MATA DEMONIOS

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Las hermosas mujeres ni siquiera se removieron un poco, cuando el elfo se deshizo de su abrazo. Apartó las sabanas de seda, y se deslizó sigilosamente de la cama. Sus pálidos pies se reconfortaron con la
tibieza de la madera, calentada por el fuego de la chimenea. Saturos avanzó hasta la barra, todavía desnudo; tomó una copa y vertió más del delicioso vino. Cruzó la habitación, y corrió la cortina; bebió un sorbo de la dulce bebida, mientras observaba la fría noche más abajo. La nieve había caído a raudales, y las calles estaban teñidas de blanco.

-Seguro hace un frío de los mil demonios- pensó, amargado.

Volteó a ver los bellos cuerpos que se mecían desnudos en la cama con dosel y cuatro columnas. Se sentía frustrado; creyó que pasaría toda la noche usando aquellas mujeres, pero en cambio se había quedado dormido, y el señor del orden y la destrucción le despertó, hablándole de una misión urgente entre sueños. Maldijo su suerte y vació la copa de un solo trago. Se vistió en silencio, y ninguna mujer se percató de su salida.

Saturos caminó mohíno por el largo y lujoso pasillo del burdel; el ambiente era cálido, con dulces fragancias y sonidos saliendo de los cuartos. Bajó las escaleras de un salto, y salió a la frialdad de la noche. Lanzó una moneda al mozo, quien inmediatamente le trajo su caballo.

Se trataba de un corcel imponente, con mas de 20 palmos de altura; su lustroso pelaje oscuro parecía resplandecer sombríamente. Iba totalmente cubierto con su cota de escamas, pues su dueño jamás permitía que se la quitara. A ojos mirones, las prolongaciones afiladas de su espinazo y patas parecían más decoraciones de la coraza, y no partes del animal.

-Es un animal magnifico, señor- dijo el joven- Nunca había tratado un caballo tan bien amaestrado -agregó, palmeando un costado de su cuello

Saturos no creía que los corceles del caos entrasen en la categoría de "mascotas amaestradas"; su bravura y astucia sólo podían ser comparadas con las de los Gélidos de Naggaroth y Lustria. Sólo reconocían a un dueño, a quien obedecían ciegamente, así que sonrió al pensar lo divertido que seria ordenar a Pesadilla arrancarle el brazo al mozo.

-Sí, es un animal magnifico -respondió al tiempo que montaba. Pesadilla respondió al instante, lanzándose a galope tendido por la verja. Ni un alma se mostraba, mientras el animal se dirigía hacia los barrios bajos, cimbrando la nieve con sus poderosas patas. Entraron a un complejo de calles estrechas y edificios casi en ruinas; la basura se amontonaba a raudales en las calles, y el lugar apestaba a muerte y enfermedad. Saturos refrenó a Pesadilla, en la entrada a un sinuoso callejón. Mucho más estrecho que el resto, apenas y había espacio para que pasara un hombre; recorría por atrás un enorme edifico de tres plantas, hecho de madera desvencijada y podrida. Era el mismo lugar de su sueño.

Saturos desmontó, y avanzó por la callejuela, hasta la parte trasera del edificio. Con velocidad de rayo, giró apuntando hacia las sombras, con una flecha ya tensada en el arco. Una figura encapuchada avanzó directamente hacia él; se movía sinuosamente, derrochando seducción a cada paso. Menardi descubrió su cabeza, y se acercó sonriente al Druchii que le apuntaba; se deslizó a su costado, y le dio un profundo beso en la mejilla. Sin más ceremonia avanzó hasta una pila de basura, y se puso a rebuscar algo en el suelo.

Saturos la observaba atentamente; realmente era hermosa. Tan alta como él mismo, su rubio cabello se enroscaba largo, pasados los hombros. A pesar del frío no portaba más que una capa y su coraza de dragón forestal, que se extendía como un largo corsé con un prolongado escote en "V" hasta la entrepierna, dejando a la vista sus torneados muslos, y la bella silueta de su perfecto busto. Las botas y guantes eran largos y con prolongaciones afiladas, similares a garras de dragón.

Menardi pasó de largo de su compañero, justo hasta un montón de basura apilada. Su hechizo de adivinación le marcaba el camino como farol. Se desplazó sinuosamente, movimiento de más las caderas al sentir la fija mirada del Druchii. Disfrutaba jugar con él, pues conocía su pasado como seguidor de Slaanesh. Se agachó fingiendo rebuscar el mecanismo que su videncia le había revelado desde el inicio, mientras se preguntaba porqué Malal había enviado otro de sus hijos.

Warhammer - Los Hijos de la MaliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora