DUELO MÁGICO EN BRETONIA

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La hermosa elfa se levantó de la tumba en que estaba sentada. Había pasado toda la tarde tejiendo los hechizos que atraerían como farol al nigromante hacia el cementerio, por lo que se sentía cansada. Estiró las piernas, y dirigió su penetrante mirada a la profunda noche. Hacía mucho que no pisaba Bretonia; pensó en su otrora vida en Athel Loren, y se sintió cabizbaja. Ansiaba el momento en que el mago oscuro apareciera, para culminar su misión y dejar aquella tierra que tan malos recuerdos le traía. Sus hilos mágicos se mecieron, y supo que el momento se acercaba. Observó al Liche que avanzaba encorvado sosteniéndose de su bastón, con forma de cráneo.

El nigromante miró a la elfa, y de inmediato supo que había sido atraído hacia una trampa.
-Cometiste un error, hija de la malicia - dijo con voz senil que arrastraba las palabras- Un cementerio no es un buen lugar para combatir a un nigromante.

Menardi no contestó, y sonrío por lo bajo. -No se ha percatado de los tejidos- pensó.

-¿Te has dado cuenta que sirves a un dios sinsentido?- inquirió el nigromante; pretendía ganar tiempo para imbuirse de poder- ningún poder duradero fluye de su trono. Estamos en la hora de un nuevo amanecer, uno que pertenece a los verdaderos dioses del caos y sus leales sirvientes
-¿Qué sabes tú, que veneras a entes fluctuantes?- se burló Menardi- los dioses te utilizan, como han usado a muchos otros. En cuanto se aburran de ti, te desecharan cual basura. Sólo Malal ofrece estabilidad en el Reino del caos.
-¿y qué piensas tú que sucederá cuándo destruya a sus hermanos? -preguntó el viejo liche- ¿Qué pasará con sus campeones, cuando no haya más caos que destruir?

Menardi rió cruelmente. -¿y qué puedo esperar al servicio de los cuatro? ¿Un futuro de servidumbre? Los cuatro dioses del caos no son más que pequeños niños. Seguros de su poder ante los hombres, y temerosos de que Malal se los quite. No sé qué sucederá en un mundo dominado por el orden y la destrucción de mi dios, pero sin duda será mejor que la esclavitud en un universo mutante-

El nigromante miró en torno a sí pensativamente, mientras de modo disimulado concentraba las energías del caos hacia en su cayado.
-Tal vez puedas unirte a mi- sugirió solemnemente- el poder del verdadero caos va en aumento, y seguro incluso tú estás harta de una vida de cacería interminable.

La elfo se limitó a reír estridentemente

-ya veo- continuó el anciano- sino hay alternativa, entonces te destruiré.

Dicho eso golpeó con su báculo el suelo, y la tierra empezó a removerse. El cementerio se iluminó con un fuerte resplandor que cegó al anciano, cuando los hechizos protectores de Menardi se activaron. Se escuchó un estruendo, similar al sonido de una descarga eléctrica, y los movimientos en la tierra se detuvieron; Menardi sonreía maliciosamente.

El Liche chilló lleno de furia al notar que sus muertos no se alzarían, y una intensa llamarada salió disparado de su garra extendida, envolviendo a Menardi en un torbellino de fuego; pero la elfa había previsto el ataque, y logró desbaratarlo, con un simple movimiento de su mano.

El nigromante comenzó a retroceder, a la vez que rebuscaba con urgencia algo en su túnica; sacó una brillante piedra verde, que se metió entera a la boca. De inmediato sintió el cosquilleo en su cuerpo; el pelo se le erizó, y sus venas resplandecían con el color de la piedra de disformidad. Dando un par de pasos hacia delante, el anciano entonó la más fuerte de sus maldiciones.

Parloteaba sin cesar en la oscura lengua de los demonios, y la algarabía se hacia mas estridente con cada palabra. Una nube pestilente empezó a cubrir el cementerio; se enroscaba en forma de ondas al rededor de Menardi. La elfa notó como el aire a su alrededor se enrarecía; sintió una fuerte presión que amenazaba con destrozarle todos los huesos de cuerpo, y que aumentaba con cada palabra que el Liche pronunciaba.

Maldiciéndose por haberse confiado, Menardi deslizó su mano hasta la empuñadura de su espada; desenfundó el arma, y un cálida aura verde brillante envolvió al instante su mano. La hija de la malicia alzó la hoja y cerrando los ojos se cortó con ella la muñeca; la sangre manó durante unos segundos por la herida, antes de que se curara por completo, sin dejar huella alguna.

Menardi sintió dentro de sí una descarga eléctrica; símbolo inequívoco de que el poder del arma había penetrado en su cuerpo. Abrió de nuevo los ojos, y se relamió los labios extasiada por la sensación. Esta vez el aura incandescente rodeó todo su cuerpo, y de inmediato el efecto nocivo del hechizo enemigo se deshizo. Menardi alzó su espada en el aire, y una poderosa descarga eléctrica cayó cual rayo sobre el enemigo, al hacer descender el arma y apuntarle con ella. Ni siquiera gritó de dolor, cuando varios miles de voltios destrozaron su cuerpo.

Menardi se acercó al pequeño cráter que se formó por el impacto; adentro se veía un ennegrecido cuerpo humeante. La elfa chasqueó los dedos, y entonces le dio la espalda para alejarse al intenso fuego azul que comenzó a elevarse desde el cráter, incinerando los restos del nigromante...
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Warhammer - Los Hijos de la MaliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora