⚠️ +18 ¿? ⚠️
Perdóname diosito por lo que acabo de escribir.
Siendo sinceros, Johnny comenzaba a acostumbrarse a las acciones del menor.
Despertar con un par de besos en sus mejillas y el desayuno listo, sentir que por fin alguien lo escucha mientras habla sobre sus problemas o como se sentía en ciertas ocasiones donde no encontraba que hacer, tener la certeza de que si lloraba Doyoung correría a limpiar sus lágrimas y tratar de consolarlo. Lo que el pedía se hacía, a cambio de un par de besos y abrazos.
Vivía como un rey.
—Aún siento que me hace falta algo, ¿Sabes? —dijo Johnny mientras Doyoung se encontraba sentado sobre sus piernas, abrazándolo con fuerza.
—¿Qué cosa? —preguntó Doyoung con curiosidad. Si era algo caro estaba jodido, ya no tenía tanto dinero.
Se preguntaba muchas veces como es que el pelinegro decía amarlo tanto y cuando llegaba tener una duda de si era real o no, recordaba que Doyoung no le había hecho daño desde un principio. Escuchó un poco de su historia y no pudo evitar desarrollar un tipo de sentimiento extraño, quería protegerlo por alguna razón, sentía la necesidad de cuidar de el.
—Algo más... Íntimo —murmuró. —Para confirmar que me amas en realidad.
Un clima lluvioso adornaba todo el pueblo, la noche inundaba cada rincón con su extensa oscuridad y las pequeñas lámparas de la calle iluminaban un poco el camino. Ahí, en un zona privada a la cual muy pocas personas tienen acceso, se encuentra el hogar de Doyoung, quien no duda en dejarse amar por su novio.
Las manos de Johnny recorrieron el ahora cuerpo desnudo del pelinegro como si quisiera memorizar cada parte de el solo con su tacto; sus cicatrices, las quemaduras, los pequeños lunares y algunas otras marcas un tanto extrañas que no sabía muy bien de donde provenían. Sintió un poco de tristeza acumulada en su pecho al notar las típicas cicatrices en la muñeca de Doyoung, así que sin dudarlo dejó un par de besos sobre ellas, haciendo que su novio cerrara los ojos ante la vergüenza de sentirse tan débil en los brazos de otra persona.
Sería sincero consigo mismo, a lo largo de su vida había visto cuerpos mucho mejores en las personas con las que solía divertirse un rato, pero... Había algo extraño en Doyoung, no sabía que era lo que le atraía de el, estaba lejos de parecerse a alguna de las personas con las que tuvo un pequeño vínculo en el pasado, tal vez era su mirada o la expresión de timidez que parecía siempre estar presente en el. No lo sabía, solo sabía que ahora mismo quería tenerlo para si solo.
Se burló cuando al pasar su lengua por uno de los pequeños pezones de Doyoung, este gimió aún envuelto en timidez. No sabía que el chico era sensible, pero ahora que era consiente de ello, lo quería aprovechar al máximo.
Le causaba ternura, ya lo había decidido. Su rostro aniñado solo añadía más al sentimiento de quererlo cuidar.
Sin duda alguna no será la última vez que lo hagan, tan solo han pasado un par de segundos y ya siente como si se estuviese volviendo adicto a el. Muchas veces sus padres le dijeron que el chiste de las drogas era probarlas una vez ya que si lo hacías era muy probable que te volvieras adicto a ellas.
Doyoung era el claro ejemplo.
—Más... —jadeó el pelinegro. Firme y demandante, como su personalidad.
Johnny no pudo negarselo.
De un momento a otro ya se encontraba succionando con un poco de fuerza sobre esa misma zona que tanto volvía loco al pequeño pelinegro mientras que con su mano izquierda se encargaba de dar pequeñas caricias sobre el otro pezón, casi como si una pequeña brisa estuviese sobre el.
