidad.

Se volvieron cercanos, y aunque Horacio ya no era la persona tan energética como lo había sido cuando lo conoció, encontró un balance entre su forma de ser y su perspectiva ante el mundo y la propia.

¿Entonces por qué no podía?

—¿Acaso crees que no veo la increíble persona que es? Joder, Blake. Incluso tú alguna vez dijiste haber tenido un flechazo por él la primera vez que se vieron en la academia. —El comisario finalmente soltó a su subordinado, dando media vuelta para dejarlo a sus espaldas, dispuesto ahora a mirar por la ventana mientras cruzaba sus brazos sobre el pecho—. No es él el problema de todo esto... Soy yo.

El silencio irrumpió el lugar, Volkov dejando que el peso de sus palabras inundará el ambiente mientras Blake procesaba la información recibida.

—Lo amo, Blake. Te juro que lo hago. —Continuó el ruso—. Pero lo amo como a mis hermanos. —Sus manos se endurecieron en puños por un segundo—. Él encarna la fragilidad y el deseo por el mundo de Alex, mientras que también tiene la determinación y carisma de Aleksandra. —Suspiró profundamente, sintiéndose vulnerable al finalmente decirle a alguien todo lo que había pasado—. Irónicamente, habría hecho lo que fuera por salvarle... Pero fui el único que podía hacerlo, y no logré tener éxito.

El mayor desenfocó su vista del jardín a las afueras del edificio para verse a sí mismo y al hombre a su lado en el reflejo del cristal. Probablemente su mirada no había reflejado tanta vulnerabilidad en algún otro momento de su vida, y con ella pidió perdón a su amigo, con la esperanza de que al recibirlo podría perdonarse a sí mismo, aunque en el fondo sabía que aquello nunca pasaría.

Porque no podía perdonar ser el culpable de que una luz sea consumida en la oscuridad.

Angstruary - VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora